HABLAR Y ESCRIBIR CON ARBITRARIEDAD
Francisco
Carranza Romero
El ser humano tiene un sistema de códigos para su comunicación con otros
miembros de su comunidad. Y la lengua es un sistema (“conjunto de reglas o
principios sobre una materia racionalmente enlazados entre sí”, Diccionario
de la Real Academia Española).
LENGUA HABLADA. Los seres humanos, para
comunicarse usan gestos y sonidos orales. Los líderes culturales, preocupados
de la comprensión de los miembros de su comunidad, determinan el número de
sonidos (fonemas) de la lengua que usan y aconsejan que deben ser pronunciados
bien. Un sonido o las uniones de sonidos se convierten en palabras con
significados que son clasificadas según sus funciones. Las uniones de palabras
forman frases y oraciones.
Todas las expresiones obedecen a las normas creadas para sostener la unidad
grupal. Por eso, no basta hablar una lengua; hay que hablar bien. El simple uso
no es la regla. El buen uso es la regla.
LENGUA
ESCRITA. Los seres
humanos, conscientes de la necesidad de conservar lo que piensan y dicen o para
poder enviar mensajes a donde no llega la voz, inventaron la escritura con
ideogramas (símbolos que representan ideas) y letras (grafías que representan
los sonidos). Estaban conscientes de la realidad: Verba volant; scripta manent.
Y, para evitar el uso arbitrario de las grafías, el grupo culto de los usuarios
estableció las normas que ayudaran la comprensión y unidad de los escribientes.
El idioma castellano es de escritura
alfabética latina. Desde los tiempos de Elio Antonio de Nebrija se ha repetido
el principio: “Una letra para cada sonido, y un sonido para cada letra”. Aquí
surge el problema porque cada hablante tiene su forma de hablar (idiolecto) y
cada grupo humano tiene su habla diferente según su localidad (dialecto). El
deseo, por más bueno que sea, no siempre se hace realidad; por eso seguimos con
problemas que debemos conocerlos y corregirlos para colaborar en la unidad
hispánica.
Cito algunos casos donde hay problemas:
Vocales: diptongos crecientes (cuarto,
piano) y decrecientes (aire, peine). Los adiptongos o hiatos se marcan con
tilde: cafetería, capicúa, oí, país.
Consonantes: las letras c, g tienen dos
realizaciones fonéticas cada una.
La letra ce con las vocales a, o, u suena
como k (oclusivo palatal sordo): casa, comida, culantro; con e, i es fricativo
sibilante: cerca, círculo.
La letra ge con vocales a, o, u es oclusivo
velar sonoro: gato, gota, gula; con e, i se pronuncia como la jota (fricativo
velar sordo): gente, gitano.
En las pronunciaciones de ce, ci, s, z hay
los fenómenos de ceceo y seseo (en Andalucía e Hispanoamérica).
En la pronunciación de las letras ye y elle
la mayoría opta por el yeísmo. Los bilingües quechua-español diferencian bien la
ye de la elle.
También hay grupos consonánticos en inicio de
sílaba: br, bl (bramar, blando), pr, pl (soprano, plano), tr, tl (tráfico,
atleta), gr, gl (grato, glacial), cr, cl (cráneo, declinar), fr, fl (franco,
flaco). En margen final de sílaba no se realizan.
Dos
letras mudas: La
consonante h (hambre, huevo) y la vocal u en estos casos: que, quinto.
Nebrija, considerado el primer lingüista y
gramático de la lengua castellana, ya tocó los problemas mencionados en el
“Vocabulario castellano - latino” (1495, Universidad de Salamanca) y en “Reglas
de orthographía en la lengua castellana” (1517, Alcalá de Henares). He tenido
acceso a este libro gracias a la edición comentada por Antonio Quilis Morales
en 1977, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá.
Acentos.
El
castellano tiene dos acentos: acento de intensidad y acento de tono. Para
marcarlos, cuando es necesario, se recurre a los signos diacríticos.
Acento de
intensidad. Las
palabras se clasifican por la ubicación del acento: agudas (pared, pasión),
grave (pera, césped), esdrújulas (número), sobreesdrújulas (dígamelo). Los
sustantivos, pronombres, adjetivos, verbos, adverbios tienen acentos que, según
las normas, pueden llevar la tilde o no. La tilde es una rayita oblicua que baja de derecha a izquierda (´).
Los
pronombres átonos son: 1. Personales: me, te, se, la, lo, le, nos, os.
Relativos: quien, que, cual. 2. Los adjetivos átonos: posesivos: mi, tu, su
(antepuestos a los nombres).
Acentos
de tono. Se distinguen
con signos diacríticos dobles: de apertura y cierre.
De interrogación: ¿…? Ej.: ¿Me comprende?
De exclamación: ¡…! Ej.: ¡Claro que sí!
Por la influencia de la ortografía inglesa
algunos no escriben los signos de apertura. La lengua castellana tiene sus
normas ortográficas que hay que conocerlas y respetarlas. Cada lengua tiene sus
normas.
Signos de
ritmo: coma,
punto, punto y coma, puntos suspensivos.
Signos
para aclarar o complementar la información. Son signos dobles (de cierre y apertura): entre
paréntesis, comillas.
Para escribir con corrección hay que
estudiar las normas de la ortografía de la lengua que se usa. Pero,
desgraciadamente, hay documentos oficiales de los ministerios, municipalidades
y de otras instituciones (de salud, educación, seguridad, etc.) redactados con
muchos errores ortográficos, especialmente de la tilde para marcar el acento de
intensidad.
En el uso de la lengua se mide el nivel de
conocimiento de ella. El uso con conocimiento de los códigos lingüísticos
diferencia al hablante culto del inculto.
EL CASTELLANO EN PERÚ
¡Ay, Perú! es la exclamación espontánea al
ver en muchos lugares palabras que deberían llevar tilde pero que están sin
tilde como en estos ejemplos: PERU en las placas de los vehículos. POLICIA, COMISARIA
en los vehículos, uniformes y locales policiales. MAXIMA referente a velocidad y
altura en las vías de transporte. MONTICULO, AGATAS, OVALO en los nombres de lugares
y calles. NUMERO, PORTERIA, SOTANO en la entrada de los edificios y en los
estacionamientos. CARNICERIA, CLINICA, LAVANDERIA, LICORERIA, NOTARIA, OPTICA, PERFUMERIA,
SASTRERIA, VIDRIERIA en los avisos. CESAR, ALCANTARA, CESPEDES, ROCIO en los
nombres, Ni hablar de los anuncios en los mercados donde los avisos y nombres
de productos están con errores de letras y tildes.
Y hay palabras que cambian de significado
por la tilde: revólver, revolver; público, publico, publicó.
Cuando se hace la observación de estos
errores y horrores ortográficos, la respuesta del que se cree sabihondo de la
lengua es: “Las letras mayúsculas no llevan tilde”. Y, cuando se le pregunta:
¿En qué norma de ortografía se basa para decir eso? La respuesta inmediata y
tajante del sabihondo-ignorante: ¡Así es! La ignorancia, realmente, es patológica.
En el estacionamiento de un centro de
ventas de una universidad hay avisos con letras minúsculas donde la palabra vehículo
aparece sin tilde 2 veces; pero en plural, qué sorpresa, está con tilde. Cuando
comenté sobre estos y otros errores ortográficos, uno con uniforme de empleado me
respondió con su atrevida y patética sinceridad: “Por las puras huevas habla. ¡Esto
es Perú!” Para este ciudadano el Perú no tiene remedio; y hace recordar la
pregunta del personaje Zavalita: “¿En qué momento se jodió el Perú?” (Mario
Vargas Llosa: “Conversación en la Catedral”).
Los que redactan los documentos oficiales, los
que fabrican las placas y los que redactan y pintan los avisos públicos ignoran
las normas básicas de la ortografía castellana. Y los que reciben y pagan por estos
materiales plagados de errores lingüísticos son otros ignorantes y cómplices;
por tanto, no deben echar la culpa sólo a los ignorantes escribientes y técnicos
(técnico: palabra esdrújula que lleva tilde sin excepción).
La educación escolarizada en todos los
niveles (primaria, secundaria y superior) tiene que enfatizar en el buen uso de
la lengua en sus realizaciones oral y escrita para superar las arbitrariedades lingüísticas.
Pero, desgraciadamente, los grados de escolarización y los títulos académicos,
no garantizan el uso correcto de la lengua. Se puede tener conocimiento de
muchos datos; pero, escribir y explicar en forma correcta y sencilla es saber.
“[…] hoy en día resulta evidente que el solo conocimiento de la estructura de
la lengua no garantiza un desempeño eficaz en las interacciones comunicativas.
Los procedimientos que se llevan a cabo en el aula de clase deben centrar su
atención pedagógica en los usos lingüísticos y comunicativos con el fin de que
los estudiantes desarrollen un saber hacer cosas con las palabras”. (Lomas, p.
21, citado por Edilberto Cruz).
Más allá de la ortografía también hay
errores gramaticales en el uso de la lengua castellana: concordancia de género
y número; conjugación verbal, especialmente de los verbos irregulares que en latín
también son irregulares; consecutio temporum…
Las redes sociales y los avisos en las vías
y en todo lugar demuestran el nivel cultural de los ciudadanos de una localidad,
porque la lengua es un factor cultural muy importante. Por esta anarquía o
majadería fonémica, ortográfica y gramatical se conoce el nivel lingüístico de
los usuarios.
Una
propuesta para incentivar la competencia lingüística escrita: En los concursos para los cargos
donde la comunicación escrita cumple su función, se debe pedir la redacción
sobre un tema sin recurrir a los aparatos electrónicos. Así se podrá seleccionar
funcionarios con buen nivel de conocimiento de la lengua. Los que registran las
partidas de nacimiento son los que han diversificado los apellidos de los
hermanos del mismo padre y madre creando problemas que, para corregirlos, hay
que gastar tiempo y dinero porque es un proceso burocrático. Como ejemplos cito
los apellidos más comunes con varias versiones de escritura, siendo la primera
la correcta: González, Gonsález, Gonsalez, Gonzales; Sánchez, Sanchez, Sanches;
Rodríguez, Rodriguez, Rodrigues… El registrador de las partidas ignora el
origen del sufijo -ez (hijo de, hija de). Y hasta se justifica autoritario: “En
los nombres propios no hay reglas”. Para él o ella va este principio latino: Uti
non abuti. Quien no asume su error nunca
superará su estado de ignorancia.
Pero, Perú no es el único país donde hay
estos errores en el uso de la lengua castellana; viajando o leyendo constatamos
las faltas. Error de muchos, consuelo de tontos.
Referencias
Cruz Espejo,
Edilberto; 2009, “Nuevo elogio a Nebrija”, Academia colombiana de la lengua,
Bogotá.
Lomas,
Carlos: 1999, “Cómo enseñar a hacer cosas con las palabras.” Paidós, Barcelona.