LOS PLÁSTICOS AHOGAN AL PERÚ Y AL PLANETA
Francisco Carranza Romero/Profesor Universidad de Corea del Sur
Civilización de plástico
Una mañana coincido con un extranjero –su español de fonética francesa lo delata- en el mostrador de pagos de uno de los almacenes Wong, Lima, Perú. Él pone en la mesa sus bolsas llevadas desde la casa para que la empleada llene allí los productos comprados.
-Señor, sus bolsas no son necesarias, aquí damos bolsas plásticas –la amable empleada explica cómo es la atención mientras, dejando a un lado las bolsas grandes del comprador, llena los productos en bolsas plásticas con propaganda del establecimiento.
El sorprendido comprador se pone serio al ver que las cosas compradas son metidas en varias bolsas plásticas. Y mira hacia atrás donde estoy como pidiendo más explicación.
-Señorita, el señor viene de un país donde los compradores llevan sus bolsas grandes para sus compras. Es la forma de evitar la contaminación del medio ambiente con las bolsas plásticas –intervengo. La incrédula empleada me escucha con atención mientras continúa su labor. Ella cumple las instrucciones recibidas del empleador, ignora sobre los efectos de la civilización de plástico.
Durante mi explicación a la empleada el señor va cambiando sus gestos en el rostro. Ahora sonríe y bate la cabeza de arriba hacia abajo varias veces mientras se alista a llenar las bolsas plásticas con contenido en sus bolsas grandes. Posiblemente ya ha comprendido el hic et nunc (aquí y ahora), la realidad del momento. Se ha dado cuenta que está en Lima, capital del Perú, donde el uso del plástico sintético aún no está reglamentado por ninguna institución.
Algunas ciudades del mundo, dentro de la política real del cuidado del medio ambiente, cobran por cada bolsa plástica. Y, como se trata de dinero, el comprador lleva sus bolsas grandes destinadas para sus compras. Además, los mismos supermercados venden las bolsas grandes a precios módicos porque llevan su publicidad. Es que, fuera de ahorrar unos céntimos, es la forma de evitar que el mundo se llene de plásticos.
Desgraciadamente, el Perú es un país que aún no planifica bien el cuidado del medio ambiente; por eso, las calles, parques, carreteras, ríos, mares, estanques y playas están plagados de bolsas plásticas. Muchos animales marinos mueren por ingerir plástico ya que los mares se han convertido en inmensos basureros (“bolsas de plástico”). Los plásticos en lagos, ríos y acequias expulsan sustancias químicas dañinas que afectan los terrenos, plantas, animales y personas. El acopio, reciclaje y destrucción del plástico sintético es una labor que los gobiernos del mundo deben iniciar en coordinación.
Algunos almacenes hacen la propaganda de que sus bolsas son de “plástico biodegradable”; pero no explican el tiempo de la degradación; ninguna institución les pide la explicación de la veracidad de la propaganda. ¿Ya se está usando el plástico orgánico? Muchos productos alimenticios y no alimenticios están envueltos con plástico, material desechable por no ser comestible.
Si un supermercado limeño comenzara, por su propia iniciativa, a cobrar por cada bolsa plástica podría perder clientes o recibir críticas y gritos de protesta de gente violenta y que ignora la salud del planeta. Sin embargo, si esos peruanos viajaran a otros países que hacen esfuerzos por cuidar la naturaleza aprenderían a callar y tendrían que obedecer las leyes locales. ¿Para educarse bien es necesario salir del Perú?
Mientras tanto, las autoridades peruanas viajan cómodas por el mundo firmando los acuerdos internacionales del cuidado del medio ambiente. Los documentos firmados y sellados quedan sólo como testimonios de la buena voluntad y de los compromisos que deberían cumplirse para demostrar la responsabilidad y seriedad de los firmantes.
Contaminación ambiental y contaminación mental
En nuestros días, las vías por donde circulan los seres humanos están adornadas no sólo de plásticos sino de latas y vidrios, materiales que no se pudren ni acaban fácilmente. Son los productos de la industria moderna. Y los seres humanos, no educados para el uso de estos productos, arrojan las nuevas basuras en cualquier lugar.
Basta mirar con atención los vehículos que circulan por las calles y la conducta de los ocupantes. De los carros -ya lujosos o destartalados- caen basuras porque sus ocupantes las arrojan por no asumir ninguna responsabilidad del cuidado del ambiente exterior. Si alguien se atreve a llamarles la atención, ¡cuidado!, porque contestan inmediatamente con fétido lenguaje coprolálico –expresiones violentas por el uso del lenguaje con olor a excremento- ofendiendo hasta la quinta generación. Y si ese alguien (quien les llama la atención) está a su alcance hasta pueden agredirlo porque tienen también la mente contaminada.
Una clara demostración de que el avance tecnológico no va paralelo con el desarrollo mental responsable del cuidado de la naturaleza y de la humanidad. No esperemos que las soluciones vengan de los ministerios. El hogar y el entorno social son las mejores escuelas donde los mayores educan a los
menores con ideas y ejemplos.
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