INTERCAMBIO DE ENFERMEDADES DEL VIEJO
Y NUEVO MUNDO EN SIGLO XVI
Francisco Carranza Romero
Resumen
Desde 1492,
los primeros contactos de los indígenas de Europa y América crearon muchos
problemas de convivencia. La conquista de América no fue solo el resultado de
la superioridad de armas ni por los designios divinos, tal como han explicado
algunos historiadores providencialistas. Hubo un factor muy importante: los
europeos fueron portadores de nuevas enfermedades que en pocos días desolaron
poblaciones enteras en el Caribe y en el continente. La viruela llegó a los
territorios del sur antes que los mismos conquistadores. Pero también los
españoles adquirieron una buba rara que luego llevaron a Europa. El siglo XI
fue un intercambio de morbos.
0. Introducción
El intercambio de productos vegetales y
animales, de concepciones, de objetos, de razas y de sistemas de vida se inició
cuando los españoles llegaron a una isla del Mar Caribe el 12 de octubre de
1492. Pero, desde ese momento también estuvieron presentes los morbos propios
de cada grupo humano.
Si los españoles llevaron las enfermedades
del Viejo Mundo al Nuevo Mundo donde mataron a muchos indígenas, también se
llevaron los males del Nuevo Mundo. En este trabajo nos ocupamos solamente de
dos enfermedades de intercambio que se convirtieron en terribles pestes en cada
lado del Atlántico.
Para esta investigación hemos consultado
los siguientes autores y obras:
Francisco
Delicado: “Retrato de la Lozana Andaluza”. Este libro fue publicado en Venecia en 1524 y consta de 66 mamotretos
(capítulos) que aquí los mencionamos con el número romano sin tener que repetir
la palabra mamotreto, que significa una mezcolanza de muchos temas, tal como es
la obra. El autor nació en Córdoba (España), vivió en Roma, sufrió un mal nuevo
que era vergonzoso, y aun más por ser él
un clérigo, pero se curó gracias al “palo santo” procedente del Nuevo Mundo. Y,
como resultado de su curación, escribió: “Il modo de adoperare el legno de
India Occidentale”.
Hernán
Cortés: “Cartas de relación”. El libro consta de cinco cartas escritas en
diferentes fechas: desde el 10 de julio de 1519 hasta el 9 de marzo de 1532. Cortés nació en
Medellín (Badajoz) en 1485, hizo dos años de estudios en la Universidad de
Salamanca. En 1504 (con sus diecinueve años) se embarcó hacia las Indias
Occidentales. “El primero de febrero de
1519, a los treinta y cuatro años de su edad, Cortés zarpa de Cuba para ir a la
cita con su destino”[1].
Es el viaje de conquista del continente americano. En 1521 conquistó México. En
1540 volvió a España acusado de muchos delitos. Sus grandes hazañas le
acarrearon muchos enemigos. El 2 de diciembre de 1547 (a los sesenta y tres
años) murió en Castilleja de Cuesta (Sevilla).
Francisco
López de Gómara: “Historia general de
las Indias”. El libro fue publicado en Zaragoza en 1552 y tiene 122
capítulos. El autor nació en Gómara, un pueblo de Castilla la Vieja. Su ciclo
vital: nació en 1511, nunca viajó al Nuevo Mundo pero obtuvo los datos de los
soldados Andrés Tapia, Gonzalo de Umbría, y del mismo conquistador Hernán
Cortés, de quien escribió una biografía. Murió en 1564.
Bernal
Díaz del Castillo: “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”. Finalizó la redacción de las crónicas en
Guatemala en 1568. Consta de 214
capítulos, cuya primera edición se publicó en 1632 en Madrid. El objetivo del
autor fue rebatir y corregir las crónicas erróneas como la de Francisco López
de Gómara. No hay datos cronológicos exactos de Bernal Díaz. Posiblemente nació
en 1496 en Medina del Campo (Cádiz). Cuando en 1563 Bernal Díaz se presentó en
Guatemala como testigo a favor de doña Leonor de Alvarado, hija del adelantado
Pedro de Alvarado, “[…] dijo que era de
edad de sesenta y siete años” (Probanza de de Méritos de doña Leonor de
Alvarado)[2].
En 1514 se embarcó hacia el Nuevo Mundo en la expedición de Pedro Arias de
Ávila. Participó en la expedición de Hernán Cortés y fue uno de los
protagonistas de la conquista de México. Falleció en Guatemala, probablemente
en enero de 1584 a los 88 años. Este libro es rico en testimonios tempranos de
México y de los países cercanos. Él mismo reconoce el valor histórico de sus
datos y de la limitación literaria de su escrito: “[…] y yo como no soy latino, no me atrevo a hacer preámbulo ni prólogo
[…] para poderlo escribir tan sublimadamente como es digno fuera menester otra
elocuencia y retórica mejor que no la mía; mas lo que yo vi y me hallé en ello
peleando como buen testigo de vista yo lo escribiré” (palabras preliminares
de la obra).
De los cuatro, sólo Hernán Cortés y Bernal
Díaz viajaron al Nuevo Mundo; los otros dos, sin salir del Viejo Mundo,
conocieron muchas cosas del ultramar gracias a sus informantes viajeros.
I. El mal del viejo mundo
La enfermedad de la viruela que causó
estragos en Europa pasó al Nuevo Mundo donde, en pocos días, desoló muchos
pueblos. Los quechuas la denominaron yana
muru (granos negros) diferenciando de puka
muru (granos colorados, sarampión). El descubrimiento de la vacuna por
Jenner en 1796 fue fundamental para la curación de este mal.
Los cronistas testimonian sobre los
terribles estragos en el Nuevo Mundo.
Hernán
Cortés da tres referencias de la enfermedad: Primera: A mediados de
diciembre de 1520: “[…] me partí de la
Villa de Segura la Frontera, que es en la provincia de Tepeaca, […] y yo con
veinte de caballo me fui aquel día a dormir a la ciudad de Cholula, porque los
naturales de allí deseaban mi venida; porque a causa de la enfermedad de las viruelas, que también comprendió
a los de estas tierras”[3].
(Tercera Relación, redactada el 15 de mayo de 1522 en Coyoacán, dirigida al
emperador Carlos V).
Segunda, otro caso en Tlaxcala: “Y otro día, todos los señores de esta
ciudad y provincia me vinieron a hablar y me decir cómo Magiscacin, que era el
principal señor de todos ellos, había fallecido de aquella enfermedad de las viruelas, y bien sabían que por ser tan
mi amigo me pesaría mucho”[4]. (Tercera relación).
Tercera: Refiere la muerte del enviado real
a México: “…y en este tiempo el dicho
Luis Ponce, juez de residencia, adoleció, y todos cuantos en el armada que él
vino vinieron; de la cual enfermedad quiso Nuestro Señor que muriese él y más
de treinta otros de los que en la armada vinieron; entre los cuales murieron
dos frailes de la Orden de Santo Domingo que con él vinieron, y hasta hoy hay
muchas personas enfermas y de mucho peligro de muerte, porque ha parecido casi pestilencia la que trajeron consigo”[5]. (Quinta Relación redactada el 15 de octubre
de 1524 en Tenuxtitan (sic).
Francisco
López de Gómara: Hablando del poblamiento de la isla La Española por los
españoles, dice: “Más fuéles dañoso venir
a poblarlo con españoles, porque les dieron viruelas, mal a ellos nuevo, y que mató a infinitos” (XXXII).
Bernal
Díaz del Castillo menciona esta enfermedad seis veces: “Y volvamos ahora a Narváez y a un negro que traía lleno de viruelas, que harto negro fue para la
Nueva España, que fue causa que se pegase e hinchiese toda la tierra de ellas,
de lo cual hubo gran mortandad, que,
según decían los indios, jamás tal enfermedad tuvieron, y como no la conocían,
lavábanse muchas veces, y a esta causa se murieron gran cantidad de ellos. Por
manera que negra la ventura de Narváez, y más prieta la muerte de tanta gente
sin ser cristianos” (CXXIV).
“Ya
en aquella sazón habían alzado en México otro señor, porque el señor que nos
echó de México era fallecido de viruelas,
y el señor que hicieron era un sobrino o pariente muy cercano de Montezuma”
(CXXX).
“Como
en aquel tiempo anduvo la viruela
tan común en la Nueva España, fallecían muchos caciques” (CXXXIV).
“[…]
cuando llegamos a Tlaxcala ya era fallecido de viruelas nuestro gran amigo, y muy leal vasallo de Su Majestad,
Maseecaci” (CXXXVI).
Hablando de por qué los de Tezcuco y México
no los atacaran, refiere: “[…] según
pareció entre los mexicanos y los de Tezcuco tenían diferencias y bandos, y
también como aún no estaban muy sanos de las viruelas, que fue dolencia que en toda la tierra dio y cundió”
(CXXXVII).
“[…]
otro día dijo Sandoval que se quería volver a Tezcuco, y los de Chalco le
dijeron que querían ir con él para ver y hablar a Malinche y llevar consigo dos
hijos del señor de aquella provincia que era fallecido de viruelas” (CXL). El calificativo que los indígenas dan a Cortés
es Malinche que significa: “capitán de Marina” (LXXIV, LXXV).
II. El mal del nuevo mundo
Aunque los científicos dicen que han
demostrado que el mal denominado treponema
pallidum ya existía en el Viejo Mundo desde antes de 1492; pero este mal fue
una novedad para los europeos. Por esta razón los escritores pensaron que había
aparecido en 1494 en Nápoles con la llegada del ejército francés de Carlos
VIII, y fue conocido como morbo
gálico, mal francés, mal napolitano. Si los científicos tienen razón, el caso
narrado por los escritores sería el recrudecimiento de un mal muy antiguo. Los
síntomas y nombres que dieron al mal fueron novedosos.
Francisco Delicado.
Reitero que el presente trabajo se basa en
citas literarias. Y, como se podrá comprobar, Francisco Delicado es quien da
más detalles del mal porque él mismo y la protagonista de su obra fueron
también víctimas. El mismo autor dice que escribió “La Lozana Andaluza” para
calmar su dolor: “así daré olvido al
dolor” (Dedicatoria).
1.
Síntomas.
1.1. Una estrella en la frente,
greñimón, picadura de mosca, incordio, buba.
En el mamotreto cuarto, al hablar del itinerario de Lozana antes de llegar a Roma, después de mencionar muchos pueblos bereberes, hay una rápida mención de Flandes. Quizás un juego evasivo del autor para no precisar el lugar donde Lozana se habría ganado la estrella en la frente.
En Marsella Lozana quedó pobre, triste, ultrajada
y abandonada a su suerte. “Y sobre todo
se daba de cabezadas, de modo que se le siguió una gran aljaqueca, que fue
causa que le viniese a la frente una estrella,
como abajo diremos” (IV). El autor avisa lo que se va a decir de la
estrella en los mamotretos posteriores. Al final del mamotreto cuarto hay un
dibujo de una estrella irregular de diez puntas.
En el mamotreto sexto relaciona la estrella
con greñimón que también lo escribe griñimón, nombre antiguo de la enfermedad
bubosa. Y la toca genovesa de Lozana sirve para ocultar o disimular el mal.
Ella cuenta a su amiga Sevillana lo que una vieja prostituta “barbuda, estrellera, mundaria” había dicho de ella: “¿No veis que tiene greñimón?
[…] pensó que porque yo traigo la toca baja y ligada a la ginovesa, y son
tantas las cabezadas que me he dado yo misma, de un enojo que he habido, que me
maravillo cómo so viva; que como en la nao no tenía médico ni bien ninguno, me
ha tocado entre ceja y ceja, y creo que me quedará señal.
Sevillana:
No será nada, por mi vida. Llamaremos aquí un médico que la vea, que parece una
estrellica”
(VI).
Aunque Lozana disimule su “estrella entre
ceja y ceja”, la Sevillana la descubre y le da ánimo porque se buscará su
curación.
Al final del mamotreto sexto también hay
una estrella de diez puntas:
El judío Trigo también se da cuenta de la
estrellita, aunque él la llama “picadura de mosca”: “Todo os dice bien; si no fuese por esa picadura de mosca” (XVI).
El judío Valijero ya le había informado que
en Roma había enfermas de greñimón: “Hay
putas de botón de griñimón noturnas”
(XX).
Lozana, en sus años ya de retiro de su
oficio de puta, reconoce que su mal es incurable: “No hay tan asno médico como el que quiere sanar el griñimón” (LIX).
El cliente enfermo Camerino entrega algo
para que Lozana les compre remedio para el incordio que tienen: “Señora Lozana, ensalmános estos encordios, y veis aquí esta espada y estos estafiles; vendedlos vos para
melecinas” (LXIV). Está evidente que el mal del cliente se manifiesta con
incordio que es tumor y buba. Estafiles son piezas del estribo.
Francisco
López de Gómara: Al referir la conducta de los primeros españoles en
Ciguaya, dice: “Desde aquella fortaleza (Santo
Tomé de Cibao) salían a tomar vitualla y
arrebataban mujeres, que les pegaron las bubas”
(XXII). En capítulo posterior explica sobre este mal: “Los de aquesta isla Española (Santo Domingo) son todos bubosos, y como
los españoles dormían con las indias, hinchiéronse luego de bubas, enfermedad pegajosísima y que
atormenta con recios dolores” (XXIX).
Bernal
Díaz del Castillo: Sin especificar ni describir el mal, hace mención de
algunos soldados españoles bubosos. “Y
pasó un Rodrigo Rancel, que fue una persona prominente y estaba muy tullido de bubas; no fue en la guerra para que de
él se hiciese memoria, y de dolores murió. Y pasó un Francisco de Orozco, que
también estaba malo de bubas y había
sido soldado en Italia […] Y vino un fulano Peinado, que se tulló del mal de bubas después de ganado México; murió
en la Veracruz” (CCV). ¿El soldado Orozco se contagió en de bubas en
Italia? Es que dos veces se menciona sus servicios en ese país: capítulos XXVI
y CCV.
“Andrés
de Monjaraz fue capitán cuando la guerra de México […] y como estaba muy malo
de bubas, y a esta causa no hizo
cosa que de contar sea […]; murió de dolor de las bubas” (CCVI).
1. 2.
Tabique nasal hundido. Boca hundida.
Francisco
Delicado: Dos prostitutas hablan de Lozana recién llegada a Roma.
Beatriz:
Hermana, ¿vistes tal hermosura de cara y tez? ¡Si tuviese asiento para los antojos! Mas creo que si se cura que sanará.
Teresa
Hernández: ¡Andá ya, por vuestra vida, no digáis! Súbele más de mitad de la
frente; quedará señalada para cuanto
viviere. ¿Sabéis qué podía ella hacer? Que aquí hay en Campo de Flor munchos
d’aquellos charlatanes, que sabrían medicarla por debajo de la banda izquierda
(VII).
Es una clara lamentación al tabique hundido
donde no se podrían asentar los anteojos o gafas; y que esa huella quedará para
siempre. La expresión “banda izquierda” se refiere al bazo.
La española Lavandera también tiene la boca
hundida y escaso pelo.
Lavandera:
Ay señora! La humildad d’esta casa me ha hecho pelar la cabeza…
Lozana:
¿Y la humildad os hace hundir tanto la
boca? (XII).
El autor refiriéndose a Lozana: “Ésta comprará oficio en Roma, que beneficio
ya me parece que lo tiene curado, pues no
tiene chimenea, ni tiene do poner antojos” (XXIV). Clara alusión al mal
que está visible en su nariz (chimenea) y en el tabique hundido que no puede
soportar los anteojos.
El comendador alaba la locuacidad de
Lozana: “¡Dóla a todos los diablos, y qué
labia tiene! ¡Si tuviera chimenea!”
(XXVII).
Lozana describe al personaje Trujillo, pero
se refiere a la relación de nariz grande con sexo grande: “¿Qué señas daré d’él salvo que a él le sobra en la cara lo que a mí me falta?” (LI). A ella le falta la nariz por la enfermedad
que padece.
1. 3.
Pérdida de pelos.
La alopecia hace caer los pelos de la
cabeza y de las cejas (corona de Venus); pero ella, en los primeros días de su
llegada a Roma aún conserva los cabellos y cejas.
Sevillana:
Los cabellos os sé decir que tiene
buenos. (VII).
Lavandera también sufre de alopecia: “La humildad d’esta casa me ha hecho pelar la cabeza” (XII).
Divicia le increpa a Lozana de por qué no
se ha podido curar la caída de cejas por la enfermedad: “¿Y vos los pelos de las cejas?”
(LIV). A estas alturas, Lozana ya muestra la corona de Venus.
Lozana habla a uno de los
cuatro palafreneros: “Vení vos, ¡oh qué
tenéis de pelos en esta forma! Dios os bendiga; vería si tuviese cejas” (LXIV).
2.
Nombres del nuevo mal.
2.1. Mal de
Francia.
Francisco
Delicado:
Lozana:
Decíme, ¿cuánto ha que estáis en Roma?
Lavandera:
Cuando vino el mal de Francia.
(XII).
La respuesta de Lavandera hay que completar
con el siguiente dato histórico: En 1495 llegó el rey francés Carlos VIII con
su ejército a Nápoles, entre los soldados ya había enfermos del extraño mal.
En el diálogo del Auctor con Rampín, éste
menciona el mal.
Auctor:
¿Qué ensalmo te dirá?
Rampín:
El mal
francorum. (XVII). El mal de los franceses, ya que usa el genitivo
plural latino.
Lozana, en los primeros días de su estadía
y trabajo en Roma, se informa por el valijero de las clases de putas, de sus
procedencias y problemas.
Lozana:
¿Todas tienen sus amigos de su nación?
Valijero:
Señora, al principio y al medio, cada una le toma como le viene; al último, al francés, porque no las deja hasta la
muerte (XXI). Una clara alusión al mal francés que entonces
aún no tenía remedio.
Silvano habla de las putas ya enfermas: “Que como se hacen francesas o grimanas, es necesario que, en muerte o en vida, vayan
a Santiago de las Carretas” (XLV). El hospital Santiago de las Carretas
estaba lleno de enfermas del mal de Francia, grimana o greñimón.
En el siguiente diálogo de dos putas
matreras hay datos de cómo y en dónde comenzó el mal. Divicia relaciona el mal
con la lepra, pero sugiere su aparición en el puerto.
Lozana:
No viene ninguna puta, que deben jabonar el bien de Francia. Dime, Divicia, ¿dónde comenzó o fue el principio
del mal francés?
Divicia:
En Rapalo, una villa de Génova, y es puerto de mar, porque allí mataron los
pobres de San Lázaro, y dieron a saco los soldados del rey Carlo cristianísimo
de Francia aquella tierra y las casas de San Lázaro, y uno (de
los soldados) que vendió un colchón por
un ducado, como se lo pusieron en la mano, le salió una buba ansí redonda como el ducado […] Después, aquél lo pegó a cuantos
tocó con aquella mano […] Que por eso se dice: el Señor te guarde de su ira,
que es esta plaga, que el sexto ángel derramó sobre casi la meatad de la
tierra” (LIV). En los discursos anteriores hay mucha polisemia conceptista.
“Bien de Francia” es eufemia del “mal de Francia”. El topónimo Rapalo tiene
relación con el verbo “rapar” y la palabra “palo”. “Mano” tiene el sentido
sexual masculino. “Sexto ángel” se refiere al diablo; y, como anota el editor: “Seis es número simbólico (el sexo, el
demonio, el mal)”[6].
Lozana piensa que el mal no
tiene cura porque todavía no conoce el remedio llegado del ultramar: “Di que sanarás el mal francés, y te judicarán por loco del todo, que ésta es la mayor
locura que uno puede decir, salvo quél leño salutífero” (LV).
Francisco
López de Gómara: Relata cómo llamaron al mal los que no sabían sus
orígenes: “Los otros llamáronle mal francés, creyendo habérselo pegado
franceses” (XXIX).
2.2. Mal de Nápoles.
Francisco Delicado:
Lozana:
¡Mira si son sesenta años éstos!
Divicia:
Por cierto, que paso, que cuando vino el rey Carlo a Nápoles, que comenzó el mal
incurable el año del 1488, vine yo a Italia (LIII).
Aquí hay un error cronológico porque Carlos VIII, rey de Francia, entró en
Nápoles el 22 de febrero de 1495.
El compañero explica al
autor: “Esta Lozana es sagaz, y bien
mirado ha de todo lo que pasan las mujeres en esta tierra, que son sujetas a
tres cosas: a la pensión de la casa, y a la gola, y al mal que después les viene de
Nápoles” (XXIV).
Lozana y Divicia hablan de la procedencia
de la plaga, y la hipótesis es que habían echado sangre de perros y leprosos en
vino y en agua que la gente bebía y se infectaba, y hasta hablan desde cuándo.
Lozana:
¿Y las plagas?
Divicia:
En Nápoles comenzaron… Munchos murieron,
y como allí se declaró y se pegó, la gente que después vino d’España llamábanlo
mal de Nápoles, y éste fue su
principio, y este año de veinte y cuatro (1524) son treinta y seis años que
comenzó (LIV). Según esta cuenta habría comenzado en 1488; pero
otro dato de la llegada del rey francés Carlos VIII a Nápoles fue en 1495. Hay
un error de 7 años. Pero ya hay cierta alusión a España como origen del mal.
Francisco López de Gómara: Habla de
los soldados españoles enfermos de bubas en la isla Española: “Sintiéndose atormentar y no mejorando, se
volvieron muchos de ellos a España por sanar, y otros a negocios, los cuales
pegaron su encubierta dolencia a muchas mujeres cortesanas, y ellas a muchos
hombres que pasaron a Italia a la guerra de Nápoles a favor del rey don
Fernando el Segundo contra franceses, y pegaron allá aquél su mal. En fin se
les pegó a los franceses; y como fue a un mismo tiempo, pensaron ellos que se
les pegó de italianos, y llamáronle mal
napolitano” (XXIX).
Carreta
Francisco
Delicado:
Valerián:
[…] a ellos doman ellas, y a ellas doma la carreta
(XXX). Según el editor se refiere al mal que ya padece Lozana.
En la “Historia general de las Indias”
(Franciso López de Gómara), escrita 28 años después de el “Retrato de Lozano
Andaluza” (Francisco Delicado), ya hay un breve reconocimiento de que los
españoles fueron los portadores del mal. “Empero
también hubo quien le llamó sarna
española” (XXIX). El cronista cita a autoridades que estudiaron el mal:
“Hacen mención de este mal Joanes de
Vigo, médico, y Antonio Sabelico, historiador, y otros diciendo que se comenzó
a sentir y divulgar en Italia el año de 1494 y 95” (XXIX). Los datos
cronológicos son los más cercanos a los primero viajes de los españoles al
Nuevo Mundo. Este mismo cronista escribe de que el mal no se quedó en Europa
sino que fue llevado a India: “[…] y Luis
Bertomán, que en Calicut por entonces pegaron a los indios este mal de bubas en
viruelas, dolencia que no tenían ellos y que mató infinitos” (XXIX).
III. La medicina procedente
del nuevo mundo
Leño o leña de Indias Occidentales, palo santo.
Francisco Delicado:
Lozana habla de la planta medicinal llegada
desde el Nuevo Mundo: “Ya comienza a
aplacarse (el mal) con el leño de las
Indias Occidentales. Cuando sean sesenta años que comenzó, alora cesará” (LIV).
Pronostica que el mal será superado a los sesenta años de su aparición, en 1548
según sus cálculos. El uso de seis décadas, otra vez, tiene la connotación
sexual por el número seis, que en latín es sex.
Sin embargo, Lozana no conoce por
tratamiento propio el remedio venido del Nuevo Mundo: “Di que sanarás el mal francés,
y te judicarán por loco del todo, que ésta es la mayor locura que uno puede
decir, salvo quél leño salutífero”
(LV).
Sobre el palo guayaco, Delicado escribió un tratado como él mismo lo declara en
su “Cómo se escusa el autor”, que aparece después de los 66 mamotretos del
Retrato de La Lozana Andaluza: “Y en el
tratado que hice del leño de India,
sabréis el remedio mediante el cual me fue contribuida la sanidad”. Por ser
un enfermo del mal de Francia es que pudo describir con detalles los síntomas
de esta enfermedad.
Francisco
López de Gómara:
“Así
como vino el mal de las Indias, vino el remedio, que también es otra razón para
creer que trajo de allá origen, el cual es el palo y árbol dicho guayacán, de cuyo género hay
grandísimos montes. También curan la misma dolencia con palo de la China, que
debe ser el mismo guayacán o palo santo, que todo es uno. Era este
mal a los principios muy recio, hediondo e infame; ahora no tiene tanto rigor
ni tanta infamia” (XXIX). Al hablar de la isla Boriquén (Puerto Rico)
agrega: “Hay también mucho guayacán, que llaman palo santo, para curar de bubas y otras
dolencias” (XLIV).
Las medicinas como el guayacán (siglos XV y
XVI), el salvarsán y el neosalvarsán (inicios del s. XX) no fueron tan
eficientes en todos los casos; sólo después del descubrimiento de la penicilina
es que la terrible enfermedad venérea ha llegado a tener curación.
IV. Comentario final
La rápida conquista de América no se debió
sólo por la superioridad de armas de los españoles; también hubo un factor muy
importante que poco se ha tomado en cuenta en las historias: la llegada de
nueva enfermedad que en poco tiempo mató más indígenas que los conquistadores.
Los indígenas, al ver que los forasteros no morían de la peste que los estaba
matando, los llamaron teules
considerándolos poderosos y con naturaleza divina. Y los españoles, conocedores
de este trato espcial, hicieron todo lo posibles para no perder esa
calificación. “Y a esta causa, […] nos llamaron teules, qu es, como he dicho, o dioses o demonios”[7].
[...] y enterramos el muerto en una de aquellas casas que tenían hechas en los
soterraños, porque no lo viesen los indios que éramos mortales, sino que
creyesen que éramos teules como ellos
decían”[8].
En las primeras relaciones de grupos
humanos diferentes, naturalmente, hay intercambios de morbos que se convierten
en pestes por no haber defensa ante nuevos microorganismos. Si la viruela fue
la causa de la muerte de muchos americanos; la sífilis también causó estragos
en la población europea.
El novelista Mario Vargas Llosa al narrar
la vida del pintor francés Paul Gauguin (París 1848 – Atuona, Islas Marquesas,
1903) en su novela “El paraíso en la otra esquina”, no menciona ni una vez la
palabra sífilis, prefiere llamarla “la
enfermedad impronunciable” 17 veces; y una vez la llama “la maldita”. Aquí
están algunas citas de la novela: “[…]
traías dentro de ti la enfermedad
impronunciable, Paul. Una marca infamante, pero, también, tu credencial de
hombre sin frenos”. ¿Quién le había contagiado este mal? ¿Dónde?
Refiriéndose a una prostituta conocida como vagina
dentata, dice: “¿Te había contagiado
ella la enfermedad impronunciable?
[…] ¿A esa negra panameña debías que se te hubiera debilitado la vista, que te
fallara el corazón, que las piernas se te hubieran llenado de pústulas?” p. 246. Paul Gauguin, como los españoles del
Siglo XV, se contagió en América.
[1] Manuel Alcalá: Nota preliminar de “Cartas de Relación” de Hernán
Cortés, p. XI
[2] Bernal Díaz del Castillo: “Historia verdadera de la conquista de la
Nueva España”, pp. 656-7.
[3] Hernán Cortés: “Cartas
de Relación”, pp.104-105.
[4] Ibidem.
[5] Ibidem.
[6] Ibidem: Nota 8. Mamotreto LIV, p. 429.
[7] Bernal Días de castillo, cap. XLVII, p. 80.
[8] Ibid. Cap. LXV, p. 113.
Bibliografía
Carranza Romero, Francisco: “Diccionario quechua ancashino – castellano”. Edit.
Vervuert, Madrid, 2003.
Cortés, Hernán: “Cartas de Relación”. Edit. Porrúa, México, 1979.
Delicado, Francisco: “Retrato de la Lozana Andaluza”. Edit. Cátedra, Madrid, 1985.
Díaz del Castillo, Bernal: “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”. Edit.
Porrúa,México D.F., 2002.
Fernández, Adela: “Diccionario ritual de voces nahuas”. Edit. Panorama, México D.F., 1985.
Gómez de Silva, Guido: “Breve diccionario de la lengua española”. FCE, México D. F., 1985.
López de Gómara, Francisco: “Historia general de las Indias”. Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1979.
Vargas Llosa, Mario: “El paraíso en la otra esquina”. Edit. Alfaguara, Bogotá, 2003.
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