VALORACIÓN DE LA CULTURA INDÍGENA EN PER
Francisco Carranza Romero
Resumen
La
valoración de la cultura indígena en Perú está relacionada con el conocimiento
y el respeto de la naturaleza y del indígena que la habita. El poblador de la
zona rural piensa que la naturaleza está viva y ella le da vida; por eso la
internaliza y la recrea. Esta recreación se manifiesta en su actitud, lengua,
creencia, gastronomía, medicina, rito y principios que rigen la vida. Por eso,
el estudio de la cultura indígena es el acercamiento a ella para conocerla
mejor en su sincronía y diacronía.
Palabras clave: Cultura;
indígena; naturaleza; rural.
Abstract
The valorization of Indigenous culture in Peru is
related to the knowledge and respect for nature and towards Indigenous peoples
that inhabit the land. Those who inhabit rural areas believe that nature is
alive and that it gives life; therefore, they engage in the processes of
internalizing and recreating nature. The recreation is manifested in the
attitude, language, beliefs, gastronomy, medicine, rituals, and principles that
dictate and guide Indigenous peoples’ lives. For this reason, the study of
Indigenous culture is also a rapprochement with nature, to get to better
understand her in its synchrony and diachrony.
Keywords: Culture; indigenous;
nature; rural.
Introducción
Los tiempos
que vivimos es del predominio del pensamiento utilitarista y monetarista. Una
actividad que no genera dinero no es relevante. Por ejemplo, los servicios de
salud, educación y seguridad se han convertido en negocios. Dentro de este
ambiente no se da la debida importancia a los estudios de las culturas
indígenas en las que están incluidas las lenguas, relatos, creencias, ritos y
muchas manifestaciones artísticas. Quienes las estudian haciendo muchos
esfuerzos no sólo carecen de apoyo y comprensión; sino que también reciben
muchos calificativos despectivos: idealistas, románticos, no realistas, no
pragmáticos, desfasados…
Y, quien se
atreve a hablar quechua en un barrio de los pitucos peruanos (los que, por
tener cierto poder económico, se creen los peruanos especiales), se expone a
que lo califiquen de “indio”, “indígena” y lo discriminen. Pituco equivale a
pijo (España), sifrino (Venezuela), cheto (Argentina). El usuario común del
castellano no diferencia la etimología y el campo semántico de las palabras
indio e indígena; simplemente las usa como sinónimas y con la intención
despectiva.
La
educación escolarizada en todos sus niveles, desgraciadamente, poco ayuda a
superar los prejuicios (juicios a priori) contra las manifestaciones culturales
de los amerígenas (los que han nacido en el continente americano). En los
textos y clases se siguen repitiendo los pensamientos y actitudes colonialistas
que vienen desde el siglo XVI. Pero, si estas manifestaciones (restos
arqueológicos, festividades tradicionales, interpretaciones musicales, danzas,
ritos, vestimentas, comidas, remedios, productos artesanales, etc.) generan
ganancias económicas, son muy publicitadas. Muchos extranjeros llegan a Perú
con el deseo de conocer y apreciar estas manifestaciones in situ. Y el turismo
es una actividad que aporta bien al presupuesto nacional y da labor y ganancia
a muchos sectores formales e informales.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
1. Estrecho y erróneo concepto de ciencia.
Por la
iniciativa del sacerdote Alberto Gonzales, representante de Concytec (Consejo
Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica) de Áncash, fuimos a
la oficina principal en Lima. El mencionado sacerdote ya había reservado una
audiencia con el director. Llegamos puntuales y entramos a la oficina del
director donde, después de los saludos de protocolo, le expusimos y pedimos el
apoyo para la publicación del “Diccionario del quechua ancashino - castellano”,
elaborado por mí durante muchos años. Su respuesta inmediata fue lacónica y
tajante: “Concytec apoya sólo investigaciones científicas”. Salimos pronto de
la oficina. Afuera, comentamos sobre sobre el pensamiento y la actitud del
director, ingeniero de profesión. Habría sido suficiente negar el apoyo
aduciendo al presupuesto limitado; pero, había expresado su prejuicio, no por
ser ingeniero, sino por su limitada formación académica. Los “científicos” y
“técnicos” como él, aunque tengan los títulos universitarios, no consideran a
la Lexicografía, una disciplina de la Lingüística, como ciencia; por algo,
acabo de transcribirlos entre comillas. Es la demostración de la ignorancia
etimológica de los vocablos “ciencia” y “científico” que son derivados del
latín: verbo scire (scio, scis, shii, shitum) y del
sustantivo scientia. La escena descrita no sólo es el mal uso de la
palabra ciencia, sino también la actitud de menosprecio a los indígenas,
creadores de sus manifestaciones culturales.
Unos años
después, la editorial europea Iberoamericana-Vervuert publicó mi diccionario.
Con el apoyo de mi familia asumí todo el costo porque deseaba aportar algo a mi
cultura materna. Doné un ejemplar al sacerdote Gonzales y a algunas
bibliotecas: Biblioteca Nacional (Lima), Pontificia Universidad Católica del
Perú, Hankuk University of Foreign Studies (Corea, donde era docente) … Por
suerte, el libro ha tenido acogida y ya está como libro electrónico.
2. ¿Para qué sirve el quechua?
En una
reunión virtual promovida por una institución de Huaraz (capital de Áncash,
Perú) alguien intervino sorpresivamente: ¿Para qué sirve el quechua? Una
pregunta provocativa y con menosprecio a los que estábamos intercambiando
opiniones sobre algunos aspectos de nuestra cultura andina. Luego, el
irrespetuoso e imprudente cerró el micrófono y la pantalla. Estaría sonriendo
de su “gran hazaña” sin pensar en su magna y atrevida ignorancia.
Ignorantes
e irrespetuosos como él, hay muchos. Son los que, sin mirarse bien en el
espejo, creen que la historia en América comenzó en 1492 (la llegada de
Cristóbal Colón a la isla Guanahaní); y que en Perú comenzó en 1532. No les
importa saber qué pasó a los pobladores de América después de la llegada de los
conquistadores europeos y después de la independencia. El doctor Eugenio
Chang-Rodríguez (peruano de ascendencia china por línea paterna), al hablar de
la independencia de Cuba (1898), dice: “La población amerindia ya no existía,
porque había sido casi completamente exterminada por los conquistadores y sus
descendientes.” (p. 156).
Por ignorar
la lengua quechua que aparece en muchos topónimos hay un nevado mal llamado
Alpamayo, transcrito así en los textos escolares y enciclopedias. Alpamayo,
proviene del quechua allpa mayu: río terroso, río barroso. Así
se llama el río que corre debajo del nevado Shuyturraju (shuytu rahu: nevado
alargado o piramidal). Los que nacimos en la comunidad de Quitaracsa así lo
hemos llamado a nuestro nevado. Repito: Alpamayo (Allpamayu en
quechua) es el río barroso que en los meses de lluvia recorre por el caserío
que lleva su nombre. Pero, este río, al llegar al río Santa adquiere otro
nombre: Cedros, por los árboles cedros plantados en sus márgenes durante la
construcción de la carretera de Huallanca a Caraz. Para cuestionar este nombre
erróneo del glaciar hay que conocer la lengua quechua y comprender los cambios
fonéticos y ortográficos cuando pasa al castellano.
3. Escuela castellanizante.
Es
comprensible que los documentos (registro de matrícula y certificados) estén en
castellano para que sean comprensibles en todo el Perú y en los países
hispanos. Pero no es comprensible que los textos estén en castellano y los
profesores enseñen y examinen en castellano en las áreas rurales donde se habla
quechua.
Para evitar
la generalización, recurro al dato testimonial. Como en mi pueblo natal,
comunidad campesina de Quitaracsa (Áncash), había una escuela primaria hasta el
Segundo Año, mis padres, mis hermanos mayores y mi maestra Fulceda Caballero
Rincón me animaron a continuar los estudios y me convencieron diciéndome muchas
veces: “Waktsaqam alli yachakurlla pallarikan”: El pobre se supera
sólo estudiando bien. Así me enviaron a Caraz (capital de la provincia de
Huaylas, Áncash) para terminar la primaria. Allí experimenté la realidad
desventajosa para los que hablábamos el idioma quechua. En el aula, todo en
castellano (texto, clase, examen y conversación). En la calle, actitud de
menosprecio hacia los que usábamos el quechua por la necesidad de comunicarnos.
Muchos de mis compañeros quechuahablantes dejaron de estudiar año tras año. Y
yo, a pesar de todo, continué. ¿Cuánta fuerza tenía aquel niño fuera de su
familia y de su realidad física y cultural? ¿Demasiado cumplidor de los
consejos y órdenes de los mayores? Ahora, ya septuagenario, después de pasar
muchos años cumpliendo el largo proceso de la educación escolarizada, doy toda
la razón a mis mayores: Yachakuy naanillam waktsakunapa pallarikaynin:
El estudio es el único camino de superación de los pobres. Más datos están en
mis libros “Madre Tierra, Padre Sol” y “El mundo da vueltas”.
Entonces,
aprendí el castellano por la necesidad de comunicarme con los que realmente no
me entendían o pretendían no entenderme. Sin ninguna metodología de aprendizaje
de la segunda lengua fui asimilando el castellano día a día. Con mucha atención
escuchaba las expresiones verbales mientras miraba los actos paraverbales
(mímica y gesto) del emisor; luego, tras mi limitada comprensión, comenzaba a
elaborar la respuesta repitiendo cada palabra. En ese proceso lento, con
frecuencia comparé mi quechua con el castellano; y concluí que eran lenguas
diferentes en muchos aspectos. Sin embargo, sonreí al comprobar que los que
decían que no hablaban quechua usaban muchas palabras quechuas pronunciándolas
un poco diferentes. ¿Esos castellaneros no se daban cuentan de su castellano
quechuizado? O, ¿es mi opinión después de muchos años estudiando y
reflexionando sobre el castellano peruano?
En este
forzado aprendizaje también asimilé la coprolalia hispana que, con el tiempo,
dejé de usarla cuando no era necesaria. Por este proceso llegué a ser un
bilingüe subordinado quechua-castellano. Después, en la secundaria, por
estudiar en el Seminario San Francisco de Sales (Huaraz), un colegio de
formación sacerdotal, comencé a estudiar la lengua de Cicerón y algo de la
lengua de Homero; así fui comprendiendo el origen de muchas palabras y el
proceso de los cambios fonéticos y de la gramática del latín al castellano.
Beata illa tempora.
Muchos años
después, al estudiar Lingüística, supe explicar mi proceso de aprendizaje del castellano:
del conocimiento de la sincronía castellana había pasado a la diacronía. Sin
embargo, he visto con mucha tristeza que muchos bilingües subordinados
quechua-castellano, al no poder soportar la presión social diaria, prefieren
negar su conocimiento del quechua. En las urbes del Perú se requiere mucho
valor y seguridad para afirmar y demostrar que uno habla quechua o para
identificarse indígena. Y esta actitud es un desafío a la realidad
sociocultural.
La escuela
y los medios de comunicación escrita y audiovisual promueven también la
sumisión a la cultura extranjera. Por ejemplo: Los onomásticos extranjeros,
bien o mal escritos, hasta de los ciudadanos que hablan quechua, son ejemplos
evidentes. Cuando he preguntado a muchos por los significados de sus nombres
que los identifican, la respuesta ha sido alzar los hombres como expresión de
que eso no les importa. Los nombres y apellidos, identidad de los ciudadanos,
se han convertido sólo en palabras que suenan y se transcriben con mucha
arbitrariedad. “En los nombres no hay reglas” es la expresión justificativa de
los que ignoran las normas de la ortografía y la etimología de las palabras.
Así, los nombres de las personas son enigmas, palabras cuyos significados no
son comprendidos ni por los que ostentan los títulos de estudios superiores.
Shutipis naanim: El
nombre también es destino (camino). Algunos andinos y los asiáticos del extremo
oriente se preocupan por poner el nombre adecuado al neonato. Por esta
preocupación, antes de registrarlo, consultan a los que saben sobre los
nombres. Quien, desde la infancia, sabe el significado de su nombre crece
consciente del significado de las palabras (realizaciones sonoras y escritas)
que lo identifican. Comprende que su nombre es el deseo de sus padres y es su
destino.
Cuando un
funcionario de una empresa de servicios en Lima me quería atarantar con sus
tecnolectos burocráticos en vez de resolver mi solicitud de cancelar o dar de
baja el teléfono fijo de mi casa, le pregunté el significado de su nombre
Carlos que estaba visible en su credencial que colgaba en el pecho, alzó los
hombros antes de responder; luego, soltó lo que mejor podía decir en el
momento: “Yo no creo en los nombres”. Ay, Carolus, stultus Carolus. Así no eres
muy querido; pero sí, un creído e ignorante del significado de tu nombre -rumié
en mi interior-.
Mis hijas
tienen nombres quechuas gracias al apoyo y apertura mental de mi esposa. Cuando
realicé una gestión documental en la oficina consular de Seúl, di los nombres
de mis hijas. El funcionario temporal, quien ya me conocía, gastó una broma
preguntándome: ¿Son chapas o nombres? Mi respuesta fue: Son nombres cuyos
significados hacen buena combinación con sus apellidos. Luego, le expliqué que
para los andinos y asiáticos el nombre es también destino (Shutipis
naanim); por eso hay la preocupación por poner el nombre conveniente del neonato.
(https://universoquechuablogspot.com/2016/02/civilizacion-y-vacuidad.html).
Compruebo que pocos hemos superado los pesados
prejuicios y estigmas. Aunque muchos intenten burlarse de nosotros por hablar
el quechua, nos atrevemos a hacerlo en algunas circunstancias.
4. Instituciones con doble discurso.
Ahora, un
caso laboral. Las solicitudes y entrevistas no se hacen en quechua en el
concurso por un puesto laboral para la población rural que habla quechua.
Cuando una enfermera bilingüe quechua y castellano, que competía por un puesto
laboral, se presentó a la entrevista ante los miembros del jurado, estos le
hicieron la observación de que no tenía el certificado de conocimiento de
quechua. La postulante, superando el ambiente tenso, delicado y de miedo, se
atrevió a decir despacio y con el mayor respeto: “Yo soy quechuahablante”.
Ninguno de los ilustres miembros del jurado se atrevió a hablar quechua para
comprobar lo que afirmaba la postulante; al contrario, uno del jurado, alzando
y batiendo una hoja de papel, sentenció tuteando: “Eso lo debes demostrar con
un documento”. Sin embargo, a nadie se le pidió el certificado de la
competencia lingüística del castellano (https://bit.ly/3W51JEw).
Los
funcionarios, cuando les conviene, usan la retórica ilustrada y califican al
quechua como idioma nativo, indígena, aborigen, autóctono, oriundo y vernáculo;
en otras circunstancias, lo consideran como un idioma extranjero aun dentro de
las áreas donde se usa como lengua de comunicación general. Así maltratan a la
gente que habla quechua.
5. Desidia por el estudio y cuidado de nuestra realidad física y
cultural.
En los
cantos y discursos se habla del orgullo de ser peruano; pero, en la realidad,
es más discurso que realidad. El Perú es un territorio muy accidentado; por
ende, con variedad de climas. En este espacio hay diversidad de biósfera.
Dentro de esta diversidad vital, vivió el ser humano desde hace milenios. La
convivencia con la naturaleza convirtió al ser humano en consciente cuidador y
transformador de ella. Mientras recolectaba y cultivaba los productos vegetales
fue conociendo sus valores nutritivos y medicinales. Eso también hizo con los
animales a los que cazó y domesticó los que pudo. Esta riqueza cultural,
resultado de la experiencia de milenios, hay que estudiarla, conservarla y
mejorarla con los nuevos recursos de la modernidad.
Como el
hombre rural tiene el pensamiento hilozoísta porque considera a la naturaleza
como un ser vivo, vive en contacto con ella, la siente como la causa y parte de
su existencia; por eso, la defiende cuando la maltratan y la convierten en
simple recurso que genera dinero. Es cuando la urbe y el campo, al no
comprenderse, se enfrentan.
Los
enfrentamientos de los pobladores del lugar con los defensores de las empresas
que, en busca de los materiales que generan ganancias económicas, afectan a la
naturaleza: tala de bosques, contaminación del agua y del aire. Las empresas
están representadas por los estudios de abogados y por las autoridades del
gobierno quienes, después de negociar con ellas, envían a las fuerzas
policiales y militares para acallar a los que protestan. Todo, en nombre del
orden.
Extraña gastronomía. Hay
poco conocimiento y valoración de la gastronomía de las zonas rurales porque en
las urbes se imita el menú extranjero. Aquí menciono algunas comidas.
Fuera del
consumo de los productos comunes, también hay consumo de insectos. En Perú hay
gente que come la hormiga sikisapa (culona). En Colombia
(Neiva, Santander del Norte, Santander del Sur) también se come, y es llamada
hormiga culona.
Una especie
de grillo, llamada langosta del campo, es plato exquisito en muchos lugares. El
grillo comestible (mikuna chukllush) es delicioso cuando está asado o
frito. Los mexicanos comen el chapulín, por eso lo crían y comercializan. Los
coreanos también comen el metugi. “Los grillos también se convierten en
alimento para el hombre. Existen tres clases de grillos susceptibles de ser
criados como alimento: el grillo campestre; el que tradicionalmente encontramos
en el campo y al que oímos cantar en verano.” (Vilcapoma, 2010, p. 158). La larva
de ciertos insectos también es comestible. El suri peruano es
como la larva del gusano de seda, pondegi o peondegi, que se come en Corea.
Hongo de mazorca de maíz. En Áncash es conocido como puqpii (Quitaracsa) y aputu (Caraz).
Su nombre científico es: Ustilago maydis. Este hongo, pasado por agua caliente,
se convierte en exquisito plato de ensalada y guiso en Quitaracsa. En México lo
llaman huitlacoche, que es muy bien aprovechado en la comida; y ya es un
producto de exportación. En otros países lo conocen como la trufa mexicana.
Comida fermentada. Los
andinos consumen la papa fermentada, tocosh (tuqush, tsunu, chuñu). El
maíz fermentado es también llamado tocosh. Y en la época de la pandemia de
Covid-19 fue consumido porque ayuda a fortalecer al sistema inmunológico. Los
coreanos también aprecian la comida fermentada: doenjang o toenjang (frijol
molido y fermentado) y kimchi (verdura fermentada).
6. Hay extranjeros que aprenden quechua.
Este
escrito no es solo de lamentaciones jeremíacas; es también de reconocimiento a
los ciudadanos, aunque poquísimos, que se acercan a la comunidad quechua con el
deseo de aprender su lengua y sus valores culturales.
Daniel
Hintz con la colaboración de Gudelia Medrano, Rosa Pinedo, Ábila Collantes y
Diane Hintz ha publicado el libro: “Guía del quechua de Corongo (llaqwash)”. En
la carátula se indica: Volumen 1, Gramática pedagógica. Este volumen fue
publicado gracias al generoso aporte económico del médico
peruano-estadounidense Enrique Liñán (un respetable mecenas en el siglo XXI).
Es un texto didáctico con bellos dibujos y fotografías; además, tiene un disco
para quien se interese escuchar. Es el resultado de muchos días, meses y años
de esfuerzo de la gente que labora sin pensar en el lucro. Los esposos Hintz
son estadounidenses que han tenido la actitud noble de acercarse a la gente de
Áncash y, especialmente, a los de Corongo (provincia de Áncash) para conocerlos
y aprender la lengua quechua. El libro es el resultado de muchas notas, fotos y
grabaciones. Un valioso material para los estudiosos de la cultura andina.
El italiano
Ivo Baldi (el fallecido obispo de Huari) visitó mi comunidad dos veces cuando
era obispo de Huaraz. Se ganó el cariño de la gente porque podía comunicarse en
quechua hasta en sus homilías. Sudó con los fieles en la labor de la reparación
de la capilla.
La etnóloga
y montañista francesa Doris Walter quien, antes de la pandemia de Covid-19,
visitaba con frecuencia la comunidad de Quitaracsa llevando grupos de
extranjeros que viajaban con ella a pie conociendo la orografía y la biósfera
andinas. Ella es muy recordada por los quitaracsinos porque dialogaba con ellos
en su propia lengua.
Los polacos
Elzbieta Jodlowska y Miroslaw Maka (RIP), estudiosos del temible personaje
Pishtaco (pishtakuq: degollador de gente inocente), también se ganaron
la amistad y confianza de los quechuas del área de Huaraz porque dieron el paso
de aprender y valorar la cultura de sus hospedadores. Ellos recibieron el
aprecio de la gente; por eso llegaron a ser padrinos de algunos niños del
lugar; así tienen compadres y ahijados quechuas.
He citado a
cinco extranjeros que aprendieron la lengua andina con paciencia, y pudieron
mantener diálogos en quechua; por eso, merecieron y merecen nuestro respeto y
gratitud. Son esfuerzos y sacrificios sin pensar en la ganancia económica.
Estos esfuerzos y logros dan otro tipo de satisfacciones: la alegría de ser la
voz de los que no tienen voz, y el gozo espiritual de haber llegado al otro con
actitud fraterna. Y yo, como un andino que habla, estudia y fomenta el quechua,
les reitero mis agradecimientos.
Comentario Final
En la
formación profesional de los peruanos se debe enfatizar el conocimiento de la
realidad física, histórica y cultural del país para valorarla y valorarnos.
Nadie valora lo que no conoce. Escuchemos el mensaje de un canto coreano del
siglo XVII:
Flores
caídas en el jardín por el viento de anoche.
El muchacho
quiere barrer todas con la escoba.
Déjalas.
Aunque ya caídas, siguen siendo flores.
(Kim Cheon-Taek, sijo 411, p.
156)
El futuro
del Perú lo construimos todos los peruanos con dos actitudes: conociendo
nuestro pasado y no borrándolo ni destruyéndolo; asumiendo nuestro presente
(realidad física y cultural). Este “nuestro” es inclusivo, que en Quechua I
(Áncash, Lima Huánuco, Pasco y Junín) se expresa con el morfema nominal y
verbal -ntsik (después de vocal simple; -nintsik después
de vocal larga, diptongo y consonante. La sílaba -ni- es un
refuerzo fonético). “Y todo aquel que no tiene futuro no es hombre.” (Paz, p. 299).
Referencias Bibliográficas
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Romero, F. (2000). Madre Tierra, Padre Sol. Computer Age, TRujillo, Perú.
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Cheon-Taek. (2021). Antología del canto coreano sijo (Cheongguyeong-eon). Verbum. (Traducción de Hyesun Ko y Francisco Carranza Romero).
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Vilcapoma,
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Rectores, Lima, Perú.