FRANCISCO CARRANZA ROMERO
Prejuicios del ignorante
Aprovechando las facilidades que nos brinda el uso de internet, el 24 de septiembre de 2004 entré a la página
web de la revista peruana Caretas, publicada en Lima, edición
# 1841 del 23 de septiembre. Allí leí un artículo
titulado: “Indios en Washington” donde el autor expresa
abiertamente sus prejuicios raciales. Al informar sobre
las actividades del presidente peruano en los Estados
Unidos, dice: “Toledo asistió a la inauguración del Museo
de Indios de América (sin alusiones personales)”.
Después de leer este artículo con varias referencias
prejuiciosas, me puse a pensar: ¿Ese periodista habría
leído algún libro actual de Ciencias Sociales? De haberlo
leído, quizás no habría comprendido ni asimilado los
cambios del pensamiento, porque en las Ciencias
Sociales, desde hace muchas décadas, se usa la palabra
“indígena” –de origen latino que significa: nativo, aborigen,
originario– en vez de la palabra “indio”.
Con la palabra “indígena”, todos somos indígenas de
algún lugar, incluyendo al autor del artículo mencionado.
Y, abarcando la dimensión continental, tenemos
indígenas de América, indígenas de Europa, indígenas
de África, indígenas de Asia e indígenas de Oceanía.
Desde ahora, preparémonos para el futuro cuando nos
encontremos con los seres de otros planetas y estrellas;
entonces, los terrígenas estaremos unidos o desunidos
frente a los alienígenas.
Repasemos un poco la historia
El error comenzó
con Cristóbal Colón que creyó que en el 12 de octubre de
1492 había llegado a India siguiendo una ruta contraria,
por eso denominó “indios” a los caribeños.
Los europeos,
aun después de comprobarse el error de Colón, siguieron
usando la palabra “indio” para referirse a la gente
no europea ni cristiana. Después le añadieron la carga
semántica de desprecio e insulto. Entonces, “indio”
llegó a significar: bárbaro, salvaje, ignorante, no civilizado,
no europeizado, de color más oscuro que los
europeos, etcétera.
Por esos mismos días de la edición de la revista
peruana (septiembre de 2004) se celebró un simposio en
la universidad coreana donde laboro: “Reading Indian
Literature in Cultural Text”. Cuando asistí comprobé que
el evento había sido organizado por el Departamento de
Hindi y era sobre la Literatura de India. El adjetivo
“indian” estaba bien usado, porque los indios son los
pobladores de India.
Y, qué coincidencia, por esos días también recibí un
folleto (México: dónde estamos y hacia donde vamos),
impreso y publicado en México con varias páginas sobre
el apoyo a los indígenas de ese país, aquí cito un párrafo:
“El Sistema de Radiodifusoras Culturales Indigenistas
cuenta con una cobertura potencial de 22 millones de
radioescuchas, de los cuales, 5.5 millones son indígenas.
Transmite en 31 lenguas”. La palabra indígena se repite
muchas veces, y ni una vez usa la palabra “indio”.
Indudablemente, los redactores de este folleto están más
actualizados que el periodista peruano de la revista
limeña. Oyendo hablar a alguien podemos saber quién
es; asimismo, al leer lo que alguien escribe podemos
saber quién es.
Volviendo a la revista peruana. La respuesta, en el siguiente número, a algunos que criticaron el artículo no fue de asumir el error sino de justificación aduciendo que “indio” es una palabra usada. Ampararse en la ley del uso es muy cómodo; pero, al mismo tiempo, irresponsable. En inglés también los intelectuales usan “indigenous” en vez de indian. Todo el problema está en la voluntad y el esfuerzo de actualizarse para superar los antiguos prejuicios basados en el color de la piel y en algunas diferencias del modus vivendi.
Volviendo a la revista peruana. La respuesta, en el siguiente número, a algunos que criticaron el artículo no fue de asumir el error sino de justificación aduciendo que “indio” es una palabra usada. Ampararse en la ley del uso es muy cómodo; pero, al mismo tiempo, irresponsable. En inglés también los intelectuales usan “indigenous” en vez de indian. Todo el problema está en la voluntad y el esfuerzo de actualizarse para superar los antiguos prejuicios basados en el color de la piel y en algunas diferencias del modus vivendi.
El dramaturgo mexicano Tomás Urtusástegui me
comentó que fue en Perú, más que en ningún país de
América, donde había comprobado el fuerte racismo
de los de la piel clara contra los de la piel oscura.
Mientras en Perú se sigan fomentando los prejuicios
raciales, culturales y regionales será muy difícil
realizar la integración nacional tan deseada y necesaria.
Lo indígena no debe ser usado solamente como un anzuelo exótico para atraer a los turistas extranjeros, porque es parte fundamental y viva de la realidad nacional.
Lo indígena no debe ser usado solamente como un anzuelo exótico para atraer a los turistas extranjeros, porque es parte fundamental y viva de la realidad nacional.
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