EL MULTICULTURALISMO ENTRE LA VERDAD
Y LA FARSA
Francisco Carranza Romero
3 de diciembre de 2023 en Museo Larco Herrera
¡Ven, ven, quienquiera que seas, ven!
Infiel, religioso o pagano, poco importa.
¡Nuestra caravana no es la de la desilusión!
¡Nuestra caravana es la de la esperanza!
¡Ven, aunque hayas roto mil veces tus promesas!
¡Ven, a pesar de todo, ven!
Jalaloddin Rumi (1207Bajl, Afganistán- 1273 Qonya, Turquía)
El clamor multicultural y fraterno del poeta Rumi, desde el siglo
XIII y desde Asia, sigue sonando lejano e incomprensible para los que
viven pensando solamente en cómo ganar más dinero, más fama y
más poder.
¿Podemos ser multiculturales sin respetar a otros?
Cual objetos de uso diario las palabras también se gastan de
forma y significado por tanta repetición hasta inoportuna. Entonces
recurrimos a otras palabras novedosas que llamen la atención y
sirvan como lemas. La palabra ecumenismo, usada por la iglesia
católica cuando promovía el diálogo de las religiones, ha pasado al
archivo o se ha quedado limitado al pequeño círculo que promueve el
diálogo franco para lograr la convivencia pacífica de los creyentes de
diferentes religiones.
La palabra globalización impactó a los políticos y comerciantes
(ahora denominados “empresarios”). Así comenzó la fiebre del
Tratado de Libre Comercio de interés muy mercantil que ya parece el
Tratado de Libre Comer. Los presurosos firmantes de estos convenios
abren los mercados pensando en comisiones visibles e invisibles.
Ahora estamos con la moda de las palabras multiculturalismo o
pluriculturalismo (multi, pluri son prefijos sinónimos). La preferencia
por una de ellas depende de los gustos personales y grupales. En su
significado original, el multiculturalismo es una propuesta de la
coexistencia pacífica y con respeto recíproco a pesar de
la diversidad cultural.
Sin embargo, ¿se respeta y acepta todas las
manifestaciones culturales? Si la respuesta es afirmativa, ya estamos
en el nivel de la verdadera convivencia fraterna de la humanidad que
busca la unidad dentro de la diversidad. Pero, en la práctica, parece que la palabra
multiculturalismo esconde algo porque busca estimular para que el
“otro” (el supuesto enemigo) se acerque y acepte la cultura del
dominador. Luego que ese “otro” haya aceptado el patrón cultural del
dominador, es más fácil la dominación. En otras palabras más
sencillas: El “otro” (extranjero, inmigrante; por tanto, el más débil)
debe dar el paso y aceptar el patrón cultural dominante; pero no el
dominador hacia él. Como se aprecia, es una propuesta poco sincera.
Invité a un amigo extranjero para escuchar la música y danza
folclóricas que a mí me encantan. Después de unas piezas comenzó a aburrirse. “Me gustaría ver las partituras”, bostezó mostrando su
descontento. Él, que estaba oyendo la música y estaba viendo a los
intérpretes con sus vestidos e instrumentos musicales típicos, quería
las partituras para entender lo que sus oídos captaban y sus ojos
veían.
El amigo, posiblemente, no activaba su mundo de la
imaginación como para relacionar esa manifestación cultural con la
geografía (orografía, clima, mares, ríos, vientos, climas), con la
biodiversidad (plantas, animales y humanos), con el proceso histórico
y con otras manifestaciones culturales. Su cerrado pensamiento le
impedía sentir, entender y valorar otras formas de expresión cultural.
Pero ese “extranjero”, no necesariamente tiene que ser un
alienígena o un terrígena de otro continente o país; puede ser uno
nacido en el mismo espacio y tiempo que yo; pero, innegablemente,
tiene un supuesto patrón cultural que le impide comprender y valorar
otras expresiones culturales. Éste, aunque haya aprendido otras
lenguas fuera de su lengua materna, no tiene la apertura para
aceptar otras personas y culturas.
El esfuerzo de aceptar los valores de otras culturas puede ser
llamado de muchas maneras (interculturalismo, interrelación,
interpenetración, interconexión, fusión); pero es el paso decisivo
para hacer más humana la humanidad. La verdadera fraternidad
supera las explicaciones verbales, es la práctica, es la vida.
Fuera de nuestros prejuicios, el otro problema es que usamos
las palabras sin conocer su orígenes y significados.
En un congreso
internacional me cansé de escuchar a un ponente usando la palabra
“indio” para referirse al poblador americano; intervine criticando este
abuso de “indio” por “indígena” indicando que el término “indio” fue
un error de Colón y que luego sirvió para calificar negativamente a
los no europeos. La coordinadora, española por su inconfundible
pronunciación, dijo: “Así se usa, y el uso es también una ley”. Mi
réplica fue breve: Uti, non abuti. “¿Qué?” fue la inmediata y
altisonante respuesta que provocó sonrisas. Éste es un caso de
incomprensión aun hablando el mismo idioma.
En vez de imponer las
ideas sin escuchar y meditar sobre otras propuestas, hay que hacer el esfuerzo para entendernos.
Muchos hispanoamericanos escolarizados consideran lo
indígena americano como algo extraño. Ergo, los indígenas
americanos también se sienten como extranjeros en sus propios
países. Necesitamos el diálogo franco y horizontal entre los pueblos. Y
más allá del diálogo interhumano, necesitamos también el diálogo con
la madre naturaleza. Basta escuchar la voz de un quechua:
Runam
Patsa naanita purin.
Patsam tiksi naanita purin.
Tiksim hatun kallpa
naanita purin.
Hatun kallpam kikin kallpa naanita purin.
Runa, Patsa,
tiksi, hatun kallpa kallpalla kayan
(El hombre anda el camino de la
Tierra.
La Tierra anda el camino del universo.
El universo anda el camino de la gran energía.
La gran energía anda el camino de la verdadera energía.
Hombre, Tierra, universo y gran energía son sólo energías).
La Tierra anda el camino del universo.
El universo anda el camino de la gran energía.
La gran energía anda el camino de la verdadera energía.
Hombre, Tierra, universo y gran energía son sólo energías).
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