DESARROLLO Y DESARROLLISMO
Los políticos y los técnicos intentan iluminar nuestro
mundo con sus floridos discursos repitiendo
el vocablo desarrollo y presentándolo como el
único remedio para nuestros males. Sin embargo, tanta contaminación
y desorden acompañados de otras tantas perogrulladas,
loas y verborreas poco aclaran el ambiente. Es que el
desarrollo sin planificación y sin la participación del pueblo no
es más que el vacuo desarrollismo que genera el caos.
Central Hidroeléctrica de Quitaracsa
Para no ser abstracto ni genérico, cito un caso concreto:
la construcción de la Central Hidroeléctrica de Quitaracsa.
En 2006, gracias a las breves noticias periodísticas, la
comunidad campesina de Quitaracsa (Perú) se enteró, sorprendida,
del proyecto de la construcción de una central
hidroeléctrica aprovechando las aguas cristalinas de su río.
Sin embargo, sus actuales autoridades y pobladores ignoran
los datos precisos: ¿Quiénes participaron en el convenio con la
empresa constructora? ¿En qué lugar se construirá? Los campesinos
sólo recuerdan a ciertos visitantes citadinos a quienes
los atendieron como hacen con los forasteros. Esos forasteros
habrían visto la abundancia y la limpidez del río Quitaracsa
porque los campesinos no arrojan sus basuras al río. Y esos
visitantes, posiblemente, habrían elaborado el proyecto de la
central hidroeléctrica.
¿Los técnicos habrían pensado en los beneficios para la
comunidad? O, ¿solamente habrían calculado los beneficios
económicos para la empresa vendiendo la energía hidráulica?
¿Se habrían considerado los cambios económicos, sociales,
morales y culturales que afectarán a la comunidad?
Que quede muy claro: Ningún poblador de Quitaracsa se
opone al progreso; pero sí, todos quieren saber los detalles del
proyecto para poder participar con responsabilidad en el convenio
antes del inicio de la obra. La modernidad, por más
buena que sea, debe ser aceptada por el consenso general. Si el Ministerio de Energía y Minas ha dado el visto bueno
al proyecto de una empresa privada sin hacer participar al
pueblo, otra vez se ha equivocado.
Las distinguidas autoridades
peruanas que firman el convenio no conocen los lugares de
los proyectos ni vivirán allí. Con este modus operandi de “llevar
el progreso ignorando al pueblo” se quita la oportunidad
de que el pueblo sea partícipe consciente de los cambios de su
historia. Es la obligación de las autoridades distritales, provinciales
y regionales de promover el diálogo para informar y
orientar cualquier proyecto que afecte a los pueblos para evitar
los posteriores enfrentamientos y lamentos como ya han
ocurrido con los proyectos mineros.
El progreso no debe ser impuesto porque ni el paraíso se
impone. Eso hacen sólo los dictadores que niegan el poder de
decisión a los pueblos.
Los quitaracsinos, aunque esperan trabajar como obreros
en la obra, también tienen sus temores porque la gente extraña
que llegue puede afectar la vida de la comunidad. Y, como
ya ha ocurrido en muchos lugares, los extraños pueden dedicarse
a excavar y destruir los restos arqueológicos que abundan
en la zona y que todavía no han sido estudiados por gente
especializada, ya que sólo han sido fotografiados y admirados
por los visitantes extranjeros. Los traficantes del patrimonio
cultural, que dañan las conciencias de la gente con dádivas
y dinero, ya están merodeando. Por algo hay tantos tesoros
peruanos en el extranjero que difícilmente serán devueltos.
La comunidad quechuahablante de Quitaracsa, a pesar
de la escuela castellanizante, mantiene muchas manifestaciones
culturales propias porque hasta ahora ha vivido sin carretera y sin energía eléctrica. Un pueblo vale tanto por su riqueza cultural
como por su progreso tecnológico. Aun en el atraso y pobreza
hay valores culturales que deben ser respetados. Y la riqueza cultural
tradicional es también una atracción del turismo.
La realidad es que los campesinos de Quitaracsa, aunque
autosuficientes por sus cultivos, ganados, telares y la práctica
tradicional de la medicina, no tienen el dinero suficiente para
condicionar sus viviendas para la era de la electricidad, ni
para la instalación del fluido eléctrico, ni para los pagos mensuales
del consumo de electricidad. Si estos problemas no son
resueltos antes del inicio de la obra, la central hidroeléctrica no
será un beneficio para la comunidad, sólo será un jugoso
negocio para la empresa comercializadora de la energía. Y
cuando la comunidad reclame sus derechos, la empresa pedirá
la protección al gobierno central; entonces llegarán las fuerzas
del orden para defender los intereses de los empresarios. Aunque la Historia Oficial no mencione, la memoria colectiva
recuerda el modus operandi del sistema político que gobierna.
Antes del inicio del trabajo conviene que intervengan el
Instituto Nacional de Cultura (para defender el patrimonio cultural),
el Ministerio de Agricultura, el Ministerio de Energía y
Minas, y la comunidad de Quitaracsa para defender sus derechos
y asumir sus responsabilidades.
Así como deseamos que el progreso llegue a los pueblos
más alejados para superar el atraso y la pobreza, también
deseamos que el pueblo tome conciencia del valor del desarrollo
sin convertirlo en una panacea. Porque hay tantos casos en
que el desarrollismo ha generado el desorden, la contaminación
del medio ambiente, y la muerte de la riqueza cultural que no da
orgullo y alegría a los pueblos. Un ejemplo: el pueblo andino de
Oroya es uno de los diez más contaminados del mundo debido
a la contaminación minera. ¿Un motivo de orgullo para el Perú?
El desarrollismo y el materialismo han destrozado los grandes
valores: la familia, la solidaridad y la ecología. Y el Perú informal
es una horrible y desordenada modernidad.
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