MUSEO DE ÁFRICA EN COREA
Francisco Carranza Romero
Superando el ambiente de
restricciones y miedo, efecto de la pandemia de Covid-19, mi esposa y yo
retornamos a Corea después de cuatro años de nuestra ausencia. Después de estar
unos días en Seúl, el 8 de agosto partimos hacia el este para visitar el pueblo
de Danyang, provincia de Gangwon, donde pernoctamos. Al día siguiente nos
decidimos conocer Kosi Tonggul (Caverna del Linaje Ko). En realidad, yo era el
más deseoso de conocer esta caverna porque mi esposa tiene el apellido Ko.
Guiados por el programa
del navegador el vehículo nos llevó hasta el pueblito de Yeongwol, enfrente de
la caverna; pero, para ingresar allí, teníamos que cruzar el puente peatonal
sobre el río Han. Apenas subimos la escalera que da acceso al puente vimos una
construcción diferente de otras por tener el techo cónico y alto como las
viviendas típicas de África. Aguzando la mirada supimos que era el Museo de África.
Sorprendidos, asociamos el local con un conocido nuestro que había sido miembro
del cuerpo diplomático de la República de Corea en Argentina, Chile y algunos
países de África. Además, había sido vicepresidente del Consejo de América
Latina.
Después de recorrer la larga,
zigzagueante, fría y estrecha garganta de la caverna con el casco en la cabeza para
protegernos, nos dirigimos hacia el museo. Cuando terminamos de ver las piezas
y fotografías de muchos países africanos, aparecieron el embajador en retiro,
Cho Myong Haing (el apellido precede al nombre) y su esposa. Entonces, felices
por el reencuentro después de muchos años, nos sentamos alrededor de una mesa,
para conversar sobre los años idos y actualizarnos con muchos datos nuevos
tomando café, aporte africano que todo el mundo lo degusta. Es cuando surgieron
muchas inquietudes y reflexiones.
Según los estudios de la
Paleontología, los fósiles más antiguos de los antepasados de la especie humana
están en África. Por ejemplo, los fósiles de Lucy (Australopithecus afarensis)
es de casi cuatro millones de años y están en Etiopía. Este dato nos hace mirar
a África con respeto, seriedad y como parte de nuestra historia.
Una obra quijotesca
El embajador Cho, en su
condición de diplomático de la República de Corea, recorrió muchos países de
África y se documentó todo lo que pudo. Día tras día, año tras año, fue conociendo
lugares, gentes y las manifestaciones culturales hasta que terminó enamorado.
El diplomático había dado el paso decisivo para comprender la africanidad. En
cada viaje a Corea fue transportando los materiales que iba adquiriendo,
pensando en exhibirlos algún día para que los coreanos pudieran conocerlos y
hacer el viaje de la imaginación.
Cuando se retiró del
servicio diplomático buscó un lugar donde exponer todos los materiales
adquiridos en África y transportados a Corea. En esos momentos de inquietudes y
afanes se contactó con las autoridades del condado de Yeongwol, quienes,
comprendiendo la importancia del proyecto cultural, le cedieron un local donde
antes había funcionado una escuela. Entonces, el embajador Cho, muy emocionado,
invirtió dinero, tiempo y mucha labor en la remodelación del local hasta
convertirlo en un museo dedicado a África en un pueblo pequeño y alejado de la
capital del país y de otras ciudades importantes. Y su labor continúa porque
muchas veces, él mismo se encarga del cuidado del césped, flores y árboles.
El museo es un ambiente
de dos pisos donde están las muestras según los países. Los materiales en
exhibición permanente son tallados de madera, cerámicas de variedad de
arcillas, adornos de marfil y de semillas de plantas, telas de lana y de fibras
vegetales, objetos de cuero, dibujos desde temas reales hasta abstractos,
objetos de metal y muchas fotografías. Todos estos materiales narran mejor que
muchas palabras.
El Museo de Artes de
África en Yeongwol, así es su nombre oficial, está en la ribera del río Han, en
un valle rodeado de muchas montañas como las gibas de los camellos. En la
estación de verano, las montañas y valles son de color verde. El museo tiene
amplio espacio en su alrededor que sirve para acampar; además, buenos servicios
de alojamiento con agua y desagüe que dan comodidad a los visitantes. Antes de
la pandemia los estudiantes solían hacer las visitas, levantaban sus tiendas y
pasaban bonitos días.
En Corea hay dos museos
fundados por dos embajadores retirados de la labor diplomática: Museo de
Latinoamérica y el Museo de África. Son muestras de que algunos diplomáticos,
más allá de sus labores en las relaciones internacionales y protocolares,
también demuestran su sensibilidad artística y dan el paso de acercamiento
fraterno hacia otras culturas.
Esperamos que los coreanos
reconozcan el esfuerzo quijotesco del embajador Cho que ha puesto al continente
africano al alcance de ellos. El viaje desde Seúl es más de dos horas; esto,
gracias a la vía bien pavimentada con interminables túneles y puentes que
acortan las distancias y evitan las curvas.
Y, ojalá (voz árabe) que
los países africanos con sedes diplomáticas en la República de Corea colaboren
con más materiales de sus pueblos y realicen sus actividades culturales en el
museo donde aparecen los nombres de sus países. Como decía Quijote: “Agradecer
es virtud de los bien nacidos”.
Superando el ambiente de
restricciones y miedo, efecto de la pandemia de Covid-19, mi esposa y yo
retornamos a Corea después de cuatro años de nuestra ausencia. Después de estar
unos días en Seúl, el 8 de agosto partimos hacia el este para visitar el pueblo
de Danyang, provincia de Gangwon, donde pernoctamos. Al día siguiente nos
decidimos conocer Kosi Tonggul (Caverna del Linaje Ko). En realidad, yo era el
más deseoso de conocer esta caverna porque mi esposa tiene el apellido Ko.
Guiados por el programa
del navegador el vehículo nos llevó hasta el pueblito de Yeongwol, enfrente de
la caverna; pero, para ingresar allí, teníamos que cruzar el puente peatonal
sobre el río Han. Apenas subimos la escalera que da acceso al puente vimos una
construcción diferente de otras por tener el techo cónico y alto como las
viviendas típicas de África. Aguzando la mirada supimos que era el Museo de África.
Sorprendidos, asociamos el local con un conocido nuestro que había sido miembro
del cuerpo diplomático de la República de Corea en Argentina, Chile y algunos
países de África. Además, había sido vicepresidente del Consejo de América
Latina.
Después de recorrer la larga,
zigzagueante, fría y estrecha garganta de la caverna con el casco en la cabeza para
protegernos, nos dirigimos hacia el museo. Cuando terminamos de ver las piezas
y fotografías de muchos países africanos, aparecieron el embajador en retiro,
Cho Myong Haing (el apellido precede al nombre) y su esposa. Entonces, felices
por el reencuentro después de muchos años, nos sentamos alrededor de una mesa,
para conversar sobre los años idos y actualizarnos con muchos datos nuevos
tomando café, aporte africano que todo el mundo lo degusta. Es cuando surgieron
muchas inquietudes y reflexiones.
Según los estudios de la
Paleontología, los fósiles más antiguos de los antepasados de la especie humana
están en África. Por ejemplo, los fósiles de Lucy (Australopithecus afarensis)
es de casi cuatro millones de años y están en Etiopía. Este dato nos hace mirar
a África con respeto, seriedad y como parte de nuestra historia.
Una obra quijotesca
El embajador Cho, en su
condición de diplomático de la República de Corea, recorrió muchos países de
África y se documentó todo lo que pudo. Día tras día, año tras año, fue conociendo
lugares, gentes y las manifestaciones culturales hasta que terminó enamorado.
El diplomático había dado el paso decisivo para comprender la africanidad. En
cada viaje a Corea fue transportando los materiales que iba adquiriendo,
pensando en exhibirlos algún día para que los coreanos pudieran conocerlos y
hacer el viaje de la imaginación.
Cuando se retiró del
servicio diplomático buscó un lugar donde exponer todos los materiales
adquiridos en África y transportados a Corea. En esos momentos de inquietudes y
afanes se contactó con las autoridades del condado de Yeongwol, quienes,
comprendiendo la importancia del proyecto cultural, le cedieron un local donde
antes había funcionado una escuela. Entonces, el embajador Cho, muy emocionado,
invirtió dinero, tiempo y mucha labor en la remodelación del local hasta
convertirlo en un museo dedicado a África en un pueblo pequeño y alejado de la
capital del país y de otras ciudades importantes. Y su labor continúa porque
muchas veces, él mismo se encarga del cuidado del césped, flores y árboles.
El museo es un ambiente
de dos pisos donde están las muestras según los países. Los materiales en
exhibición permanente son tallados de madera, cerámicas de variedad de
arcillas, adornos de marfil y de semillas de plantas, telas de lana y de fibras
vegetales, objetos de cuero, dibujos desde temas reales hasta abstractos,
objetos de metal y muchas fotografías. Todos estos materiales narran mejor que
muchas palabras.
El Museo de Artes de
África en Yeongwol, así es su nombre oficial, está en la ribera del río Han, en
un valle rodeado de muchas montañas como las gibas de los camellos. En la
estación de verano, las montañas y valles son de color verde. El museo tiene
amplio espacio en su alrededor que sirve para acampar; además, buenos servicios
de alojamiento con agua y desagüe que dan comodidad a los visitantes. Antes de
la pandemia los estudiantes solían hacer las visitas, levantaban sus tiendas y
pasaban bonitos días.
En Corea hay dos museos
fundados por dos embajadores retirados de la labor diplomática: Museo de
Latinoamérica y el Museo de África. Son muestras de que algunos diplomáticos,
más allá de sus labores en las relaciones internacionales y protocolares,
también demuestran su sensibilidad artística y dan el paso de acercamiento
fraterno hacia otras culturas.
Esperamos que los coreanos
reconozcan el esfuerzo quijotesco del embajador Cho que ha puesto al continente
africano al alcance de ellos. El viaje desde Seúl es más de dos horas; esto,
gracias a la vía bien pavimentada con interminables túneles y puentes que
acortan las distancias y evitan las curvas.
Y, ojalá (voz árabe) que
los países africanos con sedes diplomáticas en la República de Corea colaboren
con más materiales de sus pueblos y realicen sus actividades culturales en el
museo donde aparecen los nombres de sus países. Como decía Quijote: “Agradecer
es virtud de los bien nacidos”.
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