DEMOS MEJOR TRATO A LA
NATURALEZA (cinco elementos)
Francisco Carranza Romero
Comunidad campesina de Quitaracsa
Todos los seres humanos
nacemos, crecemos y morimos en espacio y tiempo definidos. Una verdad
indiscutible. Sin embargo, en el trato que damos a la naturaleza hay maneras de
pensar y actuar que colisionan. Unos se preocupan por la vida de la naturaleza porque
se consideran ser sus hijos o huéspedes temporales. Otros no se preocupan por
la vida de ella, sólo quieren beneficiarse.
Para salvar la vida de la
naturaleza, incluyendo la nuestra, hay muchas propuestas que consisten en la
necesidad de cambiar nuestra manera de pensar y actuar. La presente propuesta
es intercultural por la vía lingüística recurriendo al español y quechua.
1. Visión respetuosa y afectiva.
Los
que viven en el área rural, generalmente, por estar en continua relación con la
naturaleza, la conocen; por eso, la respetan y la aman. Por este conocimiento y
sentimiento -proceso que se inicia desde la niñez- llegan a tratarla como a una
madre y como a un padre, o como su vivienda.
El andino que habla el
idioma quechua expresa con toda naturalidad los tratos lingüísticos de respeto a
la naturaleza que se complementan con los ritos a los elementos. Por conservar
la cultura nativa el andino considera que la naturaleza está viva; por eso,
desde la niñez aprende a dialogar con ella. Por este pensamiento y actitud es
calificado de hilozoista.
Patsa mama (Quechua
I) o Pacha mama (Quechua II): Madre tierra. Es
la figura materna que ofrece los frutos que sustentan la vida. Es el escenario
donde los seres de la biósfera nacen, crecen y mueren.
El andino se comunica con la madre tierra
(chacra, piedra, montaña, nevado), le presenta ofrendas (coca, chicha, tabaco y
cereal tostado). Además, en algunos lugares va amontonando piedra sobre piedra
que con el tiempo y las frecuencias se van convirtiendo en morritos. Este
morrito es llamado apachita (apacheta en la versión española) que contiene
la intención del oferente y sirve también como indicador del camino, frontera y
aviso de que no es un lugar adecuado para descansar por el encuentro de los
vientos o por la emanación de gases tóxicos.
Yaku mama:
Madre agua. Calma la sed de los seres humanos, vegetales y animales. La imagen
antropomorfa del agua es Ayra, mujer bondadosa y bella que mora
en las lagunas, manantiales, ríos y cataratas. Ella socorre a quien solicita su
ayuda. Además, con su bello canto y con su fragancia espumosa después de su
baño, encanta a la gente escogida.
La madre agua (laguna,
río, nevado, manantial, catarata y nube) recibe respeto, ofrendas, cantos,
danzas y venias. En la época de la extirpación de las idolatrías y de la
persecución de los practicantes del rito taki unquy (melopatía,
enfermedad del canto) se siguió practicando en los lugares a donde los
doctrineros no podían llegar, y fue conocido con el mitónimo ayra.
Inti Yaya:
Padre Sol. Da calor y luz, tan necesarios para la vida. Dato testimonial: En
Quitaracsa (Áncash, Perú), cuando los primeros rayos del sol aparecían sobre los
nevados, los niños le saludábamos quitándonos nuestros sombreros para que nos diera
abrigo y salud durante todo el día: Rimaykukuqmi Inti Yaya o Napakullaqmi
Inti Yaya (Padre sol, recibe mi humilde saludo). Estábamos poniendo en
práctica lo que habíamos visto y oído a nuestros mayores.
La Madre Luna (Killa
Mama) también recibe ofrendas de sus hijos porque alumbra en las noches que
se aprovechan para regar, viajar y hacer otras actividades. Ella no sólo marca
el paso del tiempo.
Wayra Yaya:
Padre Viento. Lleva el oxígeno y nube con agua que produce la lluvia. Sólo
cuando se aloca corre rápido y desesperado llevando consigo peste y
destrucción. Es el uti wayra (lluvia loca). Los que saben sobre estos ventarrones
siembran árboles en las partes cercanas de sus casas por donde llega el fuerte
viento.
Hayni
(haani en el Callejón de Huaylas): Energía de la vida, ánima.
Está en todos los elementos dándoles existencia, movimiento y vida. Por ser la
energía sin forma no es perceptible por los sentidos; por tanto, no recibe el
trato de madre o padre. Y pocos son los que conocen esta energía. Gracias al
jayni (según la ortografía castellana) la naturaleza tiene vida y se comunica
con la gente.
2. Visión utilitaria. Los
pobladores de las urbes, generalmente, viven más dedicados a las actividades
económicas: compra y venta, fabricación de cosas y actividades remuneradas. Sus
viviendas y sus locales de labor están construidos con cemento, metal, vidrio,
plástico y madera; son espacios que tienen precio por su tamaño y ubicación.
Sus caminos son de asfalto y cemento. Las ciudades y fábricas contaminan porque
pocas ciudades tienen centros de tratamiento de agua sucia y basura. Los ríos y
mares, receptores de la suciedad, están enfermos. Y algunos países, para liberarse
de sus desechos radiactivos y tóxicos, los arrojan muy lejos de sus
territorios.
Con el pensamiento mercantilista
de la naturaleza se apropian de ella usando cualquier medio (de facto o con
papeles sellados). Así, los terrenos cultivables y eriazos, montañas, ríos,
lagunas, playas y la vida vegetal y animal que hay en esos espacios se
convierten en propiedades privadas que son negociables.
Actualmente, el paisaje
de los espacios públicos (bien común) en las urbes es una exhibición de la suciedad
y la falta de cuidado a la naturaleza. Los plásticos de toda clase y aleación,
las colillas de cigarrillos, los restos de chicles (gomas de mascar), los
papeles y latas se exhiben como muestras del grado de la inmadurez ecológica de
sus pobladores. El ambiente público está descuidado en los países ricos y
pobres, en los desarrollados y subdesarrollados.
Y las máquinas
transformadoras de la materia también contaminan la tierra, agua y aire.
3. Tornemos la mirada
hacia las culturas indígenas. Superando el pesimismo
hagamos el esfuerzo de curar a la naturaleza que está enferma y que se
manifiesta en los cambios climáticos. No continuemos ensuciándola con basura y
humo de los combustibles fósiles. Aceptemos que ella es nuestra casa, nuestra
madre. No abusemos de los productos químicos en la actividad agropecuaria
(insecticida, abono y hormona) y en la gastronomía (saborizante y colorante) esperando
sólo los mejores resultados económicos. Salvar la vida de la naturaleza es también
salvar la nuestra.
Ha llegado el momento en
que tornemos nuestra mirada hacia las poblaciones indígenas para valorar el
pensamiento y la actitud de ellas, aunque con menos grado de educación escolarizada
y con menos adelanto tecnológico, dan mejor trato a la naturaleza desde hace
miles de años; por eso han sobrevivido a los cataclismos, pestes y maltratos de
otros humanos que les arrebataron sus bienes, los esclavizaron y hasta los
vendieron como objetos.
Cantemos
y bailemos como hacen los andinos en el plenilunio más grande del año (hatun
pampa killa):
Intimi
yayaaqa. Killami mamaaqa.
Llapan
quyllurkuna nuqapa panniikuna.
(El sol es mi padre. La
luna es mi madre. / Y todas las estrellitas son mis hermanitas.)
Con disminuir la
contaminación del medio ambiente habremos iniciado la recuperación de la vida.
Y este cambio de pensamiento y actitud es responsabilidad de todos nosotros,
sin ninguna excepción.
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