RÍOS CONTAMINADOS POR GENTES CONTAMINADAS
21 de noviembre de 2016
En Medio Oriente está el Mar Muerto, muy conocido desde la antigüedad. La leyenda dice que allí moraron pueblos corruptos que fueron destruidos por el castigo divino (Génesis cap. 20). En el siglo XXI muchos ríos que pasan por las ciudades también se están muriendo, no por la salinidad ni por estar debajo del nivel del mar ni por el castigo divino, sino porque la gente sin conciencia ecológica arroja sus inmundicias a sus aguas.
En el interior de esta gente “civilizada” (Civitas: ciudad. Civis: ciudadano) también corren ríos contaminados de muchos prejuicios. He tenido que recurrir a voces latinas civitas, civis para relacionarlas con las hispanas “civilización, civilizado” de las que abusan los pajarracos citadinos.
Volviendo al río, hay muchos envenenados y casi muertos. Y el Santa, río más caudaloso de la costa peruana, es uno de ellos.
Río Santa y mi experiencia infantil
Mi comunidad materna de Quitaracsa, por donde corre el río cristalino del mismo nombre y es afluente del Santa, tenía entonces una escuelita sólo hasta el Segundo Año de Primaria. Para continuar los estudios mis padres me enviaron a Carás, (capital de la provincia de Huaylas, departamento de Áncash, Perú). Ellos querían que yo estudiara más para ser alguien y no otro campesino perseguido por pensar y decir: La tierra es de quien la trabaja. Mi abuelo, mi padre y hermano mayor sufrieron persecuciones por esta causa.
Después de un año de castellanización forzada y sin planificación en la Escuela Primaria 339 -ahora no existe-, ya comprendía y usaba esta segunda lengua en la que escribo este texto. En una clase de Lenguaje el profesor explicaba sobre la concordancia obligatoria del género del adjetivo con el sustantivo. Yo, muy intrigado, asimilaba la regla del castellano haciendo comparación con mi lengua materna quechua que no tiene marcas distintivas de género para el nombre ni para el adjetivo. Entonces, en un arranque de valentía y de extrema inquietud, recordando las letras del huayno que estaba de moda: “Rio Santa, Río Santa caudaloso”, me atreví a preguntar:
-Señor, ¿por qué Río Santa y no Río Santo?
Me refería al río que recorre el valle del Callejón de Huaylas de sur a norte que, rompiendo la Cordillera Negra, se dirige al oeste hasta llegar al Océano Pacífico. Así veía en el Mapa del Departamento de Áncash colgado en la pared del aula. El profesor, sorprendido, se dirigió a mi carpeta. Me miró con ojos centelleantes y apuntándome con el índice rígido me contestó.
-Oye, primero atiende bien la clase para dar un buen examen. ¡Ahora deja de preguntar!
Lo dijo con voz autoritaria y sorna que toda la clase me clavó la mirada y, al oír la risa del señor, estalló en sonora risa. Mis compañeros me miraban mientras se carcajeaban contorsionándose. Yo también me contagié del ambiente que terminé riéndome. Pero, quizás, me habría reído de la salida precipitada del señor.
Terminada la clase, ya fuera de la escuela, el compañero Epicho Flores Oro, de más de 18 años, de padres campesinos como yo, me dijo palmeándome el hombro: Oye, fregaste al señor. Él no ha podido contestar.
Años después, por mi propia investigación, supe otros nombres del río: Hatun Mayu (Río Grande), Río Huaylas y Río Santa (Santa es el nombre del pueblo donde desemboca). Inicialmente habría sido Río del Santa; pero, con el paso del tiempo, desapareció la contracción “del” en medio de la frase. A este fenómeno los lingüistas lo llaman elisión.
Aunque pasaron muchas décadas, esa escena me parece siempre reciente. Es que los ríos subconscientes de muchos peruanos no se descontaminan con la escuela ni con la religión
Río Santa en el Siglo XXI
En mi niñez el Río Santa, aunque turbio, aún estaba vivo y sano, allí pescábamos truchas y pejerreyes; allí nos bañábamos y veíamos patos silvestres. Sin embargo, en los inicios del siglo XXI, en vez de mostrar más vida, languidece. Y así moribundo, este río generoso riega más sementeras, y quita la sed de más pueblos de Áncash y de La Libertad.
Aunque no soy especialista en Hidrología ni en el tratamiento de agua contaminada, me preocupo porque el río se está muriendo. Es que, desde niño vi y oí el trato respetuoso y afectivo de mis mayores hacia el agua: Yaku Mama (Madre Agua), Qucha Mama (Madre Fuente o Madre Lago). Por este amor al líquido vital ahora me atrevo a hacer las siguientes sugerencias a las autoridades, instituciones y ciudadanos que aman a la naturaleza:
Promoción de la cultura ecológica de la población. Esta educación ecológica debe impartirse usando todos los medios de comunicación en el hogar, en las escuelas, en los centros de trabajo, en los templos; es decir, en todo lugar, porque la vida de la naturaleza es responsabilidad de todos.
Educar a los ciudadanos para que cuiden sus ríos. Sancionar con severidad a los que conectan las tuberías de los desagües al río y le arrojan sus basuras.
Educados en el amor a la naturaleza oiremos el canto, el llanto, la risa y el relato del río.
Participación de las universidades de Áncash y La Libertad. Los docentes y estudiantes deben analizar el agua del río en diferentes lugares de su curso. Elaborar proyectos de búsqueda de soluciones sustentables según el grado de contaminación.
Construcción de plantas de tratamiento de agua contaminada. Estos centros deben estar en áreas más pobladas. Sólo el agua purificada debe llegar al Río Santa.
Fiscalización a las empresas mineras. Las minas en la Cordillera Blanca y Cordillera Negra deben responsabilizarse del tratamiento del agua que usan para no envenenar el Santa y sus afluentes con sustancias tóxicas.
Instalación de tubería gruesa en la ribera del Santa. Esta tubería recibirá las aguas servidas y las llevará hacia las plantas de tratamiento.
Responsabilidad de las autoridades. Las autoridades locales y regionales deben tomar con seriedad el problema de la contaminación del río que da vida a los campos y pueblos de sus jurisdicciones. Con estudios y proyectos iniciar las obras de purificación del río. Si el problema es bien planteado no faltarán instituciones nacionales y extranjeras para ayudar a solucionar.
Muchos ríos que cruzan las ciudades populosas del mundo como Támesis (Londres), Sena (París), Han (Seúl) también fueron víctimas de la contaminación por la urbanización y el desarrollo industrial. Pero, después del estudio, tratamiento y purificación, ahora son ríos de aguas limpias que alegran y refrescan con nuevas vidas: peces, algas, aves y verde vegetación en sus orillas.
Con estas experiencias se debe iniciar el trabajo de curar el Río Santa que, aun enfermo, ofrece sus aguas a los pobladores, animales y plantas. Cuando el río recobre su pureza volverá la vida a sus aguas. Las truchas, pejerreyes y patos nos agradecerán y alegrarán. Entonces sí, el Cañón del Pato tendrá patos. Nos sentiremos parte de la naturaleza, y no la miraremos como enemiga o una fiera por dominarla.
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