HABLAR QUECHUA EN PERÚ Y
SUS IMPLICANCIAS
Francisco Carranza Romero
En la República del Perú
hay zonas rurales donde se habla sólo la lengua del lugar o el castellano con
muchas dificultades. Por eso, el gobierno central, desde Lima, ha dispuesto que
en las áreas donde se habla no sólo el castellano sino también una lengua
indígena los profesionales que laboran allí deben tener siquiera el conocimiento
elemental de la lengua y cultura del lugar. Por ejemplo: Los médicos y enfermeros
(Salud), docentes (Educación), jueces y fiscales (Poder Judicial), policías
(Ministerio del Interior) deben ser bilingües para poder tener buena
comunicación con la gente. Buena medida, pero una cosa es la teoría; otra, la
práctica.
Experiencias de los
hermanos quechuas.
1. Una víctima del robo de sus ganados, siguiendo
las huellas e informaciones sobre la ruta y destino de los abigeos, llegó a
Sihuas (Áncash) donde encontró sus ganados vacunos en un potrero.
Inmediatamente fue a denunciar a la oficina del Poder Judicial. Desde que entró
habló en quechua, lengua en la que tenía más seguridad, hasta que el juez se levantó y le dio un puntapié en la canilla gritándole: “¡Habla castellano!
¡Carajo!” Muchos años después mostraba su canilla en donde había recibido el
golpe que no lo había tumbado.
2. Una campesina llegó al hospital quejándose de
los cólicos estomacales. Para su mala suerte, ni el médico ni la enfermera
entendieron sus quejas en quechua, sólo repetían sus palabras técnicas de la
profesión. La enferma, ¡ay!, se sintió más enferma ante la incomprensión.
3. El
docente monolingüe hispano habla que habla en el aula mientras los estudiantes quechuas
tratan de adivinar el mensaje. Así la educación tiene también su lenguaje críptico.
Y, hablando del
bilingüismo, esta realidad comunicativa también tiene diferentes grados:
1. Bilingüismo
subordinado o vertical. En esta clasificación hay dos
grupos:
a. Bilingüe quechua-castellano (sabe más quechua que castellano).
Este caso es lo más común en Perú donde la educación es castellanizante desde
la Primaria. Basta observar las clases y los textos escolares oficiales. Esta castellanización
es forzada por carecer de planificación y métodos adecuados. Por último, no hay
docentes con formación lingüística y didáctica en la enseñanza de una segunda lengua. Lo sé por experiencia personal
en la escuela primaria.
b. Bilingüe castellano-quechua (sabe más
castellano que quechua). Esta realidad es triste porque hay muy pocos peruanos
que estudian quechua como segunda lengua. No hay una actitud de valoración de
la lengua indígena. Sin embargo, hay promoción de los restos arqueológicos y de
las danzas folclóricas para atraer turistas extranjeros que generan buen
ingreso económico; pero, en la vida real, hay menosprecio de la cultura indígena aún viva.
2. Bilingüismo coordinado
u horizontal. Es el conocimiento suficiente de las dos
lenguas. Este caso de bilingüismo es lo deseable porque el hablante puede usar
las dos lenguas con seguridad; además, implica alto grado de tolerancia y aceptación
de la variedad cultural que es riqueza.
Hay noticias que sí
alegran como el caso de una doctoranda quien redactó y defendió su tesis en
quechua en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Además, hay películas
peruanas en quechua. La doctora cusqueña y los actores no tienen certificado de
estudio del quechua.
Los papelitos mandan
Cuántas veces escuchamos
las quejas de los profesionales quechuahablantes que, cuando compiten por un
puesto de trabajo en áreas bilingües (castellano y quechua), son calificados
con puntajes bajos por no tener el documento que “certifique” su conocimiento
del quechua. Y, para satisfacer a la burocracia hay institutos que, fuera de
enseñar el quechua, tienen sus ingresos por otorgar los certificados de quechua.
Cuando el solicitante del
trabajo dice que su lengua materna es quechua, la respuesta del ilustre funcionario
examinador es: “Nosotros calificamos los documentos que vemos. Somos muy objetivos”.
Claro, esos miembros del jurado calificador no se atreven a abrir el diálogo en
quechua para comprobar y medir “objetivamente” el nivel del quechua de la
persona solicitante. Quizás, por ser citadinos, ni hablen quechua y hasta pueden
estar cargados de muchos prejuicios socioculturales.
¿Por qué no se pide también
el documento de competencia lingüística en castellano? Es
que, tratando tanto con muchos profesionales, sabemos el deficiente grado del
castellano por más títulos que tengan. Basta escucharlos y leer sus
redacciones. Para ejemplo cito un aviso en una oficina de un distrito de Lima
que recomienda evitar la discriminación: “…en este lugar esta prohibido la
discriminación” (sic). En este breve enunciado hay dos errores:
1. De ortografía:
el verbo estar en tercera persona singular del modo indicativo y en voz activa se
escribe así: está (con tilde porque es una palabra oxítona o aguda).
2. De
gramática: La discordancia del adjetivo “prohibido” con el sustantivo
“discriminación”. Lo correcto es: "… en este lugar está prohibida la
discriminación".
El funcionario de esta municipalidad necesita con urgencia un
Manual de Ortografía y una Gramática Castellana. Pero, no para tenerlo en su
librero, sino para que estudie con seriedad para que su comunicación sea
correcta porque lo que dice o redacta es la imagen institucional y del país.
Para concluir: ¿Un
quechuahablante con título profesional debe tener un certificado de estudios
del quechua para demostrar el conocimiento de su lengua materna? Con este
criterio muchos bilingües coordinados en quechua y castellano ya estamos
desaprobados por los ilustrísimos miembros del jurado quienes, quizás, recurren
a esta leguleyada porque ya tienen sus recomendados.
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