SOBRE UN BANCO DE ORO
Francisco
Carranza Romero
INSULTO ANTES QUE ELOGIO
Esta expresión atribuida al italiano Antonio Raymondi, que muchos la
repiten como si fuera un elogio para el Perú, es una aguda crítica antes que un
bonito piropo. Confieso que yo también, cuando estaba en la escuela primaria,
creía que se trataba de un elogio; pero, con los años de reflexión me parece
más una severa crítica antes que un elogio. Analicemos la expresión por partes.
“El Perú es un
mendigo”. Qué afirmación tan hiriente; pero, lamentablemente, verdadera
para el Perú contemporáneo. Los gobiernos de turno han convertido al Perú en un país pedigüeño o mendigo internacional. No hay cuándo termine esta campaña oficial e internacional de pedir ayuda para
resolver cada problema inmediato. Para despertar la compasión de personas e
instituciones extranjeras se presentan cifras e imágenes alarmantes. Así parece
que el Perú fuera el único país de los grandes desastres naturales, un país
castigado y olvidado por el mismo Dios.
Sin embargo,
en todo el mundo suceden algunos de estos desastres naturales: tifones,
tornados, huracanes, inundaciones, aluviones, sequías, heladas, nevadas,
maremotos, terremotos, fallas geológicas que sepultan pueblos, erupciones
volcánicas, etc., que causan el dolor humano. Y muchos países, que no cuentan
con un programa de prevención, no cuentan con presupuestos suficientes para
superar los estragos de los fenómenos naturales.
Pero hay
otros desastres que son resultados de la falta de planificación y de la falta
de ética de la misma gente: La corrupción que padecen las autoridades es una
peste que contagia hasta a los niveles
inferiores. El menosprecio de los grupos del poder hacia los que tienen otro
color y otra cultura. Las mentiras electoreras de los candidatos que prometen
aun sabiendo que no van a poder cumplir las promesas, y la masa electoral
cómplice que vota por un candidato aun sabiendo de estar siendo engañada. Así
el país vive en un caos donde reinan la injusticia social, la inseguridad
social, la violencia institucionalizada y de grupos civiles armados como
respuesta, el abuso del poder contra los pobres, el olvido de las áreas
rurales, la desocupación, la discriminación racial y cultural...
El país se
sigue endeudando más y más, y el dinero de la deuda parece que nunca hubiera
entrado al país. ¿Dónde está siquiera la mitad de toda la deuda peruana que
supera tantos miles de millones de dólares? ¿No estará depositada en las cuentas de
los exgobernantes, de sus familiares y allegados ganando intereses en los
bancos extranjeros?
Al recorrer
los centros turísticos, la vitrina del Perú para los visitantes, nos
encontramos con las manos estiradas y semiabiertas pidiendo limosna. En
Sacsayhuamán y Machupicchu, soberbios monumentos prehispánicos de la
creatividad y del trabajo, hay adultos y niños en actitud de limosneros pidiendo
"wan dólar" (one dollar). ¡Qué pedagogía de la mendicidad! Esas
imágenes de mendigos actuales son las que los visitantes se llevarán para siempre.
Para
justificar la mendicidad se recurre a las palabras “solidaridad”,
“colaboración”, “saber compartir”, “beneficencia”, y luego se extiende la mano
dispuesta a recibir. Sin embargo, ¿los acriollados que gobernaron el Perú
supieron ser solidarios con sus paisanos indígenas? Las leyes de tributación a
los indígenas, y las leyes de educación son ejemplos de esa discriminación. Los
grupos del poder económico y político no supieron compartir; para salvar su
capital ahorraron en bancos extranjeros, y cuando los obreros y campesinos
hicieron peligrar sus propiedades e intereses recurrieron a las fuerzas armadas
para callarlos temporalmente o para siempre. Para pedir colaboración hay que
estar laborando y no esperar que otros vengan a laborar.
¿Qué ha pasado que ya no se siente el mensaje
del canto "Tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz"?
“El Perú es un
mendigo
sentado”. Esta expresión dice que el Perú es un país
sentado, no de pie, no en actitud de labor y lucha. La mejor posición de un
mendigo es estar sentado. Los antiguos pobladores no hubieran podido realizar
esas grandes obras que desafían al tiempo y a los desastres naturales con esa
actitud de estáticos sentados. ¿Desde cuándo el Perú optó por la actitud del mendigo sentado para pedir ayuda a las
instituciones y gobiernos extranjeros?
“El
Perú es un mendigo sentado sobre un banco de oro”. El banco de oro es una
manifestación de riqueza; pero, ¿de qué sirve la riqueza si no se la trabaja, y
si no genera bienestar para la población? Si no hay inversores nacionales para
explotar esa riqueza, abramos las puertas a inversores extranjeros para que den
ocupación a miles de personas que buscan un trabajo, suscribamos contratos que
satisfagan tanto a los peruanos como a los inversores. Veamos a todos los
países del mundo -como China, Rusia, Corea del Sur, Japón y Estados Unidos-
hacen esfuerzos para atraer los capitales extranjeros.
Y Perú, para dejar de
ser “un mendigo sentado en un banco de oro”, debe abrir sus puertas a los inversores,
cumplir sus compromisos suscritos y dar seguridad para no espantarlos.
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