viernes, 10 de agosto de 2018

EL PERÚ ES UN MENDIGO SENTADO SOBRE UN BANCO DE ORO

         EL PERÚ ES UN MENDIGO SENTADO 
      SOBRE UN BANCO DE ORO
                                    Francisco Carranza Romero

INSULTO ANTES QUE ELOGIO
Esta expresión atribuida al italiano Antonio Raymondi, que muchos la repiten como si fuera un elogio para el Perú, es una aguda crítica antes que un bonito piropo. Confieso que yo también, cuando estaba en la escuela primaria, creía que se trataba de un elogio; pero, con los años de reflexión me parece más una severa crítica antes que un elogio. Analicemos la expresión por partes.

El Perú es un mendigo”. Qué afirmación tan hiriente; pero, lamentablemente, verdadera para el Perú contemporáneo. Los gobiernos de turno han convertido al Perú en un país pedigüeño o mendigo internacional. No hay cuándo termine esta campaña oficial e internacional de pedir ayuda para resolver cada problema inmediato. Para despertar la compasión de personas e instituciones extranjeras se presentan cifras e imágenes alarmantes. Así parece que el Perú fuera el único país de los grandes desastres naturales, un país castigado y olvidado por el mismo Dios.

Sin embargo, en todo el mundo suceden algunos de estos desastres naturales: tifones, tornados, huracanes, inundaciones, aluviones, sequías, heladas, nevadas, maremotos, terremotos, fallas geológicas que sepultan pueblos, erupciones volcánicas, etc., que causan el dolor humano. Y muchos países, que no cuentan con un programa de prevención, no cuentan con presupuestos suficientes para superar los estragos de los fenómenos naturales.

Pero hay otros desastres que son resultados de la falta de planificación y de la falta de ética de la misma gente: La corrupción que padecen las autoridades es una peste que  contagia hasta a los niveles inferiores. El menosprecio de los grupos del poder hacia los que tienen otro color y otra cultura. Las mentiras electoreras de los candidatos que prometen aun sabiendo que no van a poder cumplir las promesas, y la masa electoral cómplice que vota por un candidato aun sabiendo de estar siendo engañada. Así el país vive en un caos donde reinan la injusticia social, la inseguridad social, la violencia institucionalizada y de grupos civiles armados como respuesta, el abuso del poder contra los pobres, el olvido de las áreas rurales, la desocupación, la discriminación racial y cultural...

El país se sigue endeudando más y más, y el dinero de la deuda parece que nunca hubiera entrado al país. ¿Dónde está siquiera la mitad de toda la deuda peruana que supera tantos miles de millones de dólares? ¿No estará depositada en las cuentas de los exgobernantes, de sus familiares y allegados ganando intereses en los bancos extranjeros?

Al recorrer los centros turísticos, la vitrina del Perú para los visitantes, nos encontramos con las manos estiradas y semiabiertas pidiendo limosna. En Sacsayhuamán y Machupicchu, soberbios monumentos prehispánicos de la creatividad y del trabajo, hay adultos y niños en actitud de limosneros pi­diendo "wan dólar" (one dollar). ¡Qué pedagogía de la mendicidad! Esas imágenes de mendigos actuales son las que los visitantes se llevarán para siempre.

Para justificar la mendicidad se recurre a las palabras “solidaridad”, “colaboración”, “saber compartir”, “beneficencia”, y luego se extiende la mano dispuesta a recibir. Sin embargo, ¿los acriollados que gobernaron el Perú supieron ser solidarios con sus paisanos indígenas? Las leyes de tributación a los indígenas, y las leyes de educación son ejemplos de esa discriminación. Los grupos del poder económico y político no supieron compartir; para salvar su capital ahorraron en bancos extranjeros, y cuando los obreros y campesinos hicieron peligrar sus propiedades e intereses recurrieron a las fuerzas armadas para callarlos temporalmente o para siempre. Para pedir colaboración hay que estar laborando y no esperar que otros vengan a laborar. 

¿Qué ha pasado que ya no se siente el mensaje del canto "Tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz"?

El Perú es un mendigo sentado”. Esta expresión dice que el Perú es un país sentado, no de pie, no en actitud de labor y lucha. La mejor posición de un mendigo es estar sentado. Los antiguos pobladores no hubieran podido realizar esas grandes obras que desafían al tiempo y a los desastres naturales con esa actitud de estáticos sentados. ¿Desde cuándo el Perú optó por la actitud del mendigo sentado para pedir ayuda a las instituciones y gobiernos extranjeros?

El Perú es un mendigo sentado sobre un banco de oro”. El banco de oro es una manifestación de riqueza; pero, ¿de qué sirve la riqueza si no se la trabaja, y si no genera bienestar para la población? Si no hay inversores nacionales para explotar esa riqueza, abramos las puertas a inversores extranjeros para que den ocupación a miles de personas que buscan un trabajo, suscribamos contratos que satisfagan tanto a los peruanos como a los inversores. Veamos a todos los países del mundo -como China, Rusia, Corea del Sur, Japón y Estados Unidos- hacen esfuerzos para atraer los capitales extranjeros. 

Y Perú, para dejar de ser “un mendigo sentado en un banco de oro”, debe abrir sus puertas a los inversores, cumplir sus compromisos suscritos y dar seguridad para no espantarlos.









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