lunes, 22 de febrero de 2016

LAS FIESTAS RUIDOSAS ROMPEN LA TRANQUILIDAD

LAS FIESTAS RUIDOSAS ROMPEN LA TRANQUILIDAD

Francisco Carranza Romero


El baile es expresión cultural de emotividad

Todos los pueblos del mundo expresan su emoción bailando. La diferencia está en que unos pueblos, para bailar, necesitan mucho ruido; otros, bailan con música a bajo volumen, mesurado pero con ritmo que se siente. En conclusión, el baile es la expresión de alegría y relajamiento. Sin embargo, en el rito andino del entierro de un niño muerto -considerado inocente y angelito- hasta los padres van bailando hasta el panteón. En ese momento triste se baila llorando y la música no es ruidosa; es triste y solemne.


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Ruido y baile

Los fines de semana y los días festivos en Lima y en las ciudades importantes del Perú son frecuentes las fiestas con música a alto volumen. Los locales de fiestas, con o sin licencia municipal, no respetan la tranquilidad del vecindario. Las ondas acústicas salen de allí a todo el contorno superando los decibeles permitidos. Algunos locales son espacios apenas tapados con techos ligeros. Otros locales cerrados, aunque sean amplias salas de “eventos sociales” (clubes, negocios particulares y salas de reunión dentro de las viviendas multifamiliares), no tienen las paredes y bóvedas cubiertas con sustancias que impidan la trasmisión de las ondas acústicas.

Si la fiesta es en la vivienda de un edificio multifamiliar el problema es más grave. Por ejemplo: una fiesta en el quinto piso. Los vecinos inmediatos de los pisos cuarto y sexto, y los vecinos laterales sufren las consecuencias. ¡Estoy en mi casa y tengo el derecho de hacer lo que me dé la gana!, es el argumento del prepotente y egoísta fiestero quien ignora que vivir en construcciones multifamiliares implica respeto a los vecinos para también ser respetado. Parece que muchos aún no entienden en qué consiste la convivencia en viviendas multifamiliares.

Si algún valiente y cansado vecino se queja ante la Comisaría, ésta envía un policía cuya labor consiste en hacerse presente, ver, tomar nota para “reportar” a su comisaría y marcharse. Mientras tanto, pasan las horas. Los fiesteros, alegres por el efecto del licor y la música a alto volumen, gozan hasta cansarse bailando, chillando y hablando a gritos. Sólo en las horas antes del alba comienzan a dispersarse satisfechos de la hazaña. Y si la fiesta es en el club de los policías, que también sirve para los “eventos sociales”, ¿a quién quejarse?

Si la queja es a la oficina del Serenazgo, también llega alguien al escenario de la fiesta para cumplir el protocolo: ver, escuchar al denunciante y denunciado y marcharse sin dar ninguna solución. “Mejor llamen a la oficina del medio ambiente”, dijo irónico un personal del Serenazgo antes de retirarse. ¿A medianoche o en la madrugada está abierta alguna oficina del medio ambiente? Así algunas noches limeñas de fines de semana son de farras, de bullas y de contorsiones dancísticas para los fiesteros; de tormentos y de noches blancas y aburridas para los vecinos. Para la fiesta sí hay tiempo y dinero.

¿Por qué los peruanos se alegran y bailan sólo con música a alto volumen? Es el comentario de los amigos extranjeros asiáticos que residen en Lima o están de visita. Ocurre que esta forma de alegrarse con música estridente no es propia de un distrito o barrio ni de un estrato social específico. Es de la mayoría de los peruanos. Esta costumbre generalizada se diferencia sólo en el local del evento, el equipo de sonido, la clase de orquesta y música, la variedad del licor, las condiciones de acceso, etc. Los que se quejan de este tormento musical son ignorados por las autoridades que se hacen desentendidas porque ellas mismas también hacen sus fiestas bullangueras.


También podemos bailar con menos ruido

Sin embargo, aun siendo peruano cuestiono lo que debo cuestionar: ¿El alto volumen de la música es conditio sine qua non para estar feliz? ¿Es la única forma de alegrarse? 

Los que critican este modus jocundi (manera de alegrarse) son muy pocos; pero esos pocos también son peruanos aunque vayan contra la corriente general. Y si reflexionamos más: No toda costumbre es correcta por ser de la mayoría. Y esta reflexión no es elitismo ni discriminación.

Ruido callejero

Las calles limeñas y de otras ciudades peruanas, fuera del ruido de los motores y bocinas de los vehículos conducidos por impacientes choferes, se contaminan también con la música estridente que sale de algunos vehículos. ¿Algunos conductores se fiestean mientras manejan?



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