domingo, 21 de febrero de 2016

LOS NATIVOS DEFIENDEN NUESTRA BIÓSFERA

LOS NATIVOS DEFIENDEN NUESTRA BIÓSFERA

Francisco Carranza Romero
Instituto de Estudios de Asia y América (Universidad Dankook, Corea del Sur)



Cuando los pobladores nativos del Perú alzan su voz en defensa de su espacio vital (tierras, ríos, lagos, montañas y vegetales) donde viven como sus antepasados, algunas personas e instituciones los comprenden y apoyan; otras los critican y condenan.

Para los nativos la comunidad es su madre, por eso la defienden hasta con sus vidas. Madre y ayllu (comunidad) sólo hay una. Y, dentro de su comunidad los nativos saben diferenciar la propiedad común (res publica) de la propiedad personal.

Las dignísimas autoridades, que residen cómodamente en sus oficinas de la capital, viven la problemática urbana y hacen poco por informarse de la realidad de las zonas rurales de la sierra y la selva donde hay muchos recursos naturales. Pero, fascinados por las ofertas económicas de las empresas extranjeras firman los contratos para la exploración y explotación de las riquezas sin antes haber dialogado ni informado bien a los nativos del lugar. Luego, cuando los nativos protestan, les responden insultando: salvajes, incivilizados, bárbaros e indios (vocablo despectivo usado por los europeos colonizadores y sus descendientes); para amedrentarlos o callarlos, envían policías y militares armados. Sin embargo, hay pueblos que resisten y defienden lo suyo.

Que los nativos difieran de los europeos en sus ropas o en su preferencia de vivir casi desnudos, que se pinten y se adornen con plumas, narigueras y ajorcas; que celebren sus propios ritos, y que no hablen bien el castellano no son signos del salvajismo; ellos viven según su clima, según sus creencias, según su realidad históricocultural y según sus gustos. Viven como amazónicos, como andinos, como peruanos y americanos. Viven según su realidad; por eso, merecen el respeto. Las comunidades protestan porque ven las minas abandonadas de Ticapampa (Áncash), La Oroya (Junín) y Cerro de Pasco (Pasco), por citar tres, que contaminan el medio ambiente. Las compañías mineras que explotaban esas minas ya no están en el Perú y hasta han cambiado sus nombres (razón social dicen los expertos en leyes). El gobierno que suscribió el contrato, tampoco está vigente. Pueblos, ríos, pastizales y terrenos de cultivo contaminados; nadie asume la responsabilidad.

La llegada de las empresas explotadoras de las riquezas naturales no significa la llegada de la civilización como quieren hacer creer los interesados en la inmediata firma y ejecución del contrato. Los nativos no se han olvidado de los españoles cazadores de gente y de los esclavizadores caucheros. Las comunidades protestan porque los beneficios de la explotación de las riquezas de su área territorial se van a la capital y no vuelven para el desarrollo local. Por ejemplo, las carreteras de las provincias ricas en minerales, gas y petróleo están desastrosas. El poder central se beneficia de las riquezas y se convierte en el centro del poder económico, cultural, laboral y de salud; descuida las provincias. La capital absorbe la población rural.

Cuando los nativos amazónicos de Bagua (en selva amazónica del Perú) rechazaron el contrato que el gobierno había firmado con las compañías extranjeras y pidieron la reconsideración, las autoridades respondieron con soberbia, con amenaza y con insultos en vez de promover el diálogo. Los nativos extremaron su protesta tomando la carretera que es un bien común. El enfrentamiento de los policías y los nativos de Bagua, junio de 2009, y que dejó víctimas, es el drama del Perú y de América Latina: imagen del gobierno y pueblo que no saben dialogar.

Al fin el gobierno desea dialogar y forma una comisión donde deben estar presentes el Ministerio de la Mujer porque el asunto indígena y del discapacitado están dentro de este ministerio, el Ministerio de la Agricultura porque el área donde hay gas y petróleo es zona agrícola, el Ministerio de Energía y Minas, el Ministerio de Medio Ambiente y el Ministerio del Interior. Los nativos, ante numerosa e importante comisión, estarán representados por sus líderes no denunciados ni perseguidos; pero, por los antecedentes de cómo se arreglan los problemas, necesitan la compañía de los representantes de la iglesia católica (una institución de más credibilidad que el gobierno) y de organismos internacionales de defensa de los derechos de los indígenas. ¿La comisión nombrada por el gobierno para dialogar con los pobladores de Bagua está preparada para comprenderlos? Si va dispuesta para convencer sólo con las promesas, dudo que tenga éxito. Los enviados del gobierno no van a tener fácil credibilidad porque representan al gobierno que antes se negó al diálogo.

Si los nativos valientes y amantes de sus pueblos bajaran la guardia o fueran vencidos “civilizadamente” (encarcelados, tiroteados, sobornados, engañados) por los emisarios de las empresas ávidas de las riquezas, ¿quiénes defenderán esas tierras?

Cuando la selva del Amazonas ya no tenga defensores, que los dioses no lo permitan, los negociantes se repartirán las tierras; la selva de hoy se convertirá en tierra árida y la Tierra habrá perdido el oxígeno vital. Entonces, los muy listos empresarios aprovecharán la oportunidad para vender el oxígeno a los que puedan pagar. 

Ojalá que el desarrollo planificado y con compromiso nacional e internacional ayude a desarrollar a los pueblos amazónicos y no destruya nuestra importante biósfera. Ojalá que los líderes nativos no se vendan ni traicionen a sus comunidades. Ojalá que las empresas extranjeras cumplan los acuerdos que firman como en sus países de origen.




 

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