TURISMO EN PERÚ Y EL CUIDADO DE LA TRADICIÓN Y
EL
MEDIO AMBIENTEFrancisco Carranza Romero
EL TURISTA BUSCA ALGO PROPIO EN CADA LUGAR
En esta época de globalización de lo bueno y lo malo, el viajero busca en cada lugar algo sui géneris y único que rompa su monotonía diaria, por eso sale de su casa y de su pueblo, deseoso de descubrir alguna novedad para sus cinco sentidos y su mente. El viajero, generalmente un citadino, está decidido a gastar poco o mucho para conocer el mundo cercano o lejano. Pasa horas y días viajando; pero también hay unos incansables que siguen volando, navegando y caminando semanas, meses y años. Las máquinas fotográficas sirven de memorias visuales. Los apuntes en cuadernos o computadoras portátiles testimonian los datos frescos antes de ser olvidados.
Como esta actividad atrae visitantes y dinero algunos países han creado el Ministerio de Turismo. Esta institución planifica y coordina acciones para que los viajeros encuentren novedad, comodidad y seguridad durante el tiempo de su permanencia. Cuando el viajero es bien atendido, disfruta del viaje. Si no vuelve, alienta a otros a visitar el lugar que lo trató bien. El turismo es una verdadera industria.
EL PUEBLO DE CARAZ
Carás o Caraz es la capital de la provincia de Huaylas, ubicada en la región andina del departamento de Áncash, Perú. Es un valle a 2256 metros sobre el nivel del mar. El nevado Huandoy lo observa con amor desde sus 6395 msnm. La laguna de Parón le da sus aguas que hay que cuidarlas limpias. Las ruinas, aún no bien estudiadas, muestran los restos de la antigua cultura Chavín. Aquí aún podemos oír los idiomas quechua y castellano en todo lugar. Y los vestidos multicolores de los pobladores de las áreas rurales hacen contraste con las ropas “modernas y comunes” de los citadinos.
Acabo de visitar Caraz por los días de Semana Santa. Aquí está la chullpa (mausoleo) de mis padres quienes merecen mi visita siquiera una vez al año. Los macizos y elevados apus me contemplan afectuosos desde las alturas y cercanías. También está mi hermano mayor, quien, por sus males óseos propios de su ancianidad, prefiere esta ciudad para estar cerca de un centro de salud y de sus hijos. Pero, ¡cuánto extraña nuestra lejana comunidad materna de Quitaracsa!
Fuera de la visita familiar, ¿qué se puede comprar en Caraz? Miel de abeja y manjar blanco es la respuesta inmediata. Visito al profesor de Matemáticas Manuel Carrasco quien ahora es apicultor. “Es que… por la lluvia… escasea la miel ahora -me muestra un envase grande semivacío-. Además, no tengo la miel espesa que tú compras”. La miel casi líquida es difícil de transportar a no ser que uno tenga un envase especial. Este envase tampoco hay en Caraz. ¡Qué mala suerte!, me lamento.
Por fortuna, a una cuadra, está la inolvidable casa del manjar blanco de José Rosazza Tarazona. Allí veo potes de manjar blanco, los cuarteados pequeños y grandes.
-José, ¡qué bien que todavía haya gente como tú que conserva la tradición! Tus envases de sauce me recuerdan a tus abuelos y padres.
-Gracias -sonríe por el grato recuerdo a sus antepasados-. Por varias generaciones seguimos con este oficio.
-Me acuerdo bien de tu padre. Él, si no había leche de vaca, no hacía manjar blanco.
-Seguimos con el mismo principio: ¡Primero la calidad! -Alza la cabeza y los hombros.
-Ustedes merecen ser declarados Tesoros Vivos de Caraz.
-¿Qué es eso? -Me clava los ojos. Está muy intrigado.
En mi visita a Chindo, una isla sureña al sur de la Península Coreana un señor me mostró orgulloso su carné de Tesoro Nacional en Vida por su labor de conservación y difusión de la cultura del lugar: los ritos funerarios con cánticos y danzas. Allí me vistieron de túnica blanca (el color del luto coreano) para ser acompañante del simulacro del funeral; pues ya estaban en los ensayos para el festival de la siguiente semana. Los coreanos y yo marchamos cantando y bailando de un barrio a otro y cruzamos un largo puente sobre el estrecho marino. ¿Qué ventajas tiene el citado ciudadano coreano con su documento de tesoro nacional vivo? Puede entrar a los espectáculos sin pagar porque hay asientos reservados para las autoridades y celebridades, y está exonerado del pago de impuesto de su vivienda donde se realizan las reuniones y ensayos antes de las festividades que atraen a muchos turistas nacionales y extranjeros. Supe también que un cantante de pansori (opereta coreana) también tenía ese carné.
Los fabricantes de auténticos productos como el manjar blanco, la miel de abeja, rosca de yema, etc. merecen el reconocimiento para que la fama de Caraz Dulzura siga siendo una realidad. Y esta distinción puede servir para que se mantenga la calidad del producto y desaparezcan los falsos productos que tanto difaman. Además, el reconocimiento puede servir para que los productos sean presentados con estética e higiene. Desde los tiempos antiguos la expresión shawin puqti (mermelada de guayaba) era un calificativo para el caracino. Ahora hasta el guayabo escasea.
De estar aún vivo don José Malca Landaveri habría dicho: Y los vestidos y las danzas típicas, ¿qué?
Don Pepe Malca nos dejó un buen ejemplo por su labor de estudioso, conservador y difusor del folclore del Callejón de Huaylas con su colección de ropas típicas de diferentes lugares y la ejecución de las danzas como elquyllur tushu (danza estelar), que desde antes de la llegada de los españoles se bailaba en la madrugada del 21 de diciembre, día del Qapaq Raymi (fiesta de la divinidad), el día solar más largo del año en el Hemisferio Sur.
En verdad, los que se preocupan por conservar la tradición de un pueblo son los que mejor atraen a los visitantes.
¡QUÉ SUCIO EL RÍO LLULLÁN!
Para visitar la ruina Tumshucaico (tumshu: entumecimiento muscular; qayku: corral) tuve que pasar el Puente de Llullán. ¡Pobre río! A pesar de ser una época de lluvia va sucia por la cochinada que arrojan los caracinos, y hasta la orilla no es más que basural desparramado: plásticos de todo color, trapos, papeles, vidrios, latas, animales muertos y otras porquerías. Si los pobladores de las partes altas hubieran ensuciado el río, los citadinos de Caraz ya habrían denunciado y castigado a los pobres campesinos; pero esta mugre está dentro de la ciudad, a la vista y olfato de todos. Tal como está el río, no conviene mostrarlo a los visitantes. ¡Qué asco! Llulla mayu, kanan taqra mayu (Río mentiroso, ahora río sucio), fue mi conclusión. Pero, Llullán no se ha ensuciado a sí mismo, ha sido ensuciado por la gente que mora en Caraz y vive de sus aguas.
Con la mugre bajo el puente, ni siquiera dan ganas de detenerse para contemplar y conversar con el río. Todo hiede. Además, unos borrachos meones van asperjando en los bordes. Esta ciudad se está convirtiendo en “Caraz de dulce borrachera” con tantos antros por todo lugar. Para convertir a Caraz en una bella atracción turística debemos salvar al río Llullán. ¡Caracinos, hay mucho por hacer! La responsabilidad es de todos sus moradores más que de las autoridades.
ASERRÍN Y ANILINA EN VEZ DE FLORES
En la mañana del Jueves Santo, frente al templo católico, unos devotos e inocentes estudiantes hacen adornos sobre la vía de cemento de la Plaza de Armas, no usan guantes de protección. Están preparando la alfombra por donde pasará la procesión. Los dibujos con tiza indican las figuras en proceso de realizarse. Algunos extranjeros toman fotos de las figuras que aparecen con polvo y aserrín mezclados con agua y anilina de muchos colores. La anilina es una sustancia tóxica cancerígena. El aserrín que se hace polvo también contamina. Cuánta contaminación sin que nadie diga nada porque nadie quiere toparse con la iglesia. Recuerdo que antes se hacían alfombras de flores. Los tiempos pasan, ahora cualquier artificialidad reemplaza lo natural.
Horas después pasaron por allí los que participaban en la procesión pisoteando esos adornos. Conviene, pues, que las autoridades eclesiásticas también se involucren en la defensa del medio ambiente.
En esta época de globalización de lo bueno y lo malo, el viajero busca en cada lugar algo sui géneris y único que rompa su monotonía diaria, por eso sale de su casa y de su pueblo, deseoso de descubrir alguna novedad para sus cinco sentidos y su mente. El viajero, generalmente un citadino, está decidido a gastar poco o mucho para conocer el mundo cercano o lejano. Pasa horas y días viajando; pero también hay unos incansables que siguen volando, navegando y caminando semanas, meses y años. Las máquinas fotográficas sirven de memorias visuales. Los apuntes en cuadernos o computadoras portátiles testimonian los datos frescos antes de ser olvidados.
Como esta actividad atrae visitantes y dinero algunos países han creado el Ministerio de Turismo. Esta institución planifica y coordina acciones para que los viajeros encuentren novedad, comodidad y seguridad durante el tiempo de su permanencia. Cuando el viajero es bien atendido, disfruta del viaje. Si no vuelve, alienta a otros a visitar el lugar que lo trató bien. El turismo es una verdadera industria.
EL PUEBLO DE CARAZ
Carás o Caraz es la capital de la provincia de Huaylas, ubicada en la región andina del departamento de Áncash, Perú. Es un valle a 2256 metros sobre el nivel del mar. El nevado Huandoy lo observa con amor desde sus 6395 msnm. La laguna de Parón le da sus aguas que hay que cuidarlas limpias. Las ruinas, aún no bien estudiadas, muestran los restos de la antigua cultura Chavín. Aquí aún podemos oír los idiomas quechua y castellano en todo lugar. Y los vestidos multicolores de los pobladores de las áreas rurales hacen contraste con las ropas “modernas y comunes” de los citadinos.
Acabo de visitar Caraz por los días de Semana Santa. Aquí está la chullpa (mausoleo) de mis padres quienes merecen mi visita siquiera una vez al año. Los macizos y elevados apus me contemplan afectuosos desde las alturas y cercanías. También está mi hermano mayor, quien, por sus males óseos propios de su ancianidad, prefiere esta ciudad para estar cerca de un centro de salud y de sus hijos. Pero, ¡cuánto extraña nuestra lejana comunidad materna de Quitaracsa!
Fuera de la visita familiar, ¿qué se puede comprar en Caraz? Miel de abeja y manjar blanco es la respuesta inmediata. Visito al profesor de Matemáticas Manuel Carrasco quien ahora es apicultor. “Es que… por la lluvia… escasea la miel ahora -me muestra un envase grande semivacío-. Además, no tengo la miel espesa que tú compras”. La miel casi líquida es difícil de transportar a no ser que uno tenga un envase especial. Este envase tampoco hay en Caraz. ¡Qué mala suerte!, me lamento.
Por fortuna, a una cuadra, está la inolvidable casa del manjar blanco de José Rosazza Tarazona. Allí veo potes de manjar blanco, los cuarteados pequeños y grandes.
-José, ¡qué bien que todavía haya gente como tú que conserva la tradición! Tus envases de sauce me recuerdan a tus abuelos y padres.
-Gracias -sonríe por el grato recuerdo a sus antepasados-. Por varias generaciones seguimos con este oficio.
-Me acuerdo bien de tu padre. Él, si no había leche de vaca, no hacía manjar blanco.
-Seguimos con el mismo principio: ¡Primero la calidad! -Alza la cabeza y los hombros.
-Ustedes merecen ser declarados Tesoros Vivos de Caraz.
-¿Qué es eso? -Me clava los ojos. Está muy intrigado.
En mi visita a Chindo, una isla sureña al sur de la Península Coreana un señor me mostró orgulloso su carné de Tesoro Nacional en Vida por su labor de conservación y difusión de la cultura del lugar: los ritos funerarios con cánticos y danzas. Allí me vistieron de túnica blanca (el color del luto coreano) para ser acompañante del simulacro del funeral; pues ya estaban en los ensayos para el festival de la siguiente semana. Los coreanos y yo marchamos cantando y bailando de un barrio a otro y cruzamos un largo puente sobre el estrecho marino. ¿Qué ventajas tiene el citado ciudadano coreano con su documento de tesoro nacional vivo? Puede entrar a los espectáculos sin pagar porque hay asientos reservados para las autoridades y celebridades, y está exonerado del pago de impuesto de su vivienda donde se realizan las reuniones y ensayos antes de las festividades que atraen a muchos turistas nacionales y extranjeros. Supe también que un cantante de pansori (opereta coreana) también tenía ese carné.
Los fabricantes de auténticos productos como el manjar blanco, la miel de abeja, rosca de yema, etc. merecen el reconocimiento para que la fama de Caraz Dulzura siga siendo una realidad. Y esta distinción puede servir para que se mantenga la calidad del producto y desaparezcan los falsos productos que tanto difaman. Además, el reconocimiento puede servir para que los productos sean presentados con estética e higiene. Desde los tiempos antiguos la expresión shawin puqti (mermelada de guayaba) era un calificativo para el caracino. Ahora hasta el guayabo escasea.
De estar aún vivo don José Malca Landaveri habría dicho: Y los vestidos y las danzas típicas, ¿qué?
Don Pepe Malca nos dejó un buen ejemplo por su labor de estudioso, conservador y difusor del folclore del Callejón de Huaylas con su colección de ropas típicas de diferentes lugares y la ejecución de las danzas como elquyllur tushu (danza estelar), que desde antes de la llegada de los españoles se bailaba en la madrugada del 21 de diciembre, día del Qapaq Raymi (fiesta de la divinidad), el día solar más largo del año en el Hemisferio Sur.
En verdad, los que se preocupan por conservar la tradición de un pueblo son los que mejor atraen a los visitantes.
¡QUÉ SUCIO EL RÍO LLULLÁN!
Para visitar la ruina Tumshucaico (tumshu: entumecimiento muscular; qayku: corral) tuve que pasar el Puente de Llullán. ¡Pobre río! A pesar de ser una época de lluvia va sucia por la cochinada que arrojan los caracinos, y hasta la orilla no es más que basural desparramado: plásticos de todo color, trapos, papeles, vidrios, latas, animales muertos y otras porquerías. Si los pobladores de las partes altas hubieran ensuciado el río, los citadinos de Caraz ya habrían denunciado y castigado a los pobres campesinos; pero esta mugre está dentro de la ciudad, a la vista y olfato de todos. Tal como está el río, no conviene mostrarlo a los visitantes. ¡Qué asco! Llulla mayu, kanan taqra mayu (Río mentiroso, ahora río sucio), fue mi conclusión. Pero, Llullán no se ha ensuciado a sí mismo, ha sido ensuciado por la gente que mora en Caraz y vive de sus aguas.
Con la mugre bajo el puente, ni siquiera dan ganas de detenerse para contemplar y conversar con el río. Todo hiede. Además, unos borrachos meones van asperjando en los bordes. Esta ciudad se está convirtiendo en “Caraz de dulce borrachera” con tantos antros por todo lugar. Para convertir a Caraz en una bella atracción turística debemos salvar al río Llullán. ¡Caracinos, hay mucho por hacer! La responsabilidad es de todos sus moradores más que de las autoridades.
ASERRÍN Y ANILINA EN VEZ DE FLORES
En la mañana del Jueves Santo, frente al templo católico, unos devotos e inocentes estudiantes hacen adornos sobre la vía de cemento de la Plaza de Armas, no usan guantes de protección. Están preparando la alfombra por donde pasará la procesión. Los dibujos con tiza indican las figuras en proceso de realizarse. Algunos extranjeros toman fotos de las figuras que aparecen con polvo y aserrín mezclados con agua y anilina de muchos colores. La anilina es una sustancia tóxica cancerígena. El aserrín que se hace polvo también contamina. Cuánta contaminación sin que nadie diga nada porque nadie quiere toparse con la iglesia. Recuerdo que antes se hacían alfombras de flores. Los tiempos pasan, ahora cualquier artificialidad reemplaza lo natural.
Horas después pasaron por allí los que participaban en la procesión pisoteando esos adornos. Conviene, pues, que las autoridades eclesiásticas también se involucren en la defensa del medio ambiente.
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