NACIONALISMO Y RACISMO
RETRASAN EL HUMANISMO
Francisco Carranza RomeroJapón no se acuerda quiénes le abrieron las puertas
Termina el mes de marzo y comienza abril de 2010 con noticias
sobre los tristes efectos del nacionalismo y racismo en Japón. Las
quejas y acusaciones han llegado a las instituciones internacionales
que velan por los derechos humanos, y éstas han pedido a la
Organización de las Naciones Unidas que aboguen por los extranjeros
que viven en ese país. Según la prensa internacional, en Japón ha
habido protestas de los inmigrantes filipinos, brasileños, peruanos y
coreanos discriminados. Sin embargo, llama la atención de los
coreanos protestando por la discriminación. ¿Corea del Sur trata
mejor que Japón a los extranjeros?
Qué bien que se toque el problema de la discriminación a los
extranjeros en los países que sí se han beneficiado de la apertura y
generosidad de otros países que han acogido a sus ciudadanos sin
crearles tantos problemas y sufrimientos.
Los países ricos de hoy no siempre estuvieron en la buena
posición que hoy gozan. En siglos pasados o apenas algunas décadas
fueron también países que se vaciaron hacia otros territorios ya en
actitud de conquista y coloniaje o en actitud de inmigrantes que
huían del hambre y la pobreza. El continente americano fue la
receptora de esas olas humanas procedentes de Europa y Asia.
América después de 1492
Después del descubrimiento de América en 1492, hordas de europeos
se lanzaron hacia América para arrebatar a los nativos sus mejores
espacios de vida usando el poder de las armas. Los nativos, para
sobrevivir, se marcharon a territorios inhóspitos a donde no llegaran
los ambiciosos conquistadores. Los vencedores se repartieron todo y
hasta se otorgaron los documentos para ocupar los mejores terrenos
de agricultura, ganadería y los yacimientos mineros.
Los africanos llegaron a América después de ser cazados con
armas y perros para ser vendidos por los esclavistas europeos.
El siglo XX fue de grandes movimientos migratorios de los
europeos y asiáticos hacia América porque los países receptores les
dieron muchas facilidades. Esos inmigrantes llegaron huyendo de los
desastres en sus países, y con mucho esfuerzo se labraron un nuevo
porvenir. América los acogió con generosidad. Y los antiguos
benefactores no deben olvidarse de esa política abierta de los países
americanos.
Leyes que determinan la nacionalidad
En el actual siglo XXI los países se diferencian por dos leyes de
reconocimiento de la nacionalidad:
Jus loci o jus terrae. El lugar (locus, terra) de nacimiento
determina la nacionalidad. Si alguien nace dentro del espacio de un
país, ipso facto es ciudadano de ese país. Los países de América
aplican esta ley y así les conceden la ciudadanía a todos los nacidos
en su territorio sin dar la importancia a la nacionalidad, raza y
creencias de sus padres. Gracias a esta actitud tan abierta y
generosa, los hijos de los extranjeros tienen todos los derechos como
los nacionales por muchas generaciones. Así se explica que el
ciudadano Alberto Fujimori Fujimori haya llegado a la rectoría de una
universidad nacional y luego a la presidencia del Perú.
Jus sanguinis. La sangre o raza determina la nacionalidad. Y,
dentro de esta ley hay una posición aún más extrema: Jus
sanguinis patrilineal. Sólo la nacionalidad del padre determina la
nacionalidad de los hijos. El machismo desconoce el valor humano de
la madre. Bajo el principio del jus sanguinis se rigen algunos países
de Asia como Japón y Corea del Sur causando muchos sufrimientos a
los extranjeros.
Unos beneficiados, otros perjudicados
En el aeropuerto Jorge Chávez de Lima conversé con un peruano que, muy preocupado, viajaba a Japón para ayudar a su hijo y nuera
no japoneses que residían allá y que le habían escrito sobre la ley
japonesa de la nacionalidad del nieto que el peruano no llegaba a comprender.
Sonreí y le dije que esta manera de pensar y obrar en desmedro de
los extranjeros no era el problema sólo de Japón, y le referí varios casos que conocía de los extranjeros que viven en los países del
extremo oriente de Asia.
“Pero si el Perú reconoce a los hijos de los japoneses que nacen
aquí”. Su argumento era muy acertado. Pero esos países cuyos
ciudadanos gozan de éxitos profesionales y comerciales en Perú y
otros países de América no están dispuestos a cambiar fácilmente sus
ideas etnocéntricas.
El Perú y otros países americanos, cuando establecen relaciones
y firman los convenios con esos países, no consideran estas leyes
discriminatorias a los extranjeros. Las autoridades no sienten ni se
preocupan del sufrimiento de los ciudadanos comunes que viven en
esos países nacionalistas y racistas. Se preocupan sólo de los
intereses políticos y económicos. En ningún momento se ponen a
pensar en el principio de la reciprocidad. Si el principio romano “Do ut
des” (Te doy para que me des) fuera la base de las relaciones
internacionales, otros serían los ambientes para los extranjeros.
No hablemos del racismo, la bestia dormida o despierta que
mora en nuestro interior. Es un tema de nunca acabar.
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