viernes, 4 de marzo de 2016

DE DOCTOR A DOCTO HAY MUCHA DISTANCIA

DE DOCTOR A DOCTO HAY MUCHA DISTANCIA

Francisco Carranza Romero

Una vez en una oficina de salud pregunté: ¿Está el médico…? Y apenas dije “médico” la secretaria me miró con sus ojazos centelleantes y resuelta a corregirme. Así los hizo: “¡Doctor, querrá decir!”. 
-Disculpe, señorita. -Traté de disculparme aun sabiendo que lingüísticamente no había cometido un error. Pero, ni modo, como dicen los mexicanos, tuve que repetir la pregunta según la corrección: ¿Está el doctor…? 

La dilecta secretaria recién respondió a mi pregunta.

Este hecho pudo haber sucedido también en un estudio jurídico porque el abogado, apenas recibe el título, ipso facto es doctoreado.

He visto rótulos y tarjetas con el título de doctor antecediendo al nombre. Después, por alguna información he llegado a saber que el tal abogado, médico, sicólogo, farmacéutico, sacerdote… no tienen el referido título. Ocurre que el pueblo, por su ignorancia o servilismo, les da ese título en el trato diario. Y los supuestos doctores, felices, no corrigen ni se incomodan; al contrario, se acomodan en su alta y falsa jerarquía .

El doctoreo es tan común en Perú que muchos profesionales ya no necesitan estudiar el postgrado (Maestría y Doctorado) para sentirse doctores porque son doctoreados en donde sea.

Los títulos de Licenciatura, Maestría y Doctorado son resultados de más de un cuarto de siglo de esfuerzos y estudios; aunque hay algunas universidades que dan muchas facilidades. A mí me da igual si me dicen profesor o simplemente profe, señor, don o algún calificativo de respeto como “jefe”. Lo importante es el trato respetuoso.

He conversado con gente que no tiene los estudios superiores pero que es docta en muchas cosas de la vida porque sabe mucho. A esta persona la llamamos yachaq en quechua: Uno que sabe. Es que la palabra docto procede de “doctus, docta, doctum”, participio pasivo del verbo latino docere. Significa: instruido, hábil, diestro, formado, realizado… Un calificativo que abarca no sólo lo cognoscitivo sino lo ético y espiritual. 

También conozco a algunos que tienen el título de doctor y que se pavonean del cartón, pero que, realmente, no son doctos. A estas personas las llamamos musyaq en quechua: Un especialista en algún campo del conocimiento. Y estas personas hasta recurren a la sigla Ph D (Philosophiae Doctor, título que se usaba en la Edad Media y que ahora se usa en los países anglohablantes). Por tanta petulancia y ruido merecen que se les altere la versión latina ph equivalente a la letra griega fi que muy bien los calificaría, y escribirlos con mayúscula como loa al pavo real: HDP.

Y vuelvo al problema: ¿Por qué doctoreamos sólo a ciertos profesionales? ¿Realmente, esos profesionales saben mucho? El uso mal fundamentado nos confunde y nos conduce al error. En este caso cabe citar la expresión latina: Uti, non abuti. Que lo entiendan los doctores.

martes, 1 de marzo de 2016

EL QUECHUA EN EL SIGLO XXI

EL QUECHUA EN EL SIGLO XXI

Francisco Carranza Romero

Perú, país pluricultural
 Perú es un país pluricultural y su historia abarca miles de años antes de la llegada de los españoles (1532). Sus manifestaciones culturales preincaicas son tan importantes como las de Egipto, Mesopotamia y Grecia Antigua. El período incaico, el más conocido, es breve; por eso es un error calificar de “inca” a todo el pasado prehispano del Perú. Sin embargo, fue en este período en que la lengua quechua o quichua se expandió por el norte hasta el sur de Colombia, por el sur hasta el norte de Argentina y Chile. Por el este no se propagó porque los andinos no soportaron las inclemencias del clima y las enfermedades de la selva. Por el oeste llegó hasta el océano Pacífico.

Muchas lenguas han desaparecido, sólo cito a dos lenguas andinas vivas y aún con buena población de hablantes: quechua y aimara.

Sin embargo esta riqueza cultural sobrevive más por estar en uso en las zonas aisladas y por la actitud valiente y orgullosa de algunos que, aunque hayan aprendido el castellano, no se avergüenzan de hablar y escribir sus lenguas maternas en cualquier lugar donde puedan ser entendidos.

¿Qué sería del Perú sin los restos arqueológicos como Machu Picchu, Chavín, Chanchán, Sipán, Sicán, Caral, Kotosh, Nasca, Gran Pajatén, etc.? Y, ¿cómo comprender y explicar el castellano peruano sin el conocimiento de la lengua indígena? Imposible. Tantos topónimos, antropónimos, fitónimos, zoónimos y etnónimos son explicables gracias al quechua y otras lenguas andinas, costeñas y selváticas existentes o extintas. Sin embargo, no hay una actitud seria y sincera de valorar y estudiar las lenguas perunígenas (originarias del Perú). Vivimos una época en que por pretender la “modernidad” menospreciamos lo nativo.  

¿Hay planificación lingüística? 
A continuación narro mi historia que muestra la ausencia o presencia de la planificación lingüística en los años de mi infancia en mi comunidad materna Quitaracsa, ubicada en la provincia de Huaylas, departamento de Áncash, a 3.300 metros sobre el nivel del mar. Tuve la suerte de tener una profesora quien, aunque sin título de maestra porque apenas había concluido el tercer año de secundaria, nos enseñó usando el quechua en todo momento en que le fue posible. Ahora, como adulto, reconozco que ella sabía de Pedagogía mucho más que los egresados de las universidades. Gracias a la profesora Fulceda Caballero Rincón, primera profesora de la escuela Mariano Melgar de Quitaracsa, aprendimos el alfabeto latino con el que pudimos escribir con orgullo nuestros nombres. También pudimos leer mecánicamente el libro "Mi Perú"; pero no entendimos el contenido por estar escrito todo el texto en castellano. Los autores de este material que el Estado envió a nuestra escuelita hasta el segundo año de primaria no habían pensado en que los receptores también seríamos los estudiantes quechuas.

Para continuar la Primaria en 1956 fui enviado a Caraz (capital de la provincia de Huaylas), allí sentí dos actitudes dirigidas hacia mí: el menosprecio del citadino al campesino; el menosprecio del hablante del castellano al hablante quechua. Los primeros días estuve en el estado de sordera y mudez como cuando llego a un país cuya lengua ignoro. La maestra y mis compañeros hablaban una lengua con códigos que yo desconocía. Sin embargo, mientras pasaban las semanas y meses -qué fácil resumir aquellos días difíciles-, poco a poco, fui distinguiendo las palabras y comprendiendo los enunciados. Hasta que, al fin, comencé a entender a mis compañeros y a mi maestra. Entonces, ya pude dialogar con ellos aunque recurriendo al sintagma y léxico quechuas muchas veces. Recuerdo y reconozco que me costó tiempo, esfuerzo y malos momentos para asimilar la nueva lengua de la escuela citadina (1).

Toda esta dura experiencia mía demuestra la falta de planificación lingüística para incluir a los hablantes de lenguas indígenas en el proceso de la educación peruana.

Los que no han tenido esta experiencia no entienden por qué los escolares quechuas desertan de las escuelas castellanizantes. Simplemente critican y se lamentan usando sus cuadros estadísticos descriptivos. Es que, por ser monolingües hispanos, ignoran que el aprendizaje de una segunda lengua implica el lento proceso de conocer los parámetros de otra cultura. Supongamos un caso contrario: si los estudiantes hispanos monolingües recibieran las clases en una lengua desconocida y donde no hubiera criterios pedagógicos del aprendizaje de la nueva lengua podrían sufrir traumas psicológicos. Pregunten a los inmigrantes que matriculan a sus hijos en una escuela que enseña en una lengua desconocida por sus hijos.

En la clase de Historia del Perú el acontecimiento que más me impactó fue la rebelión indígena de Tupac Amaru II pidiendo la justicia y la libertad. Sufrí mucho por su derrota y por su horrible ejecución (Cuzco 1781) en la plaza principal y frente al templo católico.  

Los cuatro de los cinco años de estudios de la Secundaria, por suerte, los realicé en un seminario diocesano de Huaraz (capital del departamento de Áncash). Al estudiar los cursos de latín y griego, comprendí el proceso de los cambios de la lengua latina hasta convertirse en el romance castellano. Y recuerdo muy bien una clase del profesor laico de Historia del Perú, quien -saliéndose del programa oficial- nos narró la última sublevación indígena (Huaraz 1885) contra el aumento del tributo a los indígenas porque el gobierno del general Miguel Iglesias, autodenominado “Presidente Regenerador del Perú”, necesitaba dinero urgente después de la desastrosa guerra con Chile. Esta protesta también fue sofocada por el ejército bien armado enviado desde Lima. Los líderes de la rebelión tuvieron un final triste: Pedro Pablo Atusparia se rindió y huyó a Lima de donde volvió para acabar su vida bebiendo veneno por haber sido engañado por las autoridades políticas y religiosas. Pedro Celestino Cochachín resistió en la Cordillera Negra hasta que fue capturado por los militares, torturado y ejecutado (2).

Como en los estudios superiores me incliné hacia la Lingüística pude comprender mejor el castellano y el quechua en sus sincronías y diacronías. Por eso me considero un bilingüe coordinado.

Ley General de Educación
Ahora veamos lo que dice la actual legislación educativa peruana al respecto.  La Ley General de Educación, Ley Nro. 28044, Título I. El Artículo 20 es sobre la Educación Bilingüe Intercultural: “La Educación Bilingüe intercultural se ofrece en todo el sistema educativo: 
a) Promueve la valoración y enriquecimiento de la propia cultura, el respeto a la diversidad cultural, el diálogo intercultural y la toma de conciencia de los derechos de los pueblos indígenas, y de otras comunidades nacionales y extranjeras. Incorpora la historia de los pueblos, sus conocimientos y tecnologías, sistemas de valores y aspiraciones sociales y económicas.                                       
b) Garantiza el aprendizaje en la lengua materna de los educandos y del castellano como segunda lengua, así como el posterior aprendizaje de lenguas extranjeras.
c) Determina la obligación de los docentes de dominar tanto la lengua originaria de la zona donde laboran como el castellano.
d) Asegura la participación de los miembros de los pueblos indígenas en la formulación y ejecución de programas de educación para formar equipos capaces de asumir progresivamente la gestión de dichos programas. e) Preserva las lenguas de los pueblos indígenas y promueve su desarrollo y práctica” (3).

Por esta razón se dio el Decreto Supremo N° 006-2012-ED del 31 de marzo de 2012 creando la Dirección General de Educación Intercultural, Bilingüe y Rural para que norme y oriente la política nacional de Educación Intercultural, Bilingüe y Rural en las etapas, niveles, modalidades, ciclos y programas del sistema educativo nacional.

El Ministerio de Educación está en Lima, los ministros, los altos funcionarios y directores de la educación, teóricamente consideran y reglamentan; pero en la práctica parece que poco se preocupan de las poblaciones escolares más allá de las urbes hispanoparlantes por eso envían profesores monolingües hispanos a áreas donde se habla quechua u otra lengua indígena. A estos docentes monolingües poco les importa si los estudiantes lo entienden o no; a ellos les importa más el puesto para ganar el sueldo. “Existe un déficit de 11 mil maestros bilingües en escuelas rurales del país” es un título grande de una noticia periodística (La República, 5 de mayo de 2014, sección Sociedad). En esta misma página del periódico hay dos opiniones que revelan nuestra realidad educativa: Teresa Tovar escribe: “Hay que concientizar a todo el sector educativo de la importancia de la educación intercultural, porque hay un desprecio hacia las culturas aborígenes”. Lo que dice ella no es ninguna novedad. La educadora Jesica León escribe. “¿Cómo se sentiría usted si tiene como lengua materna el castellano y en la clase de historia el profesor dicta su clase en alemán o japonés? La comprensión sería muy difícil, ¿verdad? Esta situación se vive en las miles de escuelas rurales de nuestro país donde los maestros dictan las clases en castellano a los alumnos que hablan quechua, aimara o awajun”. Ojalá que su voz no sea en el desierto.

Si hay bilingües quechua-castellano es, más que todo, porque los quechuas han hecho y hacen el esfuerzo de aprender el castellano. Y ese esfuerzo marca varios tipos de bilingües: bilingües subordinados (los que saben mejor el quechua que el castellano), bilingües coordinados (los que saben bien el quechua y el castellano). Cuando hablan o escriben en quechua o en castellano respetan las reglas de la morfología y sintagma, no mezclan el léxico quechua con el castellano y realizan bien los fonemas quechuas y castellanos. Son los que, por su propio esfuerzo, han estudiado las dos lenguas. Un tercer grupo puede abarcar a los hablantes que, inconscientemente, mezclan las dos lenguas en el sintagma, la morfología, el léxico y la fonética. Es el caso del tacutacu lingüístico.
   
La televisión peruana tiene programas cómicos como la Paisana Jacinta que hacen reír a los espectadores exagerando todo (aspecto físico, problemas fonéticos y gramaticales de los bilingües subordinados quechua-español cuando hablan el castellano). Es una forma de burlarse de los “otros” que están invadiendo Lima y lo están cercando con “asentamientos humanos”, dicho en castellano general: suburbios. Y no se diga de las creencias, ropas y comida. “Hoy nos burlamos de tales concepciones [de los pobladores de la zona rural]; pero hace menos de un siglo una idea semejante, que proclamaba la superioridad de los supuestos arios, sembró el terror en el mundo y, en este siglo XXI, en nuestro continente, pervive la ignominia de la discriminación racial” (4). Si alguien critica esos programas, la respuesta inmediata es: “No tienes sentido de humor”. El público que ríe con esas ridiculizaciones internaliza el mensaje del desprecio a “otros”.  

¿Y las universidades? 
En estos días, muchas universidades —especialmente las privadas, que son muchas—, desgraciadamente, se van convirtiendo en empresas educativas que forman profesionales que después serán empleados de las empresas. Sin haber hecho un estudio serio del mercado laboral hablan de la necesidad de técnicos. La calidad educativa de estas universidades-empresas se mide por la rentabilidad. Y el profesional triunfador es el que gana más dinero y tiene más hábitos de consumidor (5). Pocas universidades enseñan a las nuevas generaciones a valorar las manifestaciones culturales del pasado y del presente del Perú. Pocas universidades promueven el diálogo y la confrontación de las ideas. Pocas universidades promueven los cambios convenientes para no quedarnos en el statu quo.  El estudio de las Humanidades va quedando en la incomprensión porque se considera que el objetivo del estudio universitario es formar profesionales prácticos para que puedan obtener un empleo y ganar dinero. Las Humanidades van quedando como conocimientos anticuados como que la civilización hubiera comenzado hace poco tiempo. Bajo la concepción de que el mundo es un mercado, el estudio de una lengua indígena, como el quechua, no es rentable; por eso no está en el currículum de todas las universidades peruanas: si aparece, es sólo como un curso sin mucha importancia. No hablemos de la Secundaria ni menos de la Primaria. La educación peruana aún está de espaldas a la realidad cultural peruana.
                                                           
Sin embargo, si los profesionales tuvieran los estudios elementales de la lengua y cultura quechua podrían comprender mejor la historia y la realidad peruana, así se evitarían los prejuicios y los conflictos sociales.  Donde hay educación, no hay discriminación.

Consideraciones finales 
1. A medio milenio del encuentro o desencuentro de los europeos y americanos debemos valorar y respetar los aportes de los indígenas americanos: lenguas, creencias, ritos, música, bailes, vestimentas, comidas, medicina, etc.

2. Nuestra diferencia con otros continentes está en nuestra cultura nativa.  Con este mismo criterio del respeto a otros debemos ser tolerantes con las culturas extranjeras hasta conocerlas bien.

La identidad americana y peruana es pluricultural, y esta realidad es una riqueza que debemos cuidarla y aprovecharla.

3. La Controversia de Valladolid (1550) aún continúa. Los seguidores de Juan Ginés de Sepúlveda no respetan los derechos de los indígenas. Los seguidores de Bartolomé de las Casas defienden los derechos de los indígenas.     

Notas
1. Carranza Romero, Francisco. Madre Tierra, Padre Sol. Trujillo (Perú): Computer Age,          2000. 
2. Rodríguez A., Justo – Rodríguez A., Richard: 2013, La rebelión campesina de 1885 en         Ancash, Anita Impresos, Lima. 
3. Ley General de Educación: <www.minedu.gob.pe/files/253_201109141438.doc> 
4. López Austin, Alfredo. “Las razones del mito. La cosmovisión mesoamericana”. En:           Dioses del Norte, Dioses del Sur. México D. F.: López, Millones. Biblioteca Era, 2008, p.     17.  
5. Lerner Febres, Salomón. “Recuperar el saber humanista”. En: La República, Lima, 4 de        mayo de 2014.