domingo, 17 de abril de 2016

CUANDO EL PADRE ENTRÓ EN RAZÓN

CUANDO EL PADRE ENTRÓ EN RAZÓN
Francisco Carranza Romero

Una mañana con los primeros rayos del sol: clara y fresca. Una mañana que se parecía a otras que habían pasado.

El hijo joven toca la puerta de la habitación paterna para avisar. Lleva el bulto amarrado en la espalda, las sandalias bien amarradas a los pies porque el viaje será a pie.

-Papá, te aviso que voy a salir de viaje.
El padre abre la puerta, ve a su hijo preparado para el viaje, entra en cólera porque antes no había sido comunicado sobre este viaje.
-¿Así que sales de viaje? Pues, te digo que no. ¡No!
-Perdón, papá, ya decidí y preparé este viaje. –Cargado de valor continúa-. No hubo oportunidad, papá, para avisarte porque siempre estabas muy ocupado con tus asuntos. Perdón, papá; por favor, déjame hacer este viaje –da unos pasos hacia afuera cuando siente atrás los pasos de su enfurecido padre dispuesto a castigarlo.
El joven acelera los pasos, sale de la casa, baja presuroso unos escalones, cruza la calle polvorienta y entra en una casita de madera frente a la casa grande.
-¡Sal de ahí! ¡Te ordeno que salgas! ¡Si no sales voy a quemar la casa!

Grito autoritario y amenazador que provoca el escándalo. Mucha gente curiosa se congrega en el lugar. El airado padre, espera con las manos en la cintura, luego entra a la casa y sale con una tea dispuesto a cumplir su amenaza. La gente curiosa, en vez de asustarse, también entra en la casita de madera. Los que ya no pueden ingresar se agolpan en la puerta que ya no puede cerrarse. Forman un muro humano de solidaridad con el joven.

Ante esta inesperada circunstancia el padre se queda estático, con los ojos perdidos y en silencio por unos minutos. Parece que recién entra en razón y comprende: Es verdad, mi hijo no es mi propiedad. Aunque yo le señale el camino, no puedo caminar su camino; él mismo tiene que hacer su camino. Tampoco puedo sentir sus dolores, alegrías, tristezas, dudas... No puedo soñar sus sueños.

Al final, el padre tembloroso se siente avergonzado ante tantas miradas que se dirigen a él con respeto y compasión. Suelta la tea al piso terroso donde ya no llamea sino humea. Aspira lenta y profundamente el aire fresco; luego exhala también despacio.

La gente se mantiene expectante observando los cambios en el rostro y en la actitud del padre, hasta que escucha la voz más serena.
-Hijo, da gracias a la gente que te ha salvado de mi ira. Vive por el pueblo que te quiere mucho. –Su voz delata que está muy emocionado.
-Ustedes –se dirige con la mano derecha abierta a la masa humana-: ayuden y orienten a mi hijo para que se realice como un hombre bueno… -se le corta la voz. Se voltea, entra presuroso a su casa. No quiere llorar delante de la gente.

Pasa horas encerrado en su mansión hasta que se calma y se da cuenta que afuera reina el silencio. Cuidadosamente abre la puerta y ve que ya es el mediodía. Nadie está en la casita del enfrente ni en la calle.

Hijo, qué suerte que tienes, la gente te quiere como a un hermano, como a un hijo. Yo nunca me rebelé; por eso, quizás, no caminé más lejos. ¿A dónde vas? ¿Cuándo volverás? No te pregunté. Hijo, que tengas buen viaje. Te bendigo donde quiera que estés caminando. Que tu difunta madre te acompañe.

Llegó el viento fresco con un gorrión que aleteaba feliz. Ambos le dijeron: Lluta piñakuyqa piqata, shunquta yaqatsin.  La ira descontrolada altera la cabeza y el corazón. Es verdad. Ya estaba sereno, por eso entendía el mensaje del viento y el gorrión. 

El padre, realmente, no ha perdido la pelea con su hijo. Ha ganado un hijo que hace uso de su libertad como a él le hubiera gustado hacerlo siquiera una vez.

martes, 5 de abril de 2016

INVIERNO DE 2016 EN CANADÁ Y COREA

martes, 5 de abril de 2016

INVIERNO DE 2016 EN CANADÁ Y COREA


Francisco Carranza Romero
Profesor de la Universidad de Corea del  Sur  y la PUCP

Paciencia y orden en febrero congelado en Canadá
En este invierno de descensos y ascensos bruscos de temperatura me encuentro en la nueva ciudad satélite de Kleinburg, situada al norte de la ciudad de Toronto (Canadá). ¿Estos cambios bruscos son los efectos de las travesuras de El Niño y de sus cómplices humanos infantiles?

Contemplo una extensión terrestre de incontables lomas y pliegues; llanura blanca como una inmensa sábana extendida para secarse y endurarse con el frío invernal; llanura suave y barrosa en la época del deshielo. Los árboles canosos se estremecen con el viento: ¿tiritan o se ríen del frío? La nieve que se acumula en las ramas y bases troncales, al derretirse, saciará la sed de los árboles. Ágiles ardillas corren y saltan buscando el sustento donde sea.

Bandadas de ánades vuelan graznando. Los experimentados viajeros dirigen el vuelo del grupo que dibuja en el aire la figura de ave en vuelo. En la cola quedan algunos que no deben retrasarse mucho para aterrizar juntos en la meta fijada. Los aprendices viajeros van asimilando las aventuras de sus antepasados inmediatos y remotos que hicieron durante millones de años.

Algunas gaviotas y otros pájaros, conocedores de ríos, lagos y pueblos revolotean confianzudos sobre las casas y campos. Son las aves adaptadas al desarrollo industrial de la especie humana.
Las viviendas de Kleinburg, de apenas tres pisos, muestran sus techos blancos con caídas a los lados. 

Por las chimeneas emana el vapor del calor interior que hace vivir a los residentes. Desde las primeras horas del día los residentes, abrigados totalmente, quitan la nieve acumulada en la vereda frente a sus viviendas porque, si hay un accidente, será la responsabilidad del vecino que no hizo la limpieza oportunamente. Los menores, que observan tras las ventanas o ayudan a los mayores en esta labor diaria, van aprendiendo este modus vivendi para repetirlo cuando les toque el turno. La primera y mejor educación comienza en la casa. Nemine discrepante.

En las calles estrechas hay nieve acumulada que se queja al sentir el peso de los vehículos que hacen surcos con sus neumáticos adecuados para este clima. Pronto pasarán los tractores que limpian la masa de nieve. Si es necesaria la sal, la verterán para descongelar con mayor facilidad. Por las autopistas, limpiadas por pesadas y metálicas máquinas, circulan muchos vehículos de diferentes tamaños, conducidos, generalmente, por gente respetuosa de las señales de tráfico, que no abusan de las bocinas y saben ceder. Claro, no falta un loco que quiere demostrar su bravura e ignorancia de la sana convivencia social. ¡Qué lejos están las ciudades plagadas de conductores impacientes, abusadores de las bocinas y que no saben ceder!

Parece que la baja temperatura invita a los pobladores al recogimiento, solidaridad y prudencia, tan necesarios para sobrevivir con temperaturas tan extremas. Sin embargo, todas las actividades continúan normales, sólo hay cambios en ropa y comida.

Práctica de paciencia y arte en marzo invernal en Corea del Sur
Apenas el avión aterriza en el aeropuerto de Incheon (Seúl, Corea) se informa a los pasajeros que la temperatura está baja. El paisaje exterior es blanco por la nevada del invierno que se ha retrasado.

Como mi esposa concurre a Academia de Caligrafía Wolchon (Fuente de la Luna) visito el lugar: una habitación grande con mesas cubiertas de mantel negro. Unas doce personas hacen la caligrafía china y coreana usando delicados pinceles, tinta negra y papel de cáñamo. Los calígrafos son personas mayores de cincuenta años: altos funcionarios de empresas estatales y privadas, docentes y hasta un exministro. 

Los que han estado en el extranjero demuestran buen nivel de inglés y hasta saben algunas expresiones en español. Mientras pintan las grafías según las muestras que les da el maestro, conversan de todo, especialmente sobre las filosofías antiguas de Asia: taoísmo (siglo VI adC), confucianismo y budismo (siglo V adC). Dos ya han visitado Perú; otros, ya anuncian que visitarán. Quieren ver lo que queda de las culturas antiguas del Perú.

Mientras afuera el mundo se rige bajo la ley económica de oferta y demanda, esta gente se reúne a la práctica diaria del arte y la paciencia en vez de quedarse en casa mirando los programas estupidizantes de la televisión. En Academia Wolchon se vive de ilusiones, de intercambio de opiniones y con fuerte voluntad de superación.   

La tradicional casa coreana tiene un cuadro de caligrafía en la entrada para proteger a los que viven allí. Es la demostración del poder mágico de la palabra (hablada o escrita).