lunes, 31 de octubre de 2016

EL AMOR SUPERA LA ENDOGAMIA

jueves, 27 de octubre de 2016


EL AMOR SUPERA LA ENDOGAMIA

 Francisco Carranza Romero

Durante nuestra breve estancia (del 11 al 19 de agosto de 2016) en Las Palmas de Gran Canaria) mi esposa y yo tuvimos la oportunidad de conocer a los descendientes de los coreanos que son ciudadanos españoles por nacimiento (jus loci) o por el proceso de la nacionalización. Las reuniones se realizaron en el Ilustrísimo Gabinete Literario y en la residencia del Cónsul de Corea. Por esta razón, este escrito contiene cuatro testimonios de hispano-coreanos.













1. “Yo llegué aquí muy niña. Llegué con mis padres. No tuve muchos problemas porque los españoles me trataron como a una niña española aun sabiendo que mis padres eran extranjeros. Los centros educativos me aceptaron sin problemas. Los centros de salud me atendieron bien. Los clubes me abrieron las puertas. Repito, todo esto sucedió antes de tener un documento de residencia legal y un documento de ciudadana española. ¡Me trataron como a un ser humano! No nos asustaron con la deportación. Las autoridades españolas nos ayudaron en todos los trámites hasta lograr la nacionalización. Después de muchos años de vida y estudio ahora soy profesional. Expreso mi agradecimiento a España.

Cuando llegué a la edad de casarme, mis padres me enviaron a Corea para encontrarme con los jóvenes de allá. Querían que me casara con un coreano, pensamiento tradicional de todos los padres coreanos. Yo, muy obediente, fui a Corea, conocí a mis familiares coreanos quienes me presentaron a varios pretendientes. Pasé más de un mes teniendo encuentros y entrevistas con los jóvenes coreanos sin ningún resultado. Así que volví a España soltera como había salido. Aun contradiciendo al deseo de mis padres me enamoré de un español y me casé con él. Nos casamos por amor y no por conveniencias. -Mientras ella habla su esposo español, que la acompaña, bate la cabeza afirmando y sonriendo. Está feliz y orgulloso de su esposa-. A mi esposo le gusta mucho la comida coreana; y a mí también me gusta la comida española. Así compartimos los gustos. No me quejo de mi matrimonio. Ahora soy madre de una hija de nombre coreano”.
Una hermosa niña, sentada en medio de sus padres, nos mira alegre mientras saborea el rico helado canario. Es el fruto del amor.

2. “Yo llegué aquí porque mis familiares me trajeron, tenía menos de diez años. Fuera de mi problema de comunicación en los primeros días, no tuve más problemas. Yo también recibí los servicios de salud y educación como una niña española aun sin tener los papeles en regla. Con el paso del tiempo obtuve la nacionalidad española, estudié Leyes en la universidad y soy abogada; y, en mi condición de mujer, compito en las mismas condiciones con los colegas españoles varones y mujeres. No me quejo, tengo mis clientes, y en los tribunales me tratan bien, no me discriminan.

Todavía soy soltera y, a pesar de mi edad, mis padres siguen controlando mis salidas y llegadas. Me casaré cuando encuentre a un hombre que me ame y a quien yo también lo ame. Para mí, el amor es más importante que la nacionalidad. Estoy contenta de vivir aquí. De verdad, estoy feliz”.

3. “Yo nací en Corea y estudié en Corea hasta graduarme en el Departamento de Español de la Universidad Hankuk de Estudios Extranjeros. ¿Se acuerda profesor?, yo fui su alumna. -Es verdad, aunque ahora ya no tiene aquella figura de estudiante-.

Después de graduarme trabajé de secretaria en la Embajada de México en Seúl. Vine aquí para estudiar la Maestría en Comunicación en la Universidad Las Palmas de Gran Canaria. Mientras estudiaba me enamoré de un español y me casé con él. -Su esposo, periodista español, está cerca de ella, ríe y dice: Yo la quiero mucho-. Después de casarnos, mi esposo y yo fuimos a Corea. Él conoció a los familiares coreanos y las costumbres. Para sorpresa de todos celebramos el matrimonio tradicional coreano. Y mis familiares nos dijeron que los jóvenes coreanos ya no quieren celebrar el matrimonio tradicional. Pero nosotros los extranjeros, lo hicimos.

Ahora soy española y coreana, y madre de una niña encantadora, su nombre es Suwa. -Nombre coreano, interviene el esposo-. Aquí está su foto. -Nos muestra la foto archivada en su celular-. Para mi familia coreana soy una rebelde con mucha suerte”.

4. “Mis hermanos y yo nacimos aquí. Somos españoles y coreanos. He viajado a Corea y, por lo que poco que conozco la sociedad coreana, debo decir con franqueza: No me adaptaría a la vida de allá, pues tengo otra mentalidad. Por motivos de trabajo también he estado en Grecia, Alemania y Marruecos. Y, hablando de Marruecos, allí me han tratado bien; por eso me indigna cuando algunos prejuiciosos hablan mal de los marroquíes. Yo respeto y estimo mucho a los marroquíes porque ellos me dieron hospedaje, me ayudaron y me protegieron. Tengo buenos amigos marroquíes con quienes mantengo correspondencia.

Ahora, tengo mi empresa que ofrece los servicios al Ayuntamiento. Bueno, debo decir, todo me va bien, no me quejo.

Convivo por varios años con mi novia española, una ingeniera y profesora de la universidad. Mis padres la conocen y quieren; y ya nos han dicho que fijemos la fecha del matrimonio. Fuera de algunas discusiones, como en toda relación, nos entendemos y nos ayudamos. Claro que nos casaremos. ¡A ver si vienen a mi boda!”. Terminamos riendo por su invitación a su boda aún no programada.

La expresión coreana “uri kiri”: entre nosotros (coreanos), lo dice todo; fuera de expresar el nacionalismo y la solidaridad coreana es la exclusión de otros. “Los coreanos se casan entre coreanos” (uriquirismo endogámico). Un principio que se repite en la casa, en la escuela y en donde sea. Los matrimonios internacionales son expresiones de la rebeldía de algunos coreanos. Y los hijos, resultados de este enlace, son calificados -a sus espaldas- con el calificativo despectivo: champong (mescolanza). Por eso, merecen elogios quienes -a pesar del estigma social- logran el respeto y éxito dentro de la sociedad de endogamia demostrando que el matrimonio internacional no es ninguna degradación. Estos nuevos ciudadanos son, de verdad, los verdaderos precursores del cambio tan necesario en el pensamiento coreano.


lunes, 17 de octubre de 2016

MORIR ESCALANDO NEVADOS

MORIR ESCALANDO NEVADOS (2003)
Francisco Carranza Romero




Los medios de comunicación han propagado por todo el mundo la muerte de varios montañistas en el bello nevado piramidal de Alpamayo (Áncash, Perú). Y, como nativo de esa zona, esta noticia me motiva a hacer los siguientes comentarios.

 Alpamayo, topónimo inapropiado

"Taqaymi Shuytu Rahu" (Aquel es el Nevado Piramidal), me dijo mi abuelo cuando me lo mostró por primera vez ese bello nevado andino. 

La denominación Shuytu Raju o Shuyturraju, adaptándola a la ortografía castellana, me parecía y me parece muy acertada porque describe la forma del nevado. Pero, algún geógrafo o informante viajero -ignorante del quechua y del lugar- lo denominó Alpamayo (nombre del pequeño caserío de Allpa Mayu: río barroso o terroso que está en la parte baja). Y hasta este topónimo, con el tiempo, se fue cambiando por la desidia investigativa de los cartógrafos y redactores de los textos escolares y enciclopedias. Por el fenómeno del yeísmo (cambio del sonido elle por el sonido ye: tollo > toyo) imperante en las urbes capitalinas de América lo más normal hubiera sido Aypa Mayu (río poderoso). Pero, convertir la elle en ele no es muy normal. En fin, aquí hay una muestra de cómo los ignorantes de las etimologías se imponen.

Comunidad de Quitaracsa
El nevado Shuytu Raju (Shuyturraju) o mal llamado Alpamayo está dentro de la comunidad campesina de Quitaracsa, que tiene muchos caseríos dispersos por la necesidad de más terrenos de cultivo y más pastizal para los ganados. Y Quitaracsa es el caserío más poblado que actualmente tiene posta médica con un sanitario permanente, centros escolares de primaria y secundaria, y una capilla..

Algunos pobladores de Quitaracsa conocen muy bien sus cerros, nevados, lagunas, ríos, quebradas y caminos. Ellos saben cuándo se puede visitar los nevados porque toman en cuenta las lluvias, los vientos y las bajas temperaturas. Conocen las partes seguras para caminar, las partes de continuos deslizamientos y derrumbes... Además, respetan y hasta veneran a la naturaleza con la que dialogan y comparten sus existencias diarias. Estos campesinos cuidan sus ríos, no arrojan allí sus desperdicios como ocurre en la ciudades civilizadas. Si ahora se ven plásticos, latas y vidrios en los márgenes de los caminos es porque los visitantes procedentes de las ciudades van dejando sus huellas.

Si estos pobladores serios recibieran entrenamientos serían los mejores guías para los montanistas, así habría menos casos que lamentar. Teniendo una ocupación remunerada no tendrían que salir de su comunidad para subemplearse en las ciudades. Además, los guías citadinos, por más entrenados y conocedores de lenguas extranjeras tienen sus limitaciones. Y no se mueven si no hay buena paga.

La prensa sólo informa sobre la tragedia, calla voluntaria o involuntariamente el abandono de Quitaracsa que en 2003 no tiene fluido eléctrico siendo su río utilizado como generador de electricidad que beneficia al Callejón de Huaylas, Chimbote y Trujillo. No tiene carretera. Allí nunca han llegado un subprefecto, prefecto ni presidente regional. Esas dignísimas autoridades deberían aprender del obispo de Huarás, Ivo Baldi, quien, siendo un italiano de nacimiento, ha estado allá dos veces dialogando en quechua con la gente, porque él sí tuvo la voluntad de aprender la lengua de los campesinos olvidados del Perú. 

Perú debe aprender de Costa Rica que ha construido carreteras bien asfaltadas que conducen hasta las cercanías de los volcanes para que la gente huela, vea y aprecie esos cráteres, fumarolas y sienta hasta sus estremecimientos continuos. Miles de turistas viajan diariamente en búsqueda de nuevas experiencias en contacto directo con la naturaleza. En Perú, cualquier nevado está a días de caminata desde la carretera más cercana; pero debajo de los nevados hay poblaciones indígenas que no son consideradas dentro del plan del desarrollo del turismo.



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sábado, 15 de octubre de 2016

A GOLPES SE DERRIBAN LOS CERCOS,



A GOLPES SE DERRIBAN LOS CERCOS
Francisco Carranza Romero



El ciudadano Edmundo -llamémoslo así a este ciudadano del mundo- de padres asiáticos, nació en Las Canarias, España. El nombre de la isla importa poco. Por el principio legal jus loci o jus terrae (la nacionalidad por el lugar de nacimiento), más aceptado y practicado en el mundo, es canario, es español. 

En los primeros años de la adquisición de la lengua aprendió la lengua de sus padres asiáticos y el español canario. Por la obsesión educativa de sus padres aprendió otras lenguas con el correr de los años: francés, árabe e inglés. Comparado con un monolingüe hispano, Edmundo era de un mundo más vasto y de mayor tolerancia por la coexistencia de varios códigos comunicativos en su mente. 

Su condición de multilingüe y multicultural le ayudó en la Primaria y Secundaria a desarrollar su memoria, raciocinio y comprensión; los que se demostraron en sus calificaciones sobresalientes.

Sin embargo, por sus ojos pequeños y rasgados, desde la niñez estaba cansado y casi resignado de escuchar el calificativo dirigido a él: ¡Chino! ¡Chino! ¡Chino! Y estas palabras, algunas veces, se volvieron en insultos por la mala intención de algunos emisores. “Yo no soy chino, soy español y coreano. Debo aprender a defenderme de estos tipos que joden mucho”- Fue esta decisión que lo llevó a tocar la puerta de un gimnasio de las Palmas de Gran Canaria para aprender el boxeo y la lucha canaria. Entonces ya tenía 18 años.

Las minorías étnicas sufren las burlas y ofensas de la mayoría. Fenómeno social no sólo de Las Canarias sino de todo el mundo porque los grandes rebaños ponen dificultades de integración a los nuevos miembros y a las minorías.

A los 19 años Edmundo se presentó al ejército español como voluntario. Por sus buenas condiciones físicas y certificados de estudio fue aceptado ipso facto. Allí también fue llamado “chino”; pero no tan insultativo como en otros casos. Demostrando disciplina, buena voluntad y su facilidad para comunicarse en varios idiomas pasó el tiempo que dura el servicio militar. Algunos jefes, que no eran unos simples militares, reconocieron sus cualidades y coincidieron: Edmundo no es un soldado común.

Cuando ya se acercaba el tiempo de ser dado de baja, un comprensivo superior lo llamó y aconsejó: Soldado Edmundo, postula a la Guardia Civil, allí se necesita gente de buena formación física y mental. Además, tú sabes varios idiomas. Si ingresas, serás muy útil a la institución.

Volvió sonriente y con un proyecto a la casa, se preparó e ingresó a la Guardia Civil. Como parte de su formación policial, tuvo que ir a un centro de adiestramiento en Zaragoza. Allí, otros nuevos miembros de la Guardia Civil, en especial los del norte de España, comenzaron a fastidiarlo a cada rato y en voz alta: ¡Chino! ¡Chino! ¡Chino! Sin embargo, el andaluz Pepe, harto de los jodidos compañeros norteños, lo trató con amabilidad y hasta evitó que le hicieran el cargamontón, propio de las manadas de las fieras uniformadas.

-Edmundo, no hagas caso a esos giles que se creen los únicos españoles. ¡Esos joden por joder! Hasta conmigo se meten porque soy sevillano.

Edmundo estaba muy preocupado. ¿Cómo debo responder a estos jodidos y cansones? ¿Alguno de ellos sabrá boxear? Ese Santiago me jaló la manta anoche al pasar cerca de mi cama, y me ha empujado delante de todos en la fila antes de entrar al rancho. Es más alto y fornido que yo, pero jadea rápido en las carreras y planchas. Tiene mucha popularidad entre los norteños. Veré la oportunidad para demostrarle que no le tengo miedo. Sí, lo haré, pase lo que pase.

Un mediodía, en un momento de descanso, salieron a la cancha de fútbol para relajarse. En eso, cuando Edmundo pasaba con su maletín en el hombro izquierdo, una pierna se interpuso en el camino. Edmundo casi se fue de bruces, la rápida reacción del fuerte brazo derecho lo evitó; pero sí cayó el maletín que contenía sus materiales deportivos. El grupo de Santiago soltó una carcajada sonora. Edmundo se paró rápido y firme. Abrió las piernas, miró desafiante a los que se reían de él, respiró lentamente mientras la sangre le subía a la cabeza. Esto es provocación, si no les respondo me pueden humillar, pensó decidido.

-¡Quién fue! -Gritó y miró sin miedo al grupo provocador-. Repito: ¡Quién fue! ¡Quién de ustedes es el más macho para pelear conmigo! –Sacó los guantes de su maletín que ya estaba en su hombro izquierdo y les mostró a los sorprendidos y mudos provocadores. Ellos no esperaban esa respuesta-. Aquí están los guantes -habló palabra por palabra mostrando el par de guantes marrones-. Repito: ¡Quién pelea conmigo!

El silencio del grupo continuó ante la inesperada reacción. Unos bajaron los ojos, otros se quedaron mirándolo con las bocas abiertas. Pepe, inmediatamente, se puso al lado de Edmundo. La pelea tenía que ser uno contra uno. Los bravucones de rebaño recularon. Un jefe que había escuchado una voz desafiante aceleró los pasos sospechando que algo pasaba cerca del campo de fútbol.

-¡Oye, Santiago!, tú hiciste esa mala broma. Ahora recibe, ponte estos guantes y demuestra cuán bueno eres en la pelea como en el cachondeo.

Ante la mirada desafiante de Pepe y Edmundo, Santiago recibió los guantes de mala gana. Un compañero norteño comenzó a amarrarle los guantes. Pepe sonreía, mientras amarraba los guantes a Edmundo; estaba seguro que su amigo daría una buena lección a ese creído Santiago. Antes y después de las prácticas del boxeo en las noches platicaban y así se sabían muchas cosas.

Rápido se formó un círculo para ver la pelea del fastidioso y vozarrón Santiago versus el noble y amigable Edmundo. Los sureños y los del centro se juntaron a Pepe.

Después de unos carraspeos nerviosos de Santiago comenzó el intercambio de los primeros golpes. Edmundo, recordando todo lo sufrido, lanzó un derechazo al estómago de Santiago, quien bajó la guardia e inmediatamente respondió dejando su rostro sin protección. Esta situación fue aprovechada por Edmundo que le golpeó la cara varias veces. Eran los golpes contenidos. Santiago, con el rostro rojo y herido en su orgullo, se lanzó al ataque sin estrategia y sin control demostrando que no sabía boxear. En esa desesperación siguió recibiendo golpes en las orejas, en la frente, en la nariz, en los labios… hasta que la sangre brotó de las fosas nasales y encías.

-¡Basta! ¡La pelea terminó! -Era el jefe que había visto la desigual pelea-. Ahora, quítense los guantes y dense las manos como buenos deportistas y compañeros de la Guardia Civil.

Inmediatamente los compañeros ayudaron a desatar los guantes. Ante la sonrisa del grupo de Pepe y la seriedad y la palidez del grupo de Santiago, los boxeadores quedaron sin guantes y se dieron las manos. Edmundo apretó fuerte la mano fría de Santiago. Desde entonces, el guardia Edmundo fue respetado por todos. Y Pepe, emocionado, contó varias veces que su amigo había sido campeón canario del boxeo, que también sabía la lucha canaria, y que hablaba muchas lenguas.

Algunas veces, para entrar al círculo social cerrado hay que derribar los duros cercos. Edmundo volvió a Las Canarias donde fue ubicado en una sección especial donde se usa más la inteligencia que la fuerza física.

Una pregunta, quizás innecesaria para quienes conocen Asia: ¿Cuál habría sido la vida de Edmundo, de padres extranjeros, si hubiera nacido en Corea o Japón?