miércoles, 9 de octubre de 2019

MADRE TIERRA, MADRE AGUA

MADRE TIERRA, MADRE AGUA


   Shuyturraju (shuytu rahu: nevado piramidal), más conocido con nombre inapropiado Alpamayo (allpa mayu: río terroso),  provincia de Huaylas, Áncash, Perú. 
Francisco Carranza Romero
Francisco Carranza Romero
   
Muchos seres humanos, desde los tiempos remotos, consideran a la naturaleza como su origen y parte esencial de sus vidas. Por eso, desde la niñez aprenden a conocerla y a amarla. Los taoístas del Extremo Oriente de Asia, desde el siglo VI antes de Jesús, predican que el ser humano debe vivir en armonía con la naturaleza. Lao Tse tuvo y tiene seguidores. Los indígenas de América también fomentaron y fomentan que hay que vivir en armonía con la naturaleza. 

Los hablantes de la lengua quechua dicen, desde hace muchos milenios, Patsa Mama (Quechua I: Áncash, Lima, Huánuco, Pasco, Junín) o Pacha Mama (Quechua II: otras áreas de Perú, Bolivia, Argentina, Ecuador y Colombia) a la Madre Naturaleza sólida. Lo interesante es que el sustantivo patsa o pacha se refiere tanto al espacio como al tiempo. Y estos mismos quechuas dicen Yaku Mama (Madre Agua) al líquido que es el elemento esencial de la biósfera. Por este modus cogitandi (modo de pensar), tanto la tierra como el agua reciben respeto y ofrendas de sus hijos. El respeto y ofrenda a la naturaleza es la aceptación de la manifestación de la divinidad (teofanía) a través de la naturaleza; no su divinización como juzgan los que ignoran estas manifestaciones culturales.

Los indígenas de los países andinos, educados en el pensamiento de conocer y amar a la Madre Tierra y a la Madre Agua, las cuidan, respetan y defienden hasta con sus vidas cuando llegan los intrusos que las contaminan y destruyen para convertirlas sólo en objetos de lucro. Los defensores de la naturaleza, generalmente, son los que viven en el área rural; por tanto, están en contacto diario con ella.

Los destructores de la naturaleza, generalmente, son los procedentes del área urbana o citadina. Es que ellos sólo buscan sacar la ganancia económica. Y, cuando hay enfrentamientos de los defensores y destructores de la naturaleza, las empresas y los gobiernos se vuelven cómplices del negocio, haciendo mal uso del poder, envían a los policías y a grupos militares bien armados para defender los intereses de los empresarios. Al final, cuando hay muertos y heridos nadie asume la responsabilidad; entonces, recurren a los discursos repetitivos de justificación: “Yo di la orden, pero no ejecuté. Yo no participé personalmente. Esos indios no quieren el progreso por eso rechazan las inversiones que dan trabajo y mejoran la economía del país. La civilización debe destruir la barbarie”. Los policías y grupos militares también tienen sus letanías bien aprendidas: “Nosotros no somos deliberativos; sólo obedecemos las órdenes. Nosotros defendemos el orden. Nosotros nos defendemos ante los ataques de los revoltosos”.

Cuando al inicio de la primavera de 2019 hubo marchas y protestas invocando el cuidado de la Madre Naturaleza, recién muchos se pusieron a pensar en serio sobre el medio ambiente. Las instituciones y personas, que hicieron posible este acontecimiento que busca despertar la conciencia de la humanidad para cuidar nuestra Madre Tierra, se unieron en torno de la figura de la adolescente Greta Thunberg. ¿Recién llega el mensaje milenario de los quechuas y otros grupos humanos de que el ser humano es hijo de la naturaleza? Y, como hijo, tiene la obligación de cuidar a su madre. 

Ojalá que esta toma de conciencia de que todos somos terrígenas (originarios de la Tierra, indígenas de la Tierra) sirva para que no nos miren con prejuicio cuando nos detenemos en un lugar escogido del camino (cima, lugar del encuentro de vientos, donde hay emanación de gas subterráneo como en los humedales) para ofrendar una piedra a la naturaleza. Por tantas ofrendas recibidas de los viajeros hay morritos al borde de los caminos que en quechua los llamamos apachita o la forma castellanizada apacheta (ofrenda enviada). Así también damos nuestras ofrendas al agua (Yaku Mama: Madre Agua). Y, para que no consideren que estos ritos son sólo de los andinos doy la siguiente información: Los coreanos también ofrendan piedras a los cerros, y esos morros de piedras (tol mudom, en coreano) son respetados. (Francisco Carranza Romero:” Culturas comparadas de Perú y Corea”, 2018, Universidad Nacional Agraria La Molina, Lima).


Apacheta, Perú (diario de un viajero)

                                Isla Jeju (Corea)


lunes, 7 de octubre de 2019

RITOS FÚNEBRES EN EL ÁREA RURAL DE LOS ANDES


RITOS FÚNEBRES EN EL ÁREA RURAL DE LOS ANDES

Francisco Carranza Romero

El fallecimiento de un ser humano es un acontecimiento triste y doloroso no sólo para los familiares, es un hecho que interrumpe todas las actividades de la comunidad, despierta el sentimiento comunitario, convoca a la población dispersa en muchos caseríos, hace olvidar las rivalidades, aunque sea temporalmente, y hace reflexionar a todos sobre el principio Kayllam naani (Éste es el único camino). Ante este suceso previsto o imprevisto, la familia y la comunidad participan con mucha formalidad en la celebración de los ritos fúnebres: lavado del cadáver, amortajamiento, velatorio, romería desde la casa hasta la tumba, entierro y el rito de despedida al quinto día post mortem.

Este estudio se basa en las vivencias y diálogos constantes con los pobladores de la comunidad andina quechuahablante de Quitaracsa, mi pueblo natal, ubicada en el distrito de Yuramarca, provincia de Huaylas, departamento de Áncash, Perú. Por eso, agradezco a mis familiares y paisanos por haberme ayudado en la labor de la recopilación de datos.

La preferencia del estudio en el área rural es porque en este espacio todavía se mantienen muchas expresiones culturales nativas.

En las urbes, como sucede en otros países, la muerte y sus ritos han sido comercializados y bastante desacralizados; sirven más para demostrar la condición socioeconómica del difunto y sus familiares. Aquí menciono algunos elementos diferenciadores por la condición económica: el local del velatorio, el féretro y los arreglos del velatorio, la calidad de la mortaja, los servicios religiosos como el responso y misa (pontifical, cocelebrada, cantada o simplemente hablada. La participación del coro y de los que tocan los instrumentos musicales como piano, órgano, etc. tienen sus costos), el lugar del entierro (mausoleo, nicho común), la calidad y cantidad de los vehículos y cargadores uniformados, y la frecuencia de los avisos y condolencias en los medios de comunicación.      

I. LA MUERTE DEL ADULTO (YASHQA WAÑUY)

Cuando fallece un adulto los ritos fúnebres tienen el proceso más estricto e implican mayores formalidades.

Sobre la definición de cuándo una persona es considerada adulta no hay unidad de criterios porque el proceso de la vida humana no sólo se mide con criterios de edad. A continuación, detallo las etapas de la vida:

    1. Wamra (niño). Se subdivide en: llullu wamra (niño tierno, bebe), pishi wamra (niño indefenso, menor), yashqa wamra (niño mayor, que ya puede defenderse). Sin embargo, muchos niños se hacen adultos pronto asumiendo las responsabilidades de los mayores. Algunos pronuncian la palabra wamra como wambra por la epéntesis de la consonante labial sonora b entre dos sonoras (m, nasal labial; r, vibrante alveolar). Es una realización fonética porque /b/ no es un fonema quechua en Áncash.

    2. Mallwa (inmaduro). Abarca la adolescencia y juventud.

    3. Yashqa (adulto, con suficiente desarrollo físico y mental). Pero, unos se hacen adultos antes que otros.

    4. Chakwas (anciana) / awkis, ruku (anciano). La senectud es la etapa de mucho respeto porque es la madurez máxima; pero, al mismo tiempo, es el proceso de acabarse física y mentalmente. Pero, también hay personas que envejecen antes.

Después de la muerte de un adulto se cumplen los ritos dirigidos por un mayor respetado por su experiencia, conducta y sabiduría, un yachaq.
   

1. Lavado del cadáver (aya armatsiy).
    Cuando el proceso de la enfermedad ya indica el inevitable fallecimiento, el mismo paciente puede escoger a un familiar para el último aseo de su cadáver; generalmente, es el familiar más cercano, de su confianza y de su mismo género. El escogido para este rito se siente muy honrado porque será la persona que guardará en su memoria el recuerdo de lo que vio y tocó; y no comentará con nadie porque sería una deslealtad. Para esta labor considerada como sagrada se puede aceptar, como máximo, la presencia de un auxiliar muy discreto y allegado a la familia. Para alguna orientación estará un yachaq.

Apenas se comprueba el fallecimiento, el escogido para el lavado del cadáver se purifica mediante la ablución de su cuerpo que se contactará con el cuerpo inerte. El auxiliar también debe purificarse para poder participar, aunque sea pasando las cosas necesarias o cumpliendo las órdenes del aseador oficial.

El lavado del cadáver tiene un proceso: 1. Aya wiqay (vaciar el contenido del estómago e intestino del muerto) para la purificación interna del cuerpo. Se entibia el agua hervida con plantas aromáticas, luego se vierte el líquido limpio y tibio por la boca del cadáver para masajearle todo el estómago hasta que el cuerpo expulse la hez y el líquido. Muchos que ignoran el significado de este rito, por carecer de experiencia e información, creen que se hace beber el líquido al difunto para que no tenga sed en el viaje.

2. Aya armatsiy (lava de parte externa del cadáver). El agua tibia de las hojas y flores de hierbasanta (lliqlli, Eriodictyon californicum) es la preferida para refrescar y limpiar toda la parte externa del cuerpo. Todo se hace a puerta cerrada, en silencio, con mucho respeto, con sumo cuidado y con mucha confidencia. Así se cumple la purificación física para que el cuerpo inicie la nueva jornada del viaje en la otra existencia.

Si el ser humano ingresa a la sociedad de los vivos con el agua del socorro (yakuutsiy en Áncash, unuchaku en Cusco), oportunidad en que recibe un nombre; el lavado interno y externo del cuerpo inerte es el último contacto con el agua. Después, su alma evitará cualquier contacto con el agua; si tiene que cruzar un río lo hará sólo por donde hay puente. Ayaqa yakuta yatantsu, mantsanmi. Mayutapis tsakapa tsinpan (El alma no toca el agua, la teme. Si tiene que cruzar el río, lo hace por el puente).

El agua es el símbolo de la vida; por tanto, sólo los vivos, los que tienen sombra, entran en contacto con ella.

Cuando el cuerpo ya está lavado y secado se introduce algodón o lana limpios en todas las oquedades del cuerpo: boca, fosas nasales, oídos, ano y sexo para evitar que la mosca ponga sus huevos; luego se unta el cuerpo con ungüentos, sustancias aromáticas y algunos elementos para acicalar.

Se cierra los ojos del cadáver para que ya no vea el mundo de los vivos ni asuste a nadie. Los ojos abiertos, fuera de dar miedo, son miradas acusadoras desde la otra dimensión o la búsqueda a quien le ha de seguir en el camino.

2. Amortajamiento (aya shukutsiy).
El cadáver limpio y bien acicalado es vestido con la mortaja liviana que depende de la economía de la familia. El manto de algodón o la bayeta de lana deben ser livianos para no “cansar” al que lo lleva.

Los pies son vendados para calzarlos con zapatos o sandalias también livianos para que no “pesen” en el largo viaje. Los pies vendados soportarán el largo viaje. Todo este rito es la última oportunidad para acariciar el cuerpo recién fallecido; por eso, es una labor considerada como un honor para quien la cumple.

Por respeto se cubre el rostro del difunto. Sólo los familiares cercanos pueden descubrirlo y mirarlo para despedirse por última vez. 

Terminados estos ritos de aseo, acicalado y amortajamiento, recién se expone el cuerpo ante la vista de otros familiares y visitantes. Desde este momento comienza el rito fúnebre para todos con el cadáver como el centro de la atención.

3. Velatorio (wallki).
Este rito también es conocido como velorio, no sólo porque se encienden velas sino también porque se hace guardia al cadáver. (Carranza: 2004, El mundo de los muertos en la concepción quechua, Ciberayllu: www.andes.missouri.edu/andes). Se hace en la casa del difunto o en la de un familiar cercano.

Dos días de velatorio, los más comunes, son considerados como la fiesta de la reconciliación y purificación espiritual del difunto y de los miembros de la comunidad. Es la última oportunidad del encuentro comunitario del muerto con los familiares y los visitantes. Los vivos tratan de dar paz al que se va: rezan y cantan, le piden perdón por las ofensas, y le perdonan todos sus errores y deudas. La paz es muy necesaria en este momento. Todos saben que el alma está presente cuidando el cuerpo yerto, está mirando a los que lo visitan; por eso, todos colaboran para alegrar al alma. El estado de la alegría es el estado de la salvación. Los quechuas saben del valor de la solidaridad. Y también saben que el bautismo no es el salvoconducto seguro para obtener la paz en la otra vida.

    Este rito fúnebre es festivo por las siguientes razones: 1. Es un acontecimiento que convoca a los familiares, vecinos y a toda la comunidad dispersa en barrios y caseríos. Esta vez, el ayllu no se reúne por la alegría sino por la tristeza. Todos comparten el dolor por la pérdida de un miembro. Es la actitud de seriedad y del deseo de compartir el dolor. Wallkimanqa, huk patsallapis aywanantsikmi (Todos debemos ir al velatorio, aunque sea por un instante).

    2. Es una reunión de mucha seriedad y solemnidad porque la muerte es el camino que todos, sin excepción, han de transitar. Kayllam naani (Éste es el único camino), es el principio que hace reflexionar a los que quedan en esta existencia.

    3. Todos pueden concurrir al velatorio. Las horas de visita son libres desde que el cadáver queda expuesto ante todos. Lo importante es no dejar solitario al cadáver porque su alma, que todavía lo acompaña, se puede poner muy triste y sufrir mucho. Es que el ser humano no es un ser solitario sino un ser solidario en la vida y en la muerte. Los adultos y niños, las mujeres y varones participan en el velatorio.

    4. Cada visitante dialoga con el alma del difunto. El homo sapiens es también homo loquens. El diálogo puede ser en silencio o hablando o cantando. Es la oportunidad para confesarle todo, por eso este encuentro tiene la función catártica individual y colectiva. Es el momento de hacer las paces con el difunto y con los familiares con el fin de colaborar con la paz y tranquilidad.

    5. Embriagados por el dolor o por los efectos de la chicha y el aguardiente cada uno expresa su dolor en forma libre llorando, repitiendo palabras que, dentro de ese ambiente sí tienen sentido, gritando sonidos con vocoides y contoides (vocales y consonantes no realizados como fonemas). A veces, esos gritos y gemidos no son más que la transformación verbal de las voces de la naturaleza porque el viento también llora (wayrapis waqanmi), el perro también aúlla (allqupis wauwauyanmi), la paloma también llora diciendo paullu paullu (urpipis pawllu pawllu nirmi waqan), etc.

    6. El cadáver yace tendido sobre una mesa o en el piso sobre alguna estera o manta. Si hay un ataúd, el cadáver reposa dentro del ataúd destapado. Las velas encendidas alumbran el cadáver y el ambiente.

     Los pirománticos están atentos observando el proceso de consumirse de las velas. Ellos interpretan el parpadeo y la forma de las llamas, el chisporroteo y el humo. Luego avisan sobre el estado alegre o triste del alma.

    7. Los visitantes llegan al lugar portando alguna cosa para cubrir las necesidades del velatorio. Es el momento del cumplimiento del principio prehispano de la colaboración recíproca: rantin (Quechua I: Áncash, Lima, Pasco, Huánuco), ayni (Quechua II: todas otras áreas). Entre los objetos para colaborar en este momento, los más comunes son: productos comestibles, bebidas alcohólicas (chicha, aguardiente), coca, cigarrillos, leña, velas, flores, etc.
La coca sirve para abrigar el cuerpo, para mantener la serenidad en el momento de dolor y para mantener despierto durante la noche. En los velatorios peruanos, no sólo en el área andina, es muy común masticar las hojas de la coca. Mama kuka kaptinmi kallpantsik kutimun (Gracias a la madre coca recuperamos la energía). Wallkichawqa manam kuka pishinantsu (No debe escasear la coca en el velatorio).

Algunos masticadores de coca y fumadores de cigarrillos tienen las facultades de ver y sentir bajo los efectos de estas dos plantas. Ellos son los catipadores, los seguidores de la suerte, los reveladores de los secretos. 

Los cocamánticos (catipadores con coca y el polvo de cal) chacchan silenciosos. Si la coca no brincotea dentro de la boca, el alma está serena. Si la coca se vuelve deliciosa y suave, el alma está muy contenta. Pero, si la coca brincotea y amarga dentro de la boca; el alma está descontenta y preocupada.

Los tabacománticos (catipadores con cigarrillo) fuman silenciosos en un lugar no expuesto a las corrientes del viento observando las chispas, la forma de consumirse y la forma de la ceniza. Están atentos al proceso de consumirse del cigarrillo. Si el cigarrillo se quema igual por todos los bordes, y si la ceniza no se dobla a un lado; el alma está tranquila. Pero, si el cigarrillo chisporrotea o se quema sólo por un lado o se dobla a un lado, el mensaje es que el alma está descontenta.

Si el alma está descontenta, los catipadores piden a todos mayor colaboración: más cánticos fúnebres, mejor atención a los visitantes, más muestras de colaboración en los servicios y ofrendas, que los ofensores pidan perdón al difunto, y que los ofendidos perdonen al difunto.

     8. Los visitantes que no llevan ninguna cosa para colaborar se ofrecen para cualquier labor y mandado. En esos momentos, se necesita gente dispuesta a colaborar con sus servicios voluntarios: asear el ambiente, preparar la comida, servir la comida y licor, llevar el mensaje a otros familiares en calidad de “propios”, etc.

    9. A la hora de la comida, los familiares ofrecen la comida a todos los concurrentes. Pero a los adultos se les sirve, además, licor, coca y cigarrillos, más o menos a cada tres horas. Así los visitantes se sienten bien atendidos y sin ningún motivo de murmuración. Se supone que el muerto se alegra si la atención a los visitantes es buena.

    En el caso de que los familiares no tuvieran recursos suficientes como para atender bien a los visitantes, los vecinos y la comunidad deben colaborar. Es el momento de demostrar la solidaridad para alegrar al alma del difunto. El alma agradecida intercederá ante la divinidad por los que quedan.

    10. En el velatorio la mente debe estar dirigida al difunto que está presente y en proceso de ausentarse. Wallkiyta munarqa, ayata shumaq taaparay, rimapay (Si quieres velar, acompaña bien al difunto, convérsale bien). Durante el tiempo que dure la visita nadie debe estar haciendo sus labores como hilar, tejer, labrar la madera, etc.); sólo se permite colaborar en las labores en honor al difunto.

    11. Los rezantes cantores rompen el silencio. Los cánticos en quechua ya están en los cuadernos, y se van transmitiendo de una generación a otra generación mediante la labor de los copistas escolarizados de la comunidad. Los cánticos actuales, aunque fueron compuestos por los antiguos catequistas, ya están arreglados y adecuados a las realidades locales y temporales. (carranza Romero: Anhil santu,  www.andes.missouri.edu/andes/).
Por ser el velatorio durante dos días, los familiares y amigos se turnan para acompañar, cantar o simplemente rezar.

    12. Color del ataúd. La muerte de un adulto es la pérdida de un miembro de la familia y de la comunidad que ha vivido participando en los momentos alegres y tristes. Es, por tanto, un motivo de dolor y tristeza. Por eso, el ataúd del difunto adulto es de color oscuro: negro, marrón, morado, gris.

    13. Color de la vestimenta. Los familiares y los visitantes visten ropas de color oscuro: negro, gris, marrón y morado. Este color de vestido también se recomienda para otros ritos fúnebres como la romería, el entierro, el rito al quinto día y la misa de difuntos.

El sombrero, aunque sea blanco, debe tener una cinta oscura: negra, gris, marrón, morado. El sacerdote también usa la casulla y la estola de colores oscuros cuando celebra los ritos fúnebres: misa, responso.

4. Cargar el cadáver desde la casa hasta la tumba (aya katay).
Después de velar el cadáver en la casa durante dos días los familiares y visitantes lo envuelven y lo amarran con la soguilla hecha con las frescas hojas de llayaa (paja que sirve para hacer sogas). Si el cadáver está en el ataúd, lo cierran definitivamente.

Alzan el cuerpo con todo respeto y lo ponen sobre una camilla (kirma), lo sujetan con la soguilla de llayaa, que es la naturaleza limpia. Se descartan las sogas de cuero o de material sintético. Si hay el ataúd, la camilla no es necesaria.

Los músicos anuncian la partida de la romería tocando los instrumentos. El conjunto musical más humilde consta de varios instrumentos de viento y percusión: flauta roncadora, quena; tambor grande (wankar), tambor pequeño (tinya). El tipo de los instrumentos musicales depende del lugar, porque si hay violines, arpas, mandolinas, guitarras; éstos también lloran armonizando los sonidos agudos y graves. Si los familiares están en condiciones económicas de hacer los gastos, también pueden contratar una orquesta o una banda. Las melodías para este caso son solemnes y tristes.

La salida de la casa. Los que sacan el cadáver de la casa son los familiares más cercanos y queridos. El difunto sale de la casa con los pies hacia adelante porque es el inicio del nuevo viaje. Es el momento desgarrador para los familiares porque el difunto comienza el viaje sin retorno. Las expresiones espontáneas que más se repiten, son:
Ima yarquymi yarqurinki: Qué triste es tu partida.
Quri waytallay, ima haqiymi haqimanki: Querida dama, cómo es que me abandonas. (La traducción es ad sensum. Si alguien quiere ver los elementos que conforman la primera frase: quri wayta-lla-y (flor de oro, tiene dos morfemas de cortesía y afecto).
Mamallay, mamay, ama haqimaytsu: Madre querida, mamacita, no me abandones.
Yayallay, yaya, ama haqimaytsu: Querido padre, papá, no me abandones.

La despedida de la casa. Los cargadores, apenas sacan el cadáver de la casa, se detienen para que el difunto se despida de su morada. Frente a la puerta principal de la casa bajan tres veces la parte de la camilla o del féretro donde reposa la cabeza para que el difunto se despida de su morada con tres venias profundas. Luego comienza el recorrido.

Como es un honor cargar al ser que se despide, los familiares y los amigos se turnan durante el trayecto. Y los turnos se respetan.

La procesión es acompañada por todos los que tienen tiempo. En el trayecto también hay muchas despedidas de llanto porque de las casas cercanas al camino salen todos a despedir al que se marcha. Con llantos expresan los buenos deseos: Shumaqlla aywakullay: Le deseo un bonito viaje. (El adjetivo shumaq que se refiere a lo bello, también sirve como una advertencia de tener cuidado. Por eso, la expresión anterior también se puede traducir: “Viaje con cuidado”, ya que en todo viaje hay percances). Ñawpakullay, kayllam naani: Vaya adelante, éste es el único camino.

Los que, desde lejos, ven la romería, detienen sus actividades, se quitan o ladean el sombrero y se despiden silenciosos deseando un buen viaje al alma del difunto.
   
    Visita a la plaza y capilla. Apenas el cadáver y los acompañantes llegan a la plaza (rimaq pampa) las campanas suenan lastimerante con sonidos graves. Hasta el metal expresa el dolor. Por esta razón, cualquiera no puede ser el campanero. Toda la comitiva da una vuelta a la plaza. Es el último paseo por ese ambiente común de las reuniones y fiestas comunales.

Como la capilla está en la plaza, el cadáver entra con la cabeza dirigida hacia el altar que está en el fondo del templo, con dirección al norte o al este. Ante la ausencia de un sacerdote en las áreas rurales los rezantes dirigen el responso y los cánticos religiosos dejando el cadáver sobre algo. Luego, los romeros salen de la capilla llevando el cadáver con los pies hacia adelante. En el atrio se detienen y bajan tres veces la parte donde reposa la cabeza para que se despida con tres venias de la capilla y las imágenes.

Descansos en el camino a la tumba. En el camino al panteón hay “descansorios” (aya hamanan), lugares escogidos para que descansen los romeros y el que se va definitivamente del pueblo. Este momento se aprovecha para el reparto de licor, para el cambio de los cargadores, para entonar los cánticos y para expresar espontáneamente los sentimientos de dolor y del deseo del buen viaje, para tocar la camilla o el féretro para los que no hayan tenido la oportunidad de hacerlo. Como los panteones de los pueblos del campo están en la parte alta con relación al poblado, en el último “descansorio” antes de llegar al panteón los acompañantes y cargadores se detienen y contemplan con el cadáver el panorama del pueblo. Allí también ponen el féretro con la cabeza hacia el pueblo. Con tres venias el difunto se despide de su comunidad. Los acompañantes se imaginan cuando les toque también despedirse de su querido pueblo.   

5. Entierro (aya pampay).
     Los que saben (yachaqkuna) dicen que el panteón (aya marka) debe estar en una parte alta desde donde se pueda contemplar el pueblo, el camino de entrada y salida y el río. Así los muertos y los vivos pueden contemplarse. Pero, no debe estar muy alejada ni alta que dificulte la llegada de los que quieran visitar a sus difuntos. Lo importante es que el panteón no esté expuesto a las inundación y derrumbe en la época de lluvia. Actualmente, los panteones o cementerios están localizados en un solo lugar para evitar la dispersión y la contaminación.

    Durante los días del velatorio algunos familiares, con la orientación de los expertos en la geomancia, se adelantan para buscar en el panteón el lugar más adecuado para la tumba (aya wasi), el último espacio para el reposo del cadáver. El criterio es buscar la dirección de la cabecera. El norte y el este son los puntos cardinales recomendados para la cabecera. 

Allí se escarba, generalmente, un metro y medio de profundidad con dos metros de largo y un metro de ancho. Los escarbadores son los familiares o amigos. Es la construcción de la casa para el difunto. Todos lo hacen con buena voluntad, como una oración y ofrenda. Los que pueden comprar cal o cemento hacen en dos días un pequeño mausoleo (chullpa). Antes del entierro se asperja la tumba vacía con agua bendita. Al respecto, alguien puede preguntarse: ¿Cómo hay agua bendita (willka yaku) si no hay sacerdote? Un poblador mayor soluciona el problema: echa granos de sal al depósito de agua fresca de las corrientes y luego con oraciones y cruces sobre el líquido lo sacraliza. ¿Acaso el sacerdote no hace algo similar?

En el momento de inhumar el cadáver todos se acercan. Apenas baja el cuerpo a la fosa, los familiares y luego los amigos empuñan la tierra removida para verterla como una ofrenda o como un recado a la otra vida. Mientras van vertiendo dicen: Mishki puñuyta puñurillay: Duerma, por favor, el dulce sueño. Kananqa, Patsa Mamapa millqanchau, shuutarillay: Ahora, por favor, descanse en la falda de la Madre Tierra.

Terminado este rito los lamperos (palaneros) cubren de tierra el cuerpo o el cajón. Sobre el morro que se forma sobre la fosa se planta una cruz. El cadáver queda depositado y en descanso eterno en la tumba, su última morada. El alma, en ese instante, se libera del cuerpo.

Como las cruces de madera o metal, expuestas a la intemperie, se acaban pronto. Allí se planta una piedra larga como indicador. Después de unos años, son estas piedras las únicas referencias de las tumbas.

6. Rito al quinto día post mortem (pitsqay).
Es el rito al quinto día después del fallecimiento. Durante los cinco días el alma recoge las huellas del cuerpo vivo, y hasta hace algunas actividades realizadas en vida. Por ejemplo: el alma del pastor, aprovechando la oscuridad, puede arrear el rebaño sin que ningún animal se disperse ni sea presa del zorro o del puma. En este caso hay que buscar el rebaño con mucho cuidado para no enojar al alma que aún no se resigna a la otra existencia. Hay que calmarlo con ruegos, rezos y hablarle que acepte su nueva realidad existencial.

En la mañana del quinto día las mujeres lavan las ropas aún aprovechables del difunto para quitar todas sus huellas, y queman las que ya no sirven. Al respecto, el cronista indígena Waman Puma escribe: “Después de auer enterrado sus defuntos las biudas y parientas y ermanos, en los cinco días se uan a lauar al tincoc yaco. Se laua ellas y todo su rropa”. (Guaman Poma: “El primer nueva corónica”,  folio 290). Tinkuq yaku o tinkuq mayu es el lugar donde convergen dos ríos. No hay otro lugar mejor para limpiar todos los rastros de esta vida para que el alma parta a la nueva jornada sin las ataduras de este mundo. El tinkuq yaku simboliza el último encuentro del río de esta vida con el río de la otra vida.

Y en la noche, esas ropas secas se colocan sobre la mesa o manto,  los familiares y amigos se congregan para entonar la despedida (aywallaachi) para el que se va a cumplir otra tarea. Los asistentes comparten la comida, bebida, coca y cigarrillo. 

Al finalizar el rito antes de la media noche, se deja las ropas del difunto en una habitación, luego, el mayor de todos esparce ceniza fina en el piso, cierra la puerta con llave y pide que todos se retiren del lugar.

Esa misma noche el alma se libera de este mundo, inicia el viaje, sube la cuesta hacia las montañas altas. En la curva desde donde se ve el poblado, se sienta y contempla con tristeza. Ese lugar se llama aya hamanan (asiento del alma); y, realmente, en dos caminos de la salida de Quitaracsa hay una piedra donde los vivos también descansan al ir y volver al pueblo. En el cántico “Waktsa aya” se hace mención a la despedida del alma desde este lugar:
¡Ay, wasillaa! ¡Ay chakrallaa!     ¡Ay mi casita! ¡Ay mi chacrita!
¡Ay, ima haqiymi, haqirillaa!       ¡Ay, qué triste inicio del abandono!

En el primer verso el binomio wasi, chakra (casa, chacra) se refiere a la propiedad personal, al resultado de la labor humana en este mundo y en esta vida (hic et nunc). La casa es el refugio, el nido donde se nace, se crece y se muere. La chacra es el terreno de cultivo, la tierra transformada por la labor humana; el labrador la remueve, la cuida y la defiende con amor; por eso ella también le ofrece sus frutos al labrador con amor maternal. El siguiente pensamiento del campesino quechua explica su conducta de infatigable defensor de su tierra: Aruyninnaq patsa, ima llakikuypaq. Chakrannaq runa, ima wañukuypaq (Tierra sin cultivador, qué tristeza. Hombre sin tierra, qué desgracia).  (F. Carranza, 2006: El mundo da vueltas).

En el segundo verso aparece la repetición de la palabra haqiy (sustantivo: abandono; verbo: abandonar) que literalmente es: ¡Ay, qué abandono, pero inicio este abandono! Es la expresión triste de la ruptura con este mundo. Y esta expresión se repite constantemente durante la vida, en cada momento de la despedida del pueblo; y, de tanto repetir, la persona prepara su ánimo y mente para la despedida postrera de su alma en la noche después del rito del pitsqay.

En la mañana del sexto día post mortem, el familiar mayor abre la puerta y muestra desde afuera las huellas en el piso. Los mayores interpretan la situación del alma en la otra ladera de la existencia.

Desde los primeros años de la colonia española los sacerdotes quisieron desaparecer este rito. Sin embargo, los indígenas encontraron una buena justificación para mantenerlo. Si el Nuevo Testamento habla de la resurrección de Jesús al tercer día después de su entierro; el pitsqay también coincide con el tercer día después del entierro. Sin embargo, el rito pitsqay (pitsqa-y) es la celebración del quinto día después de la muerte. El número cinco, pitsqa, (Quechua I, pitsqa-y es la verbalización del numeral), pisqa, pichka (Quechua II) es la cantidad absoluta que aparece en muchos relatos y ritos andinos. Por tanto, su uso no es arbitrario. En el drama quechua “Ollantay” se informa al inca mediante el quipu la derrota total y la captura definitiva del rebelde Ollanta:
Kay kipupim kan killimsa:            En este quipu hay carbón:                  verso 1234
ñam Ollanta rupasqana.               ya Ollanta está reducido.                                    
Kay kipupi taqma kimsa              Y también este quipu de tres transversales         
pisqa kipu watasqana.                  tiene cinco nudos amarrados.                              
Ñam Antisuyu hapisqana;            Ya Antisuyo ha sido tomado;                              
ñam Inka, makiykipina,                pues, Inca, todo está en tus manos,                     
chaymi watakun chay pisqa...      por eso se ha amarrado este cinco...                    
Kimsa pisqam tukuy piñas.          Tres cincos: todos prisioneros.  
                          
Además, un pachakuti es el ciclo de 500 años, siendo inti wata el ciclo de 1000 años.
Después del pitsqay el alma se marcha hacia las montañas altas y nevados. El alma que ya no necesita pagar ninguna culpa en este mundo penetra en alguna montaña para confundirse con el espíritu de ella, ha cumplido su ciclo. Como hay cerros y nevados preferidos por los vivos y los muertos, éstos reciben más espíritus y se vuelven más poderosos. Por esta razón, ciertos cerros son más respetados y venerados.

     El alma del perro guía al alma de su amo, por eso este animal no debe ser maltratado sin ninguna justificación. En Quitaracsa, el 17 de diciembre (cuatro días antes del Qapaq Raymi: Fiesta de la divinidad, el día solar más largo) es el día de San Lázaro. Este día los dueños sirven a sus perros comidas especiales y en platos especiales. Los del Callejón de Conchucos llaman San Lázaro al perro, posiblemente por la influencia de la parábola que aparece en el Evangelio de San Lucas (Cap 16, Versículos 19 – 31). San Lázaro también aparece en los pueblos caribeños como referencia al texto bíblico y a Babalú Ayé, deidad africana de la Regla de Ocha.

    Garcilaso de la Vega nos informa de las costumbres antiguas en el mundo andino: “Adoraban al perro por su lealtad y nobleza”. (De la Vega, G.: Libro I, Cap. IX, p. 78).
 
7.  Ofrenda de comida y bebida a las almas (ayata qaray).
    En el siglo XVI el sacerdote jesuita español José de Acosta escribió sobre los nativos del Perú: “Creen que las ánimas de sus defuntos andan vagando, y que sienten frío y sed, y hambre y trabajo, y por eso hacen sus aniversarios llevándoles comida y bebida y ropa”. (Acosta: “Historia Natural y Moral de las Indias”. Libro V, Cap. 7, p. 228). Y luego recomendó a los misioneros para que se dedicaran a quitarles esas creencias idolátricas y paganas.

    A pesar de la diligencia de los curas, a pesar de la persecusión de los sacerdotes indígenas (willka uma), a pesar de la destrucción de los adoratorios, y de todos los medios dominación cultural, el culto prehispánico a los muertos no ha sido hasta ahora erradicado. Actualmente, los dos primeros días del mes de noviembre los familiares ofrecen comida a sus difuntos, y los cementerios se llenan de personas de toda edad con comida y bebida, los grupos musicales previamente contratados interpretan las piezas musicales, y los presentes bailan delante de las tumbas para alegrar a sus muertos. El amor a los difuntos se expresa bailando, cantando y comiendo los platos especiales. El dolor no derriba el ánimo de los vivos que bailan y cantan llorando. Todos se alegran por pasar el día con sus difuntos.
       

II. LA MUERTE DEL NIÑO (WAMRA WAÑUY)

    La niñez inocente (Wamra kay) abarca tres etapas de la vida: llullu wamra (infante), pishi wamra (niño menor, indefenso) y yashqa wamra (niño mayor).

En este capítulo, fuera de mi experiencia personal en mi comunidad materna, utilizo dos encuestas realizadas en dos universidades del Callejón de Huaylas: Universidad de San Pedro (USP, privada) y Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo (UNASAM). 

Encuesta en USP, campus en la ciudad andina de Carás (capital de la provincia de Huaylas, Áncash), 3 de diciembre de 2008. Los encuestados fueron 35: 32 estudiantes de Enfermería, 3 docentes (ingeniero, enfermera y profesor de quechua).

Encuesta en UNASAM, en Huarás (capital del departamento de Áncash), 6 de febrero de 2009. Los encuestados fueron 31: 29 estudiantes de diferentes especialidades, 2 profesores.

Aquí hay algunos datos relevantes sobre la lengua quechua y cultura. Ante la pregunta si saben el idioma quechua, las respuestas son: En USP 29 declaran que sí; en UNASAM 20 declaran que sí.

    Ante la pregunta: ¿Se debe estudiar la cultura de nuestro pueblo de origen?, el 100% de los encuestados de USP y UNASAM contesta que sí. Uno de USP declara: “Hay mucho que conocer acerca de nuestras raíces; y nuestra cultura es rica en contraste al mundo occidental”. Una estudiante de UNASAM: “Es muy importante conocer nuestro origen para entender mejor nuestro presente”. A continuación, están los ritos en el orden que se cumplen.
    
1. Agua del socorro (yakuutsi).
Este rito se celebra por el temor de que la criatura se muera antes de recibir el sacramento del bautismo. Es el efecto de la labor pastoral desde la época de la colonia que se sintetiza: Extra eclesiam nulla salus, o Extra eclesiam nulla salvatio (Fuera de la iglesia no hay salvación).

El rito yakuutsiy (Áncash) o unuchaku (Cusco), literalmente significa: acción de dar el agua. Ante la ausencia del sacerdote en el área rural, zona no rentable y lejos de las ventajas de la ciudad, lo realiza una persona escogida por alguna cualidad de respeto: edad, vida ejemplar, grado de instrucción, etc. Generalmente es un varón porque el sacerdocio es oficio del varón. El sacerdote prehispano era el willka uma: cabeza sagrada.

El agua que se usa en el rito debe ser limpia, de la corriente y no de agua estancada, no hervida; debe estar depositada en un envase muy limpio. La sal debe estar en granos, se descarta la sal molida o procesada.

Antes de iniciar el rito el oficiante se pone de acuerdo con los padres y familiares sobre el nombre de la criatura, luego se quita el sombrero, los asistentes también se quitan los sombreros o los ladean tomándolos con la mano izquierda porque la persignación es con la derecha, y evitan hacer cualquier ruido innecesario. Cuando el oficiante echa los granos de sal en el agua, todos los asistentes hacen la señal de la cruz tocándose la frente el pecho y los hombros. Todos rezan un Padre Nuestro y una Ave María, luego el oficiante hace cruces sobre el líquido, así el agua queda bendita. A continuación, mientras va orando, sumerge una flor en el envase, la saca empapada y con ésta moja la frente de la criatura haciendo la cruz y pronunciando el nombre escogido. La flor preferida es la rosa blanca. Si no hay, puede usarse una ramita muy tierna. Pero se descarta la flor del geranio que tampoco se lleva al altar, su nombre supaypa waytan (flor del diablo) ya explica su historia (F. Carranza, 2000, Madre Tierra, Padre Sol). Terminado el rito, todos pueden hablar y ponerse bien sus sombreros. Hay alegría porque la criatura ya está libre de la condenación y de que el rayo le caiga.

    El nombre da la identidad al niño y lo incluye dentro de la comunidad (ayllu). El agua es la vida, por eso es llamada madre agua (yaku mama). Las almas de los adultos no vadean los ríos, usan los puentes como las personas. Ayaqa yakuta yatantsu, mantsanmi. Mayutapis tsakapa tsinpan: El alma no toca el agua, la teme. Si tiene que cruzar el río, lo hace por el puente.

    El alma del niño no tiene problemas para trasladarse de una banda a otra banda porque vuela como el pajarito, como la mariposa. Es un angelito.

    Ante la pregunta: ¿Para qué sirve el agua del socorro?, hay las siguientes respuestas: En USP, hay opiniones que, fuera de su uso religioso (objeto para cristianizar y salvar el alma), sirve para curar el mal del susto (mantsakay, 4 personas), para la salud física y espiritual (3), para curar el mal sitio (patsa, 1). Así este rito es también terapéutico. Está clara que las respuestas se refieren al agua bendita. Una opinión me parece muy interesante: (el agua del socorro) “[…] dicen que quita la memoria”. Es una referencia a la memoria histórica de algunos quechuas porque, como los curas impusieron los nombres del calendario cristiano mediante el bautismo, así se perdieron los nombres, las creencias y ritos indígenas.

En UNASAM, hay 19 respuestas: “sirve para purificar” (cuerpo y alma); 3 dicen que es un “prebautismo”; 9 se abstienen de responder. Aquí también hay un comentario interesante: “Para calmar la sed durante su viaje al cielo […] El agua pura es como el alma del niño”. 

    Cuando hay la posibilidad de contar con los servicios de un sacerdote (por la visita misional o porque los padres viajan cargando la criatura hasta la parroquia más cercana) se celebra el bautismo (ulyu, quechuización del vocablo óleo) que es rito y fiesta de mucha importancia porque hay padrinos, testigos e invitados. En el bautismo también el agua es un elemento purificador.
     
2. La fiesta de la muerte (aya raymi).
El fallecimiento de un párvulo es un acontecimiento triste porque es la interrupción de una vida inocente, es como el arranque de una planta que apenas ha germinado, es el corte de un camino que está en el inicio, es el ciclo vital interrumpido en el inicio, es la vida “cortada con tal premura” como canta Violeta Parra.

    Los ritos fúnebres con el cadáver presente se realizan en orden como en el caso de los difuntos adultos; pero son diferentes el ambiente y la actitud de los acompañantes; por esta razón no es necesario repetir los detalles ya mencionados en el caso del difunto adulto.  

    1. Lavado del cadáver (aya armatsiy). Cuando se comprueba el fallecimiento de la criatura, la madre o un familiar muy cercano se purifica lavándose bien las manos (ablución). Inmediatamente se clausura la entrada a la habitación. Se hacen los ritos de aya wiqay (vaciar el contenido del estómago e intestino del muerto) que purifica la parte interna del cuerpo, luego se hace el aya armatsiy (lavado de la parte exterior del cadáver).

    Se vierte el agua limpia y tibia por la boca para luego masajear todo el estómago hasta que el cuerpo expulse la hez y el líquido. Este rito se hace en silencio, con mucho cuidado y con mucha confidencia. Para este rito se puede aceptar, como máximo, la presencia de un auxiliar muy allegado a la familia. 

    2. Amortajamiento (aya shukutsiy). El cadáver limpio y fragante es vestido con tela suave (tocuyo, pana, bayeta suave por haber sido cardada). La mortaja infantil es de colores claros: blanco, amarillo, rosado, celeste, verde claro, lila. Se cubre el rostro del difunto. Sólo los familiares pueden descubrirlo y mirarlo para despedirse por última vez. 

    Terminado el proceso de aseo, acicalamiento y amortajamiento del cadáver, se expone ante la vista de otros familiares y visitantes sobre una mesa o dentro de un cajón. La fiesta fúnebre comienza para todos. El cadáver del angelito es el centro de la atención.

    3. Velatorio (wallki). El velatorio de los cadáveres de los adultos dura dos días; pero, en el caso de niños se puede obviar, el entierro puede hacerse después de una noche de velorio. Los vecinos y los familiares concurren para consolar a los padres y hermanos. Llegan portando algo para colaborar con la fiesta del angelito. Los niños que acompañan al difunto lloran, cantan, danzan, le prestan o regalan juguetes. El alma del niño difunto, agradecida, intercederá ante la divinidad por los que quedan. Se cumple el principio que rige la vida de los andinos: La gloria se alcanza con actitud solidaria. La palabra gloria es usada con el significado de alegría.

    Por este rito los niños comienzan a entender el principio que rige la vida: Kayllam naani (Éste es el único camino). Y esta expresión la escucharán muchas veces y reflexionarán sobre el contenido durante toda la existencia.

    En el velatorio del niño no intervienen la piromancia (adivinación mirando la llama de los cirios), la cocamancia (adivinación con la coca), la tabacomancia (adivinación con el cigarrillo) porque nadie duda que el alma del niño se va directo al cielo. Por algo llaman angelito al niño.

      Durante el velorio del niño también está prohibido dedicarse a otras labores, sólo está permitida la actividad de colaboración en las labores en honor al difunto.

     Fuera de los cánticos y rezos de los mayores, los niños pueden dedicarle sus canciones aprendidas o improvisadas; también pueden jugar tratando de hacerlo participar.

    El color del ataúd del difunto niño (llullu aya) es de color claro: blanco, crema, amarillo, celeste, rosado, lila.

    El color de la vestimenta de los familiares y visitantes es vivo (rojo, granate, celeste, amarillo, verde, lila), porque se trata de la partida de un ser inocente que va al otro mundo para interceder por los familiares y por la comunidad que quedan vivos. Su muerte es motivo de llanto y resignación ya que el alma del inocente se va directo al cielo.

    4. Romería desde la casa hasta la tumba (aya katay).  Si no hay un ataúd para el niño muerto, su cadáver es amarrado sobre una pequeña silla que es cargada por uno de sus padres o por un familiar cercano (hermanos, abuelos, tíos) o un familiar espiritual (padrino o madrina). El cargador sale bailando de la casa; pero, inmediatamente se voltea y hace tres venias. Por todo el camino continúa bailando. Al llegar a la puerta de la capilla también hace tres venias. Las campanas despiden a la criatura con sus sonidos agudos. La gente que acompaña también baila ocultando el dolor. El baile de dolor y alegría (llakikuy, kushikuy tushu) se da en todo el mundo andino. “El baile y la demostración formal de alegría en el entierro de los infantes es algo muy presente en la sierra sur-central del Perú”. (Millones, 2007: “Todos los niños se van al cielo”, p. 55).
 Sin embargo, este baile no es de movimientos grotescos que causen risas, es un baile solemne e inocente porque el niño muerto es un angelito inocente. Así como se canta llorando, también se baila llorando.

    Los músicos cambian tonadas según el momento, así marcan el ritmo de la romería. El conjunto musical más humilde tiene instrumentos de viento y percusión. El tipo de los instrumentos musicales depende del lugar. Si hay violines, arpas, mandolinas, guitarras; éstos también lloran armonizando los sonidos agudos y graves.

     Todos los encuestados en USP y UNASAM dicen “angelito” (diminutivo afectivo muy común en el castellano de los peruanos) al referirse al niño y a su alma. Muchos andinos, hasta ahora, no han aceptado el pecado original que predicaron y predican los sacerdotes.   
    Así como se canta llorando, también se baila llorando. Aquí están los estribillos más repetidos:    
Llullullay, llullu. Urpillay, urpi: Tiernito querido, tierno. Palomita querida, paloma.
Llullullay, llullu: ima aywakuymi, aywakunki: Bebito querido, bebe. Te vas en un viaje inexplicable.
Mamaykipaq, yayaykipaq alli mañakunki: Rogarás de todo corazón por tu madre y tu padre.
Aylluykipaq, markaykipaq alli mañakunki: Rogarás de todo corazón por tu comunidad y tu pueblo.

    Si hay un grupo de danzantes, ellos también pueden participar desde la salida y durante la romería. Las danzas más comunes son: huanquilla, huanca, shacsha e inca. En la zona de Huancavelica se interpreta también la danza de las tijeras, etc. Las danzas deben ser de movimientos solemnes y de mucho respeto. Se evitan los movimientos que den risa o que sean falta de respeto. El homo sapiens et loquens es también homo ludens. 

    Los que ven la romería desde lejos, detienen sus actividades, se quitan o ladean el sombrero y se despiden silenciosos pidiéndole que el alma inocente ruegue por ellos.

    El señor Alejandro Pereda, que vivió muchos años en un puerto pesquero al norte del Perú, cuenta algo que vio y vivió: “En Catacaos existe la tradición de sepultarlos con banda de músicos y hay un día en que reparten pan, llamado pan de los angelitos, que los reparten entre los transeúntes”. El primero de noviembre, Día de Todos los Santos, es el día del reparto de los panes con figuras de niños. Los padres que han perdido a su criatura hacen panes con figuras de niños que regalan a los niños que se parecen a su hijo ausente. “Mi hijo(a) está en el cuerpo de este niño (a)”, es el pensamiento.

    A la pregunta de la encuesta: ¿Qué opina del baile y música en el entierro de una criatura? En USP: 23 contestan que está bien. “Es una alegría de las personas; lo entierran con un pensamiento positivo”. “Considero real al mundo andino por cuanto el infante es puro y libre de pecados. Tuve la oportunidad de vivenciar en Yurma y Llumpa”. Los pueblos mencionados están en Áncash. 7 dicen que está mal. 5 no contestan.

    En UNASAM: 20 contestan que está bien. 7 está mal. 4 no contestan. Dos comentarios merecen ser citados: “Una forma de ocultar el dolor. Dar luz a la oscuridad”. “Los niños son angelitos […] rezarán por los suyos”.

    5. Tumba (aya wasi). Los cuerpos muertos de los niños bautizados pueden ser sepultados en un espacio del cementerio (Pabellón de los Niños), alejado de los difuntos mayores. A la pregunta si los niños pueden ser enterrados en los cementerios hay estas respuestas y comentarios. En USP todos contestan que sí. “Donde están los muertos mayores hay más pecados. Y no se les junta, en Yungay tienen un lugar separado”. (Los niños) “son ángeles sin ningún pecado”. En UNASAM 20 responden que los niños muertos deben ser sepultados en el cementerio común. “El niño es puro, inocente, angelito”. 11 no contestan. 

     El problema es cuando los niños mueren sin haber recibido siquiera el agua del socorro. Algunos creen que los cementerios son sólo para los cristianos. Un campesino de Quitaracsa (Áncash) me informó: “Algunos creen que a la tumba del niño no bautizado cae el rayo”. En este caso el geomántico es el que escoge el lugar conveniente para sepultar al niño difunto; además de sus conocimientos de la energía de la tierra, consulta a su coca para no equivocarse. Por este criterio muchos niños no bautizados son enterrados fuera del cementerio, en las cuevas y debajo de rocas grandes, lugares protegidos del rayo (illapa).

    Al respecto he preguntado a los sacerdotes y civiles escolarizados. Nadie me ha referido alguna disposición eclesial; todos dicen: “Sí pues, así es la costumbre”. A veces, ni siquiera reconocen el valor del agua del socorro.
   
    6. Entierro del niño (wawa pampay). Actualmente, los panteones o cementerios están localizados en un solo lugar, en la parte más alta que el poblado. Allí escarban la fosa los familiares y los niños.

    En el momento del entierro, fuera de los cánticos religiosos, los mayores y niños bailan. En el momento de bajar el cadáver en la fosa los adultos y niños empuñan la tierra removida para verterla como ofrenda.

    Las cruces de madera o metal o una piedra plantada sirven para indicar el lugar de la tumba.
   
3. Rito al quinto día post mortem (pitsqay).
Se hace este rito más como una formalidad y expresión de la despedida cariñosa porque el niño muerto, algunas veces menos de un año, no tiene tantas huellas que recoger ni su salvación está en duda. La muerte de un niño es una desgracia y alegría al mismo tiempo. El rito sigue el mismo proceso en el caso de los adultos. Pero, más es una reunión de familiares y vecinos para consolar a los padres y hermanos.

Los niños participan cantando la despedida (aywallaachi). Al finalizar el rito, casi a media noche, se deja las ropitas del niño difunto en una habitación, luego, el mayor de todos esparce ceniza fina en el piso, cierra la puerta con llave.

En la mañana del sexto día post mortem, el familiar mayor abre la puerta y muestra desde afuera las huellas en el piso. Generalmente aparecen las huellas de los pajarillos. El alma ha volado al mundo de arriba convertido en pajarillo.

4. El destino de las almas de los niños (mayman wamrapa ayan aywan).
    1. Las almas de los niños muertos van al mundo de arriba (hanaq patsa).        Aunque los cuerpos de los niños sean enterrados fuera del cementerio oficial, aunque sus cuerpos yazgan en un sitio del cementerio, separados de los adultos, ellos se van al cielo. “El alma de los niños asciende al paraíso de modo diferente. Los bebés y párvulos, por ser puros, son angelitos y se van volando; y en el paraíso son jardineros; por eso, para enterrarlos en muchos lugares del ámbito rural, aún se les viste de ángeles”. (Yauri Montero, 2007: “Puerta de la Alegría”, pp. 84-85).   

    A la pregunta: ¿A dónde se van las almas de los niños muertos? hay estas respuestas y comentarios:
    En USP 23 contestan que se van al cielo, a las alturas. “Hacia arriba como todos los muertos”. “El niño que muere va al hanan pacha o arriba”. “Al cielo o hanaq patsa”.  2 opinan que las almas se quedan en este mundo sin especificar el lugar: “A ningún lado”. “Se quedan en la tierra”.

    En UNASAM: 27 responden que se van al mundo de arriba (hanaq patsa: 18; cielo: 10) “Se van al cielo o hanan patsa; 4 no contestan.

    La concepción prehispana del destino de las almas que han cumplido su ciclo y merecen el reposo es la región alta, por eso las montañas son depositarias de las ánimas del pueblo. Así se comprende que el apu (divinidad protectora) more en las partes altas (hanaq patsa o hanan patsa).

    2. Se convierten en pájaros (pishqu tikrayan). Algunos pájaros como la paloma (urpi) y el colibrí o picaflor (winchus, qinti) son considerados como animales depositarios de las almas de los niños.

    A la pregunta: ¿El alma del niño muerto se convierte en pájaro?
    En USP: 12 dicen que sí: “Sí, porque es un ángel”. “Sí, porque es un angelito de dios”. “En pájaro de espíritu”. “Sí, en una paloma”. “No sólo puede ser un pájaro, también puede ser otro animal”. Esta última respuesta nos hace pensar en otro animal como la mariposa (pillpash). 8 responden: No. Sin embargo, 2 añaden sus pareceres: “En soplido del viento”. “En una estrella”. 9 contestan que no saben; y 6 no contestan nada.

    En UNASAM: 18 dicen: en pájaro; pero también en mariposa, flor (wayta), estrella (quyllur). 9 dicen que no saben a ciencia cierta. 1 no contesta. 1 niega con un NO. Sin embargo, una opinión difiere de todos: “Se convierte en una voz que nos ayuda o nos atormenta”.

Violeta Parra Sandoval (1917 – 1967), cantante y estudiosa del folclore chileno, en su composición “Rin del angelito” expresa con bello lirismo y profundidad el pensamiento popular andino: El niño es un angelito que, cuando se muere, se transforma en pajarito, flor, pez y lucero. Además, va derechito hacia la altura: cielo, luna y lucerito. (El alma busca en la altura / la explicación de su vida / cortada con tal premura).
    I
Ya se va para los cielos
ese querido angelito,
a rogar por sus abuelos,
por sus padres y hermanitos.
Cuando se muere la carne
el alma busca su sitio
adentro de la amapola
o dentro de un pajarito.
    II
La tierra lo está esperando
con su corazón abierto
por eso es que el angelito
parece que está despierto.
Cuando se muere la carne
El alma busca su centro
en el brillo de una rosa 
o de un pececito nuevo.
    III
En su cunita de tierra
lo arrullará una campana
mientras la lluvia le limpia
su carita en la mañana.
Cuando se muere la carne
el alma busca su diana
en el misterio del mundo
que le ha abierto su ventana.
    IV
Las mariposas alegres
de ver el bello angelito
alrededor de su cuna
le caminan despacito.
Cuando se muere la carne
el alma va derechito
a saludar a la luna
y de paso al lucerito.
    V
Adonde se fue su gracia
y a dónde su dulzura
porque se cae su cuerpo
como la fruta madura.
Cuando se muere la carne
El alma busca en la altura
la explicación de su vida
cortada con tal premura.
La explicación de su muerte
prisionera en una tumba.
Cuando se muere la carne
el alma se queda oscura.

5. Ofrenda de comida y bebida (mikuyta qaray). El 1º de noviembre, Día de Todos los Santos, y el 2 de noviembre los familiares llevan dulces, frutas frescas y refrescos a la tumba de los niños. Allí les dejan la ofrenda un momento mientras rezan, cuentan sus cuitas, cantan canciones infantiles y luego bailan para ellos. Se supone que las almas de los niños llegan volando para recibir los testimonios de cariño de sus familiares.

III. CONSIDERACIONES FINALES

1. Los ritos fúnebres convertidos en actos festivos evitan que la muerte se convierta en un trauma. Se acepta que la muerte (tanatos) es la ruptura, la destrucción, el fin de un ciclo y el inicio de otro; pero los que siguen viviendo en esta orilla de la existencia enfrentan este hecho inevitable y natural con actos de amor (eros) que se expresan en la solidaridad y en la participación. El dolor compartido es soportable y transportable. Cada celebración de la muerte es la preparación para la propia muerte.

2. Los ritos fúnebres mantienen y refuerzan la relación entre el mundo de los vivos con el mundo de los muertos. Los ritos de los vivos iluminan y alegran el camino del alma del difunto en ese mundo liberado del tiempo y de las penurias.

3. Los ritos fúnebres alcanzan varios niveles: mágico, religioso y social. El nivel mágico se da cuando los cocamánticos, tabacománticos y pirománticos alcanzan los datos del otro mundo e informan sobre el estado del alma del difunto. Los cánticos, las oraciones recitadas y las repeticiones de palabras o expresiones claves sirven para agradar y calmar al difunto. La activa participación de la comunidad hace solemne el ambiente triste y tenso, y une a los miembros de la comunidad viva.

3. Algunos andinos no aceptan hasta ahora que el ser humano nazca con pecado original, por eso dicen que el niño es un angelito.

4. El estado de paz y tranquilidad es la gloria, el cielo y el paraíso que predican los cristianos.

5. Las almas de los difuntos son los mediadores entre la familia y la divinidad. Por esta razón, cuando se tiene un problema difícil, antes de recurrir a los santos, primero se recurre a las almas de los familiares difuntos porque ellos son más sensibles a las peticiones y, además, porque ellos siguen compartiendo la historia. No están muertos, están en otra dimensión de la existencia. Han cruzado el río que separa la vida de la muerte, y desde la otra banda o ladera están contemplando a los vivos.



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