miércoles, 7 de abril de 2021

SUPREMACISMO MASCULINO EN LANEGUA ESPAÑOLA

 

SUPREMACISMO MASCULINO 

Francisco Carranza Romero



   Hyesun Ko y Francisco Carranza, profesores en la Universidad de Corea, 

Los seres de nuestra biósfera presentan distinciones del género: hembra y macho. Es la diferenciación natural. Y esta diferenciación se expresa en la morfología de algunas lenguas. Sin embargo, la idea de que el masculino es mejor que el femenino es extralingüística; y lo peor, está internalizada en el ser humano quien la demuestra en sus expresiones y actitudes como algo muy normal.

Género en el idioma castellano

Cuando los hablantes de idiomas que carecen del elemento distinguidor del género (como el quechua y el coreano) aprenden el castellano, se sorprenden en los primeros contactos, porque el nombre, pronombre, adjetivo y artículo tienen marcas distintivas del género.

Sin embargo, esto no significa que los hablantes del quechua y el coreano no tengan la idea de la distinción del género. En quechua hay distinción del género por heteronimia: mama (madre), yaya (padre); ñaña (hermana), turi (hermano) cuando habla la mujer y su relación con ella; pani (hermana), wawqi (hermano) cuando habla el varón y su relación con él. También hay la diferencia metalingüística del género: la montaña, el sol, el trueno y el aire son del género masculino; la zona baja (tierra), el agua y la sal son del género femenino. Lo mismo ocurre con los colores y olores masculinos y femeninos.

El niño que habla quechua, trasladado por la necesidad de continuar la educación escolarizada al pueblo donde se usa el castellano en la comunicación en la escuela y fuera de ella, pasa varios meses de sufrimiento repitiendo y memorizando el léxico castellano hasta lograr la interpretación de los mensajes. En este proceso va asimilando las normas gramaticales y ortográficas.

Ahora, una anécdota personal: Una vez, ya con cierto avance en la segunda lengua, cuando el profesor del aula explicaba sobre la concordancia obligatoria del adjetivo con el sustantivo, cargándome de mucho valor me atreví a preguntar: Señor, ¿por qué Río Santa y no Río Santo? Es que en esos días estaba de moda el huayno “Río Santa, Río Santa caudaloso” que las radios y radiolas difundían en Carás. Mi pregunta se refería al nombre del río que recorre el Callejón de Huaylas y desemboca en el Pacífico en la provincia de Santa. El docente, sorprendido, guardó un silencio solemne; luego, contestó: ¡Primero, aprende bien para aprobar!; luego, pregunta. Al notar el silencio y susto de los alumnos, sonrió irónico y hasta rio provocando la risa de mis compañeros que me clavaron sus miradas. Yo, primero avergonzado, también me contagié del ambiente que terminé riendo. ¿El señor no sabría cómo responder? O, ¿no estaba de buen ánimo? Después de muchos años, pasando tantas veces por el pueblo de Santa porque estudiaba en la Universidad Nacional de Trujillo, y por las lecturas sobre Áncash supe que el río que, rompiendo la Cordillera Negra, desemboca en el Océano Pacífico tuvo muchos nombres: Jatunmayo (hatun mayu: río grande), Huaylasmayo, Río de Santa hasta llegar a Río Santa. Así pasa con Plaza de Colón > Plaza Colón; Puente de Piedra > Puente Piedra, etc. Realmente, no era un problema de la discordancia de género; sino una elisión interna en una frase.

En la Secundaria, gracias al estudio de la lengua latina, comprendí las curiosidades de mi niñez sobre el castellano: En latín hay tres géneros (masculino, femenino y neutro) que se manifiestan en el nombre, pronombre y adjetivo. El romance castellano tiene dos géneros porque desaparece el género neutro del latín. No todos los nombres que terminan en la vocal -a (como los sustantivos de la primera declinación latina) son del género femenino, también hay masculinos como: auriga, nauta, poeta, panorama, problema, profeta, programa, teorema, etc. Algunas palabras son griegas, ¿verdad? Así fui comprendiendo la diacronía castellana. Y, recién en la segunda mitad del siglo XX se aceptó como correcto el uso del léxico “poeta” como masculino y femenino porque el sufijo -isa es despectivo.

Uso y abuso del género masculino

Como el castellano carece del género neutro, el léxico latino neutro pasa al idioma castellano como masculino: auditorium > auditorio; curriculum > currículo; medium > medio; simposium > simposio. En algunos casos se permite el uso del masculino y femenino como en el caso de mare (léxico latino neutro) > la mar, el mar. Sin embargo, hay la preferencia por el masculino.

Para buscar cualquier adjetivo en el diccionario castellano, hay que hacerlo por el masculino. Como en el relato bíblico de la antropogénesis: Adán fue primero, después Eva.

El nombre en masculino incluye a ambos géneros: “padres de familia” (se refiere a padre y madre), niños (niño y niña). Cuando se menciona a ambos géneros, el adjetivo o pronombre referente a los dos está en masculino plural. “Las damas y caballeros están invitados a la fiesta. Ellos deben llegar puntuales”.

Hay palabras y frases que expresan el machismo. A continuación, cito algunas que son de mayor uso:

“Padre”. “Huevo”. Expresan el mensaje positivo de mucho halago. “Padre, padrísimo”: léxicos usados en México como calificativos: bueno, muy bueno. El modelo de algo está relacionado con la palabra aumentativa “patrón” referentes al santo protector, al amo y jefe; pero también se usa como modelo o base para la evaluación: patrón cultural, patrón moral, patrón monetario.

“Vale un huevo”. Expresa que algo vale mucho. Sin embargo, las expresiones “huevón, boludo, cojudo, cojudez, carajo”, palabras referentes al sexo masculino, son insultos y no elogios al varón. El receptor e intérprete recibe el mensaje como ofensivo y provocativo. Hasta un clérigo peruano de alto rango, al referirse a una institución internacional de defensa de los derechos humanos, dijo con menosprecio: “Esa cojudez”.

“Ser macho”. Significa: no tener miedo, actuar sin miedo, aunque se caiga en la temeridad, brutalidad y descortesía. “Ser macho” no es sinónimo de “ser valiente” porque la valentía consiste en medir el riego antes de actuar.

“Joder” y sus variantes “jodido”, jodidez” se refieren al acto sexual, aunque también a fastidiar, fastidio.

Menosprecio del género femenino

Madre. Aun sabiendo que todos hemos nacido de una madre después de meses de gestación no la valoramos como ella se merece; por eso, muchas expresiones la denigran.

“Eres una madre”. Referido a un varón es un insulto porque significa: Eres muy suave e indeciso para situaciones de apremio. Eres un inútil. Eres un cobarde.

“Concha de tu madre”. “Concha de su madre”. Expresiones muy ofensivas porque hacen alusiones al sexo de la madre comparándolo con el molusco. Estas expresiones de violencia, por ser emitidas con enojo, rapidez y con mucha frecuencia sufren variaciones:

Concha de su madre > concha su madre > chasumadre > chasuma > chasu > asu.

A su madre > asumare > asu.

En Perú, varones y mujeres dicen con frecuencia ¡Asu! (Exclamación de sorpresa enfatizando el acento de tensión en la vocal a) sin pensar que es la simplificación de la coprolalia ofensiva a la mujer.

Muy pocos saben sobre su origen. Es que el usuario común de una lengua no se complica la vida con las reflexiones y explicaciones lingüísticas.

La palabra “concha” también se disfraza en “cónchale”, muy común en los mexicanos.

El adjetivo "conchudo, -a", aumentativo y despectivo del sustantivo concha es ofensa porque significa: sinvergüenza, aprovechador.

“Hijo de puta”, expresión ofensiva a la mujer, también tiene su variación y simplificación: 1. Hijo de puta > “híjole” > “híjoe”. 2. Puta > “pucha”. En Perú es común escuchar “¡pucha!” como interjección de sorpresa y esfuerzo.

Sin embargo, en las Islas Canarias se usa la expresión “Está de puta madre” para expresar que algo está muy bien. El que no es canario, en las primeras experiencias auditivas, piensa que algo, para que sea bueno, debe ser “de puta madre”.

"Coño" (órgano sexual femenino), interjección más de los españoles.

Y, como la lengua más se aprende repitiendo sin preguntar el porqué, hasta las mujeres carajean, cojudean, huevonean y mentan a la madre sin ningún problema ni rubor.

Aunque se den leyes del trato equitativo para las mujeres y los varones, si no cambiamos nuestra manera de pensar y nuestra actitud no habrá la valoración de la mujer (género femenino). Seguiremos lamentándonos de los datos estadísticos del maltrato de las mujeres y del feminicidio. Los cambios deben reflejarse también en la lengua, herramienta diaria de nuestra comunicación. Y no seguir repitiendo la coprolalia machista como una muletilla.


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